Vivimos en un mundo tridimensional donde creemos que todo lo que existe, es materia. Creemos que este mundo está hecho de materia porque nuestros sentidos no lo dicen… y nosotros hacemos caso de nuestros sentidos.
¿Pero y si te dijera que hay mucho más que este mundo material y físico?
¿Y si te dijera que en realidad la mesa sobre la que escribo estas palabras y la silla donde estoy sentada, son solo átomos que vibran?
Los átomos son paquetes de energía que vibran constantemente y que se unen para crear cosas más grandes que ellos mismos. Lo que separa nuestra conciencia del mundo que nos rodea, es la energía. En realidad nuestro cuerpo y cerebro se convierten en traductores de estas energías, recreando en nuestro interior el mundo que está más allá de nosotros mismos.
El budismo nos indica que existe una gran diferencia entre la manera en que percibimos el mundo y la auténtica realidad de las cosas. Tendemos a pensar que las cosas y nosotros mismos somos de una determinada manera, pero la verdadera naturaleza de las cosas, no es tan definible ni perdurable como creemos. De hecho indican que todo cuanto existe, cualquier suceso e incluso el tiempo, no es independiente de nosotros.
Lo que nos revelan las enseñanzas antiguas, es que no somos entes separados unos de otros. Todo está relacionado, todo está unido
En el mundo cuántico, nos adentramos aún más en los átomos para explorar un universo minúsculo pero enorme a la vez. En este universo nos encontramos con los “cuantos”, las partículas más pequeñas que se estudian (por el momento). Y esta perspectiva tan específica, nos ayuda a comprender que el estado natural de un cuanto es una onda de probabilidad… es decir, que esa partícula minúscula puede hacer cualquier cosa, porque todo es posible para ella.
Lo curioso es que cuando observamos cómo se comporta esa partícula, hacemos mucho más que observar… participamos en su conducta, decidimos (de manera inconsciente) qué hará esa partícula. Y esto nos hace recordar la importancia de la observación y me lleva a comprender por qué es tan importante la meditación y vivir conscientemente.
El mundo cuántico y la mente
Si las unidades básicas en que está formada la vida física, se comportan de un modo u otro dependiendo de quien observa… ¿los seres humanos (en toda nuestra complejidad), tenemos un papel activo en lo que nos ocurre, decidiendo la probabilidad que se materializará en nuestra vida?
Para comprender mejor este tema, me voy a la mente, mi tema favorito.
Yo sé que nuestra atención es la que da vida a las cosas que sentimos y pensamos. Y cuando atendemos, observamos y al observar, nos hacemos conscientes.
En mi trabajo veo cada día cómo todo depende de la perspectiva que tomemos, todo depende de que nos hagamos conscientes de hacia dónde dirigimos nuestra atención.
Cuando decido dedicar mi tiempo y atención a las preocupaciones, éstas se hacen más grandes, me enredo en ellas. Pero cuando me hago consciente de mis pensamientos y respiro o medito, soy yo quien decide hacia dónde se dirigirá mi atención y por tanto toda mi energía.
Y me doy cuenta de que todo depende de mí… depende de que sea consciente de dónde estoy, de lo que siento y pienso. Y eso me devuelve todo el poder personal que estaba oculto. La realidad en la que vivo, la construyo yo cada día. Y los ladrillos que uso para construirla son…
Mi atención
El siglo XXI nos está haciendo hiperactivos. Estamos acostumbrados a la multitarea. Sentimos que nos falta tiempo en el día para hacer todo lo que queremos y eso nos lleva a sobrecargar nuestro cerebro… por eso escuchamos un libro al tiempo que cocinamos, nos perdemos en nuestros pensamientos cuando fregamos o hablamos por teléfono al tiempo que hacemos otras tareas.
Esto nos lleva a sentir que no estamos centrados… y es que esa es la realidad.
Nuestro cerebro no está preparado para la multitarea, la realiza porque le obligamos a ello, pero a nuestro cerebro le gusta centrar toda su atención en una sola cosa.
Debes comprender que sus recursos de energía son limitados, y si dividimos esta energía en dos, la cantidad de atención que podremos prestar a cada tarea, será menor, lo que nos llevará a cometer más errores o a no poder fijar adecuadamente la información procesada en nuestra memoria.
Cuando queremos abarcar más cosas de las que podemos, comenzamos a sobrecargarnos y al final es el mundo exterior el que nos dice lo que tenemos que hacer, perdiéndonos a nosotros mismos.
Por eso la práctica de la meditación y la respiración consciente son tan potentes, porque nos ayudan a echar el freno, nos permiten centrar nuestra atención en una cosa y eso nos calma, nos hace sentir que hemos encontrado nuestro hogar, el lugar al que acudir cuando necesitamos refugiarnos de nosotros mismos.
Si no soy capaz de parar, si siempre estoy ocupada, no puedo escuchar bien a mi cuerpo, que me da señales de lo que ocurre en mi mente. Si no me relajo, no podré hallar la calma, no podré encontrar mi isla de la serenidad… que siempre está en mí y que puedo viajar hasta ella a través de mi respiración.
Mi conciencia
Definir la conciencia no es fácil, aunque podría ser algo como… “Conocimiento que tiene el ser humano de su propia existencia, de sus estados (emociones, pensamientos) y de sus actos (conductas)”.
Cuando hablo de ser consciente, me refiero a que debemos observar con detenimiento lo que ocurre dentro de nosotros y esto solo lo logramos desde la calma. Si estamos preocupados, no podremos observar, tan solo reaccionaremos a nuestro malestar, si sentimos una emoción muy intensamente, nos quedaremos atrapados en ella.
Pero cuando nos calmamos, cuando conectamos con nuestra respiración y la observamos, comenzamos a comprender que la vida es esta paz y serenidad… que nosotros somos calma, que todo está bien porque todo depende de nosotros.
Este ha sido un gran descubrimiento que he hecho este último año… que cuando yo estoy bien, cuando vivo desde mi calma y serenidad, todo está bien fuera de mí, porque el mundo que me rodea es solo una proyección de lo que vive en mí.
Cuando estoy en mí, cuando vivo desde mi serenidad, no quiere decir que no ocurran cosas inesperadas… esas cosas llegan, porque no puedo decidir yo sola lo que ocurre fuera de mí… porque toda la humanidad co-creamos la realidad que nos rodea.
Pero cuando vivo en mí, ya no juzgo las cosas como “malas”, sé que cada situación que llega hasta mí, me está enseñando, porque tengo muchas lecciones que aprender y por eso suceden cosas inesperadas, incluso cosas que me hacen sufrir. Pero yo decido que ese sufrimiento me enseñe en lugar de hundirme.
Mis emociones
Son mis aliadas y amigas. He dejado de luchar contra mis emociones, ahora las observo y escucho. Las escucho en mi mente a través de los pensamientos y el diálogo que tengo conmigo misma. Pero también las escucho en mi cuerpo, siguiendo las pistas de dolores o molestias que llegan hasta mí.
Pero esto solo puedo hacerlo cuando dirijo mi atención hacia mi interior, cuando me escucho y observo. Y eso lo consigo con la meditación y la respiración. También lo logro cuando vivo en el presente, cuando estoy en mí al hacer tareas cotidianas como cocinar, fregar o lavarme los dientes.
Y cuando convivo con mis emociones, no las rechazo ni intento prolongarlas, no las alimento y permito que sigan su curso natural de expresarse y fluir. Porque sé que las emociones no quieren quedarse conmigo mucho tiempo.
Mis pensamientos
En ocasiones los pensamientos surgen solos y muchas personas viven en ese “piloto automático” de dejarse llevar por los pensamientos. Pero todos podemos hacernos conscientes de estas producciones mentales y podemos decidir no entrar en esos bucles que en ocasiones se crean.
Pero para lograr esto, debes dirigir sabiamente tu atención y también comprender que creas tu realidad en base a los pensamientos que hay en ti. Los pensamientos son bocetos de tu realidad, por eso debes cuidarlos, porque tu realidad será tal y como la hayas creado en tu mente.
Crea una vida de abundancia, calma, serenidad, amor, gratitud y compasión. Vive desde estas emociones tan potentes y crearás todas esas cosas fuera de ti, porque la realidad tridimensional es una proyección de lo existe dentro de ti.
Tú decides cómo se comporta cada partícula del universo en que vives… decide sabiamente, dirige tu atención, conciencia, emociones y pensamientos hacia donde quieres estar.
Recrea dentro de ti el mundo que quieres vivir fuera