El ser humano es frágil físicamente y vulnerable emocionalmente. Ambas facetas, lejos de ser algo a esconder, son pilares que nos definen. Ser humano no es fácil, pero vivirnos plenamente es lo único que podemos hacer.
En mi trabajo cotidiano, me encuentro a menudo con la vulnerabilidad… con la de otras personas y con la propia.
Siento mi vulnerabilidad cuando conecto emocionalmente con otra persona y mi Salvadora está deseando de salir, siento mi vulnerabilidad cuando se re-abren mis heridas en respuesta a la herida del otro. Siento mi vulnerabilidad cuando me superan las cosas o cuando el exceso de estimulación externa me agota, siento mi vulnerabilidad cuando me hago preguntas profundas… quién soy, cuál es mi propósito, qué hay más allá de la vida.
La vulnerabilidad ajena la veo cuando alguien siente que sus emociones han tomado el control de su vida, cuando se siente impotente ante la ansiedad o el estrés. Siento la vulnerabilidad ajena cuando otra persona se siente acosada por pensamientos negativos y repetitivos. Conecto con la vulnerabilidad de otros cuando les consuelo, cuando sostengo su tristeza y nerviosismo, cuando me relatan su vida y me muestran sus heridas.
Nos han contado que debemos esconder lo que nos hace humanos: nuestras emociones, nuestros anhelos, nuestros sueños, nuestras heridas y sombras. Nos han enseñado a crear un personaje imperturbable, casi un robot que no siente.
Pero por mucho que nos disfracemos, la realidad es clara… somos vulnerables… y es lo más bonito que hay en ti.
Porque tu vulnerabilidad te hace único, te hace real, te permite mejorar y crecer.
Solemos luchar contra la vulnerabilidad porque nos hace sentir incapaces de controlar nada de lo que nos ocurre. Y esta resistencia hace que la sensación de debilidad se haga más fuerte, porque cuando rechazamos algo, le estamos dando vida.
Eres un diamante
Muchas personas con las que hablo, sean pacientes o no, me suelen preguntar por qué el crecimiento llega a través del sufrimiento.
Y suelo explicar que somos diamantes. Esta piedra preciosa no es más que carbón expuesto a gran presión y calor.
Nosotros somos iguales… las presiones de la vida hacen de nosotros diamantes porque dejan al descubierto nuestro potencial y fuerza. Por eso crecemos a través del sufrimiento, porque necesitamos obstáculos para aprender y crecer.
Hay una imagen que llega a mí cuando pienso en este tema… veo una semilla que ha encontrado una fisura en el asfalto para salir y expresarse en el mundo. Crecemos en la oscuridad hasta que somos capaces de compartir con otros lo aprendido.
Cuando te sientas vulnerable, sensible o frágil, recuerda que esa es la naturaleza de todos los seres humanos.
Para mí, esta vulnerabilidad innata es lo que da sentido a la vida. La posibilidad de sufrir daños, de enfermar, de tener problemas emocionales, nuestra mortalidad, es lo que nos hace crecer, es lo que mantiene en marcha nuestra evolución personal.
Creo que la vulnerabilidad deja al descubierto la dualidad propia de la vida… porque podemos enfermar, pero también sanar, podemos sentir tristeza y angustia, pero también podemos superar esos tiempos emocionales turbulentos. Siento que el motor de la vida es el cambio y la adaptación a cualquier cosa que llegue hasta nosotros.
Vulnerabilidad y fortaleza
Hay quien dice que la vulnerabilidad se relaciona con el valor. Y lo cierto es que hace falta tener mucho valor para quedarnos con nuestra vulnerabilidad… que nada tiene que ver con la debilidad.
Siento que la vulnerabilidad es nuestra gran fortaleza.
Mucho se habla en los últimos años de resiliencia… que no es otra cosa que la fortaleza que desarrollamos al recorrer situaciones complejas de la vida, situaciones donde hay dolor, emociones extremas y retos que afrontar. Situaciones, al fin y al cabo, que nos confrontan con nuestra vulnerabilidad.
La resiliencia nos ayuda a no quedarnos atrapados en las experiencias negativas y en los estados anímicos desagradables. Cuando aprendemos a ser flexibles y resilientes, nos damos cuenta de que nuestras emociones son dinámicas, cambian constantemente y siempre vamos a regresar a la serenidad y al equilibrio emocional.
La resiliencia se construye desde la vulnerabilidad
Mis pacientes son la muestra viva de la vulnerabilidad y de la fortaleza. Porque es necesario tener mucho valor para adentrarse en uno mismo… en tus sombras, en tus heridas, en aquellos recuerdos que anhelas olvidar pero que son necesarios recordar para superarlos.
Tendemos a ocultar nuestra vulnerabilidad tras capas y capas… tras máscaras que sentimos que nos protegen, aunque en realidad solo son un parche sobre la herida abierta. Cuando hacemos este proceso de esconder nuestra sensibilidad y vulnerabilidad, acabamos por perdernos a nosotros mismos porque rechazamos nuestra propia naturaleza.
Yo también me he escondido… yo también temo a veces mostrar mi vulnerabilidad por temor al rechazo y a la incomprensión. Pero he aprendido que abrirme poco a poco, ser sincera y compartirme desde mi corazón, me conecta y une más a los demás… me suma, no me resta.
Esta oda a la vulnerabilidad, es en realidad una oda a ti… a tu sensibilidad, a tu tristeza, a tu ansiedad, a tu dolor, al maravilloso ser humano que eres en esencia.
Para que tu vulnerabilidad se convierta en tu fortaleza, puedes hacer algunas cosas…
- Consuélate cuando te sientas mal, cuando estés triste. Sé tu mayor apoyo.
- Cuida las historias que te cuentas sobre ti mismo… no seas el héroe ni el villano.
- Da un paso atrás para ver las cosas en perspectiva.
- Permite que tus emociones lleguen, se expresen y se vayan. Siéntelas.
- Tu fortaleza se construye día a día, ten paciencia.
- Aumenta tu nivel de consciencia conectando con tu cuerpo y calmando tu mente.
- Acéptate tal y como eres… eres un diamante.
Tu vulnerabilidad es tu fortaleza