La vida no siempre es fácil. Llegan a nosotros situaciones y emociones que son difíciles de afrontar.
La realidad es que el sufrimiento nos angustia, nos confronta con partes de nosotros mismos que nos asustan.
Por eso a veces necesitamos evadirnos. Nos evadimos de diferentes maneras…
- Nos sobrecargamos con actividades y responsabilidades para no pensar.
- Socializamos de más para no quedarnos a solas con nuestra angustia.
- Acudimos al alcohol para alcanzar ese ansiado alivio temporal, aunque paguemos las consecuencias.
- Quedarnos en relaciones que nos impiden crecer por el miedo a la soledad.
- La comida es un alivio temporal al vacío existencial que experimentamos.
- Usamos la compra de bienes materiales para sentirnos mejor.
- Fumamos más para reducir la ansiedad.
- Usamos el sexo como una manera de huir del vínculo emocional.
- Manipulamos nuestra felicidad para no sentir tristeza.
Lo cierto es que estas estrategias no son útiles, porque después de todo, llega la noche y cuando estamos en la cama, nuestra mente nos recuerda una y otra vez lo que va mal, lo que nos angustia, de lo que anhelamos huir.
La evasión es una estrategia poco útil porque solo logramos reprimir lo que sentimos, pero tarde o temprano lo reprimido sale a la luz y tenemos que mirarlo de frente.
En las última décadas, ha surgido una nueva manera de evadirnos, de disfrazar el dolor en algo diferente, y hoy te quiero hablar de ello.
La evasión espiritual
En occidente, el poder de las religiones tradicionales se ha ido desgastando poco a poco y esto ha dado lugar a la llegada de nuevas tradiciones espirituales que se basan más en cómo vemos la vida que en los dogmas y normas religiosos.
La espiritualidad nos conecta con lo profundo que hay en nosotros y en la vida humana. Nos permite responder a grandes preguntas y nos ayuda a vivir más plenamente.
Pero a veces, disfrazamos nuestras emociones y angustia de una falsa espiritualidad que nos impide afrontar la dolorosa realidad que vivimos y que nos invita a huir de aquello que nos hace sentir mal.
La evasión espiritual es una manera de reducir nuestro malestar pero al mismo tiempo nos impide conocernos en profundidad porque huimos de lo doloroso, de nuestra sombra y heridas, maquillándolo de una serenidad fingida que en el fondo no sentimos.
La espiritualidad es un sendero que recorrer toda nuestra vida, es el medio a través del cual vivimos, pero es un camino largo, con subidas y bajadas.
Todo aquel que se adentra en el camino del crecimiento personal y de la espiritualidad, se verá confrontado una y otra vez con el dolor, la angustia y con aquellas partes de sí mimo que no acepta ni quiere ver.
No es un camino fácil de recorrer, pero los regalos que recoges en el camino, son verdaderas joyas que atesorar. Porque cada descubrimiento que hacemos de nosotros mismos, tiene un valor incalculable.
Para mí, el camino espiritual y de crecimiento personal, está siendo profundo, bello y a veces desgarrador. Porque ver mi sombra me duele, comprender que he creado quien soy a través de mis heridas, me produce un dolor profundo a veces, aunque me alivia comprender de dónde viene todo. Porque a mí me gusta ir a la raíz de las cosas.
Y este camino no es fácil, ni rápido, ni siempre es feliz. Lo que sé es que es el único camino para conocerme, para trabajar en mí y para vivir una vida donde haya compasión, aceptación y donde abandone la lucha con aquello que no me gusta.
El camino espiritual real, está lleno de descubrimientos, de auto-conocimiento y sanación. Pero para sanarnos, debemos sentir el dolor, destapar lo tapado.
Por eso, cuando la vida nos trae un reto y parece que no reaccionamos emocionalmente o que sentimos una cosa por dentro (como ira o tristeza), pero nos decimos “no pasa nada, estoy aceptando lo que la vida me trae“, al tiempo que la ira nos consume por dentro, algo está pasando.
En esos momentos hacemos este bypass espiritual, tomamos el atajo de calmarnos desde la mente en lugar de regular nuestras emociones. Para que puedas identificar mejor este bypass, lo puede descubrir…
- En un exceso de racionalización, evitando sentir las emociones.
- Una falsa positividad que no nos creemos.
- Temor al enfado, a expresarnos y a perder el control, guardando las emociones.
- Límite frágiles o incapacidad para poner límites en nuestra vida.
- Juzgar la sombra y vulnerabilidades como algo “malo” que debemos destruir.
- Priorizar la espiritualidad frente a las necesidades personales.
- Anhelo de alcanzar rápido niveles de conciencia elevados, saltándonos escalones.
- Confusión entre espiritualidad y ocultismo.
La única razón del bypass espiritual y la evasión, es evitar el dolor. Y curiosamente, al evitar el dolor, nos exponemos más a él. El dolor es sanador, por eso debemos sentirlo y mirarlo de frente para superarlo.
La espiritualidad es inclusiva, expansiva, es transformadora y nos ayuda a trascendernos, pero para ello, debemos caminar junto al dolor, mirando de frente lo que tememos. Todo lo que nos haga huir del dolor, será una evasión.
La espiritualidad como pilar vital
La espiritualidad es un gran pilar de mi vida. Me ha ayudado a conocerme mejor, a ponerme a prueba, a transformarme desde dentro y sé que es un camino que recorreré toda mi vida.
Siento que mi auto-conocimiento se sucede por etapas. Tengo etapas de crecimiento y descubrimiento y etapas donde parece que nada pasa. Aunque sé que en esas etapas de silencio interior, se está asentando lo aprendido.
Podría hablarte mucho de la espiritualidad, pero hoy solo quiero compartir contigo algunas cosas que ido aprendiendo en mi camino personal y que me han ayudado a afrontar el dolor y a trabajar en mí más profundamente…
- El sufrimiento es necesario para aprender.
- Puedo reducir mi sufrimiento. Buda nos legó las “Cuatro Nobles Verdades”.
- Todo es impermanente, todo cambia, incluida yo.
- La aceptación está carente de juicios, es neutral y descriptiva.
- El juicio simplifica nuestro mundo pero lo reduce demasiado.
- Soy cuidadosa con lo que pienso, porque crea mi realidad.
- Pienso en las consecuencias de mis acciones y evito herir a otros a propósito.
- La empatía me permite conectar y la compasión amar.
- Puedo trascender mi vida cotidiana y conectarme con la energía creadora de todo.
- La meditación me ayuda a observar y conocerme.
- Yo no soy mi cuerpo ni mi mente. Soy la observadora, la conciencia testigo.
- De mi sombra nace mi luz, soy capaz de transformarlo todo en mí.
- Amplío mi mirada, viendo más allá de las apariencias.
Estas son solo algunas de las cosas que he aprendido, pero hay muchas más.
Este aprendizaje no es una evasión porque no me evita el sufrimiento, aunque sí me ayuda a sostenerlo con más amor y a amarme más a mí misma en este proceso de crecimiento y auto-conocimiento.
Y tú, ¿sientes que te escondes en tu espiritualidad?
Solo del reconocimiento de la sombra, podemos renacer