Como psicóloga, mi día a día discurre viajando por la mente de mis pacientes y por la mía.
En este recorrido, visitamos el pasado para observar de dónde proceden los problemas actuales.
Transitamos por el presente para cambiar los patrones antiguos que ya no funcionan, modificando la manera en que se piensa, se siente y se ve la vida.
Por eso acudir a terapia es mucho más que reducir tu ansiedad o tristeza.
Es el inicio de una profunda transformación que cambiará tu vida para siempre, porque comprenderás tu verdadero poder y descubrirás que todo depende de ti.
Responsabilizarnos de lo que hacemos, decimos y pensamos, no es fácil. Pero creo que es la única manera de vivir una vida plena y consciente que elegimos nosotros mismos cada día.
Como puedes ver, la terapia se trata de ti.
Pero hoy quiero que comprendas algunas cosas que he ido aprendiendo como psicóloga o terapeuta.
Porque para mí, la vida se tata de acompañar, compartir y no olvidarse de uno mismo (incluida yo).
Adaptarse a cada paciente… a cada vida
Creo que esta es la clave para ser un terapeuta eficaz.
Mi mente ha de ser flexible, se debe adaptar a cada persona que acompaño, a cada historia que relata el paciente entre lágrimas, risas o enfados.
Porque si no me adapto al otro, no podré acompañar de la manera más efectiva posible.
Cada persona es única, cada biografía es un universo que puedo observar. Por eso siento tanta gratitud en mi trabajo diario. Y la gratitud que siento, queda plasmada en la fotografía que acompaña a este artículo, hecha por mi hermano.
La gratitud es una mezcla de expansión y de ir hacia dentro de mí misma.
Es expansión porque me ayuda a seguir compartiendo con los demás lo que aprendo y acompañando en el camino de la vida.
Pero también es ir hacia dentro de mí misma para comprobar la sabiduría adquirida a través de mis pacientes. Y este es un equilibrio importante, aunque no siempre sea fácil.
Adaptarse significa que mi mente es flexible, que cuando estoy en consulta, no me aferro a creencias, juicios ni opiniones.
Es acudir a sesión desde mi corazón, sintiendo, observando y adaptándome a lo que el otro necesita y no a lo que yo he podido planificar para trabajar en esa sesión en particular.
Porque eso me ocurre a veces… comenzamos a trabajar algo para lo que la otra persona aún no está preparada o han surgido nuevas cosas que debemos incorporar a la sesión.
En lugar de frustrarme por no poder seguir mi guión, simplemente escucho y escucho desde mi corazón.
Porque en la vida no hay guiones… solo podemos ir adaptándonos a lo que la vida nos trae.
Y esta enseñanza me está ayudando mucho en mi vida… porque ahora vivo conscientemente.
Siendo consciente de mis heridas
Uno de los falsos mitos que existen en torno a los psicólogos, es que no tenemos heridas emocionales, que nuestra vida ha sido ejemplar y apenas hemos sufrido.
Si esto fuera así, no podríamos acompañar a nadie.
Porque es el sufrimiento y las heridas, el lugar desde el que puedo movilizar mi compasión y recursos como terapeuta.
Lo importante es que los psicólogos seamos conscientes de nuestras heridas, porque cuando no lo somos, actúan en silencio.
Y sanar nuestras heridas es un paso esencial en el camino de un terapeuta flexible y consciente.
Te diría que son mis heridas de la infancia las que me permiten aproximarme a tu sufrimiento con más cuidado… porque sé lo mucho que duele algo que no se expresa en el cuerpo, pero que se siente profundamente.
Y acompañando a otros, la niña herida que vive en mí, vuelve a la vida… a veces me muestra el miedo, a veces la tristeza, otras veces el enfado. Porque en la terapia, el paciente es un espejo para mí y yo para él o ella.
Y de esta manera, avanzamos de manera conjunta, seguimos conociéndonos y evolucionando.
La clave está en cuidarme y sanar las heridas que la vida me va mostrando.
El gran secreto: la meditación
Para ser un terapeuta flexible, que se adapta y se hace consciente de sus heridas, necesitamos una herramienta que nos ayude.
Y para mí, esa herramienta de auto-conocimiento, es la meditación.
Me he dado cuenta de que cuando estoy estresada, me desconecto de mí misma.
Y cuando me desconecto de mí, las cosas no fluyen como siempre. Todo me cuesta más.
He descubierto que la meditación crea un espacio en mí… un espacio de calma y serenidad que necesito para integrar lo que va surgiendo.
La meditación es un espacio en el que puedo moverme libremente, en el que observo mi mente y en ocasiones me agobia, pero en otras me libera.
Uno de los beneficios de la meditación habitual, es que dejo de creerme todo lo que la mente me muestra. Porque he comprendido que mi mente está aislada de la realidad y solo puede imaginar lo que ocurre o lo que ocurrirá fuera de mí.
También me he dado cuenta de que buena parte de lo que mi mente imagina o anticipa, pocas veces se cumple. Por eso debo observar mi mente con cierta distancia emocional, sin creerme todo lo que me muestra.
Y todo esto es lo que me permite ser una terapeuta flexible, que se adapta a cada paciente, a cada historia, a cada vida.
Si crees que te vendría bien iniciar un proceso de transformación profunda, solo tienes que escribirme haciendo click aquí.
Ser flexible es una opción que escojo cada día