En el budismo, se habla de hacer el bien a los demás para vivir en equilibrio y en paz. Sé que este concepto puede ser difícil de aplicar en el mundo occidental, con tanto estrés.
El estrés nos hace egoístas porque si está en riesgo mi vida, tengo que sobrevivir. Y mi supervivencia está por encima de la supervivencia de los demás. Por eso solo podemos dar a otros cuando vibramos en paz, amor, armonía y equilibrio.
La Bodhichitta es la aspiración de alcanzar el completo despertar para el beneficio de todos los seres sintientes. Nos habla de la bondad y de nuestra capacidad para ayudar a otros en el camino de la vida.
Los elementos de la bodhichittason: mente altruista, mente bondadosa y buen corazón (compasión). Estos tres elementos deben ser desarrollados para ayudar a los demás.
Podemos tomar refugio en la bodhichitta para vivir desde nuestro centro y esencia, ayudando al otro. Y algo interesante, es comprender que nosotros también necesitamos nuestra bondad y compasión, porque no podemos dar a otros lo que no tenemos en nuestro interior.
La mente altruista
Podemos ayudar a otros cuando lo necesitan, pero el verdadero altruismo, supone ayudar a otro aunque para ello tengamos que hacer algún sacrificio personal que incluso puede suponer un riesgo para nuestra vida. Es así como comenzamos a vivir estando al servicio de los demás.
Hay quien dice que un acto altruista que nos hace sentir bien, en el fondo es un acto egoísta. Yo no opino así, creo que un acto altruista donde dejamos de pensar en nosotros o incluso tenemos que sacrificar algo importante, es un acto de amor.
Este acto de amor no queda invalidado por la satisfacción sentida después, de hecho esa emoción es la que nos asegura mantenernos al servicio de los demás.
Este acto de amor no queda invalidado por la satisfacción sentida después, de hecho esa emoción es la que nos asegura mantenernos al servicio de los demás.
En ocasiones ayudamos a otros en exceso, tanto que nos olvidamos de nosotros, de nuestras necesidades. Y un síntoma de este altruismo patológico es que terminamos tratando mal a la persona que ayudamos. Esto es bastante común entre los cuidadores de personas dependientes y se produce por una sobrecarga emocional.
Para el budismo, la verdadera naturaleza humana, es la de ayudar de manera desinteresada a los demás, sin buscar un beneficio egoísta. Ayudamos porque nos preocupamos por los demás.
La mente bondadosa
En el budismo, también se le llama “Bondad amorosa”, creo que este es el verdadero corazón de la Bodhichitta.
La bondad amorosa es el deseo de que todos los seres sintientes sean felices. Es un profundo sentimiento de amor desinteresado que dirigimos a otras personas.
Thich Nhat Hanh, indica que en ausencia de comprensión, el amor es imposible. Y que para conocer y entender a los demás, debemos ser empáticos y ponernos en su lugar.
Para mí, vivir desde la bondad amorosa, supone escuchar de manera compasiva y hablar de manera bondadosa. Y para ello, debemos abandonar nuestra necesidad de escuchar para responder al otro. Debemos sustituir nuestra actitud de ataque, por otra de atención, de conexión y comprensión, viviendo dese nuestro corazón.
La bondad amorosa nos ayuda a ser más amables con nosotros y con los demás. Nos ayuda a abandonar los juicios y dejamos de controlarlo todo, incluso abandonamos la necesidad de controlar a los demás para que hagan lo que nosotros deseamos. Aprendemos a apreciar la libertad interna y la de los demás.
Un corazón amoroso comienza a construirse desde dentro, siendo compasivo contigo mismo, sanándote desde dentro, cuidándote y dedicándote tiempo aunque eso suponga ponerte tú por delante de las necesidades de otras personas. Cuando nos cuidamos, somos capaces de cuidar mejor de los demás. Por eso todo comienza primero en ti y se extiende después a los demás.
El desarrollo de la bondad amorosa hacia uno mismo, se llama “maitri” y eso nos permite desarrollar una actitud compasiva hacia nuestro dolor y hacia el de otras personas.
Tras desarrollar esa bondad amorosa en nosotros mismos, debemos entregar y compartir ese amor que hemos creado. Porque cuando damos amor, el amor crece y de esta manera la bondad amorosa es ilimitada e infinita.
El buen corazón
También llamada compasión, es el profundo deseo de que todos los seres sintientes, estén libres de sufrimiento (incluida yo).
Cuando reconocemos el sufrimiento en otra persona, es momento de cultivar nuestra compasión. Porque la compasión nace de hacernos conscientes de la presencia del sufrimiento. Para el budismo, al hablar de compasión, debemos comprender antes los tres tipos de sufrimiento que existen y que nosotros también experimentamos.
Tal vez te estés preguntando cómo puedes sentir compasión. La clave está en la serenidad, porque cuando estás en calma, puedes sentir el amor que hay en ti y ese amor puede transformarse en compasión.
Como indica Gregg Braden, desde el punto de vista Tibetano, aquello que nos conecta con cada criatura y a cada cosa que existe en el universo, es la compasión. Para los monjes budistas tibetanos, la compasión es algo que experimentamos en nuestro cuerpo y mente y al mismo tiempo es una fuerza enorme de la naturaleza que conecta todas las cosas y a todos los seres sintientes, es una energía entrelazada en el propio universo.
La compasión también promueve que nuestro cuerpo segregue oxitocina, la llamada “hormona del amor”. Esta hormona está presente en nuestro organismo cuando mostramos empatía y conductas prosociales de ayuda, ante el apego, confianza y compasión. De modo que no solo nuestra mente siente compasión, nuestro cuerpo vibra en amor y compasión.
Para el budismo, la auto-compasión debe ser cultivada desde…
- El cuerpo: cuidándolo, dejando que descanse.
- La mente: no luchando con pensamientos y emociones ni aferrándonos a ellos.
- Las emociones: ser conscientes de que las emociones nos ayudan.
- Las relaciones personales, siendo amables.
- La espiritualidad: yendo más allá del mundo físico para hacernos conscientes de que todos estamos conectados.
Refugiándome en la Bodhichitta
Puedo hacer varias cosas para refugiarme en el corazón del amor, el altruismo y la compasión…
- Ser compasiva conmigo: Darme tiempo, descanso, respirar con consciencia, acudir a la naturaleza.
- Ser compasiva con otros: Escuchar, estar presentes, estar disponibles, comunicación amorosa.
- Ser compasiva en el conflicto: regulando mis emociones, respirando, escuchando al otro y no actuando.
- Desarrollando mi gratitud: Gratitud por existir, por quien soy, por mis seres queridos, por lo que hay en mi vida.
Cada uno de nosotros tenemos el poder de elegir desde dónde vivimos… desde el amor o desde el miedo, desde la prosperidad o desde la supervivencia. ¿Desde dónde vives tú?
“Tú mismo, tanto como cualquier otro en el universo entero, mereces tu amor y afecto”
– Buda –