El consuelo emocional

El ser humano es una especie única en el planeta. No solo sentimos una extraordinaria variedad de emociones, también podemos comunicarlas a otros seres. 

Las emociones sigue siendo igual de esenciales hoy, que hace miles de millones de años, cuando el primitivo cerebro humano comenzó a ser construido. 

Para esos seres humanos primitivos que fuimos, las emociones lo eran todo… nos avisaban de peligros y nos permitían sobrevivir. En una etapa en la que el pensamiento racional aún no se había formado, lo único que guiaban nuestros pasos, eran las emociones. 

Después llegó la mente racional, la gran aliada de las emociones. Así, nos convertimos en seres capaces de sentir y de regular lo que sentíamos. 

Y muchos milenios después, la humanidad del siglo XXI, excesivamente tecnológica, ha acabado por tener miedo de sus propias emociones. 

Nos hemos convertido en analfabetos emocionales, no sabemos apenas nada de nuestras emociones… cómo se sienten en el cuerpo, sus funciones, sus mensajes ni siquiera sabemos cómo regular nuestro malestar. 

Todo ser humano desea ser feliz y evitar el sufrimiento. Pero nos hemos convertido en magos de la evitación… evitamos sentir tristeza, evitamos sentir dolor emocional, evitamos el sufrimiento. Y paradójicamente, al tratar de evitar todo esto, es precisamente cuando más sufrimos. 

Mucho se habla de gestión emocional, pero poco de sentir la emoción y de darnos consuelo. Y para mí, esas dos partes son las esenciales. 

El consuelo para cosa del siglo pasado, tal vez porque sentimos que tiene que ver con comprendernos, ser amables y compasivos con otros y con nosotros mismos, tal vez porque lo asociamos a la vulnerabilidad y sensibilidad… lo que más tememos.

El consuelo nos habla de espacio, de presencia, de escucha, de aceptar toda emoción, de sentir plenamente lo que estamos sintiendo. Por eso el consuelo es tan importante para nuestras emociones, porque nos permite sentirlo todo. 

Consolándome a mí

A veces nos confundimos… a veces nos consolamos a través de la comida, la bebida, el sexo, el tabaco, las drogas o cualquier cosa a la que podamos acudir para evadirnos. 

Pero se nos olvida que el verdadero consuelo, solo puede venir de nuestro interior. El resto, solo son sustitutos, parches que tratamos de poner para dejar de sentir o llenar un vacío que sentimos en el cuerpo, pero que pertenece al alma. 

Curiosamente, siento que me consuelo a mí misma cuando me permito sentir lo que estoy sintiendo, cuando dejo que la emoción llegue a mi cuerpo, a mi mente, a mi piel. Cuando dejo que la emoción me guíe, me susurre lo que necesito saber. 

Y al dejarme espacio, al escucharme profundamente, al llorar, al estremecerme, libero la energía de la emoción que contenía en mi cuerpo, libero mi mente de toda prohibición y empiezo a sentir la armonía propia del equilibrio emocional. 

El consuelo emocional de una persona altamente sensible, puede ser desgarrador por la intensidad con la que sentimos nuestras emociones… pero siento que necesitamos rompernos, expulsar toda tristeza, toda lágrima, toda ira, toda decepción y alegría para poder seguir viviendo con la intensidad con la que lo hacemos. 

Y es que me permito bajar un rato al pozo de la tristeza y de las lágrimas… pero soy cuidadosa al no encariñarme demasiado con ese estado de mi ser. Sé que el pozo está ahí solo para que vaya de vez en cuando, no para que viva en él. 

Mi consuelo emocional consiste en…

  • Sentir mi emoción.
  • Darme un tiempo para conectar con la emoción (mejor con los ojos cerrados). 
  • Darle salida a la emoción (a través del llanto, la escritura, de dejar volar mi mente). 
  • Sentir la paz que me acompaña cuando la emoción fluye, cuando me he consolado. 
  • Permitirme descansar, acudir a la naturaleza, meditar. 

Este proceso no tiene por qué ser igual para ti, por eso  animo a que busques tu manera única de consolarte. 

Consolando a otros

El consuelo a otros es una de las cosas que hago a diario en mi trabajo… hay paciente que requieren más consuelo que otros, pero incluso cuando el otro está feliz, consolar y acompañar en la emoción, es muy efectivo. 

He aprendido que el consuelo a otras personas, se basa en cosas sencillas…

  • La presencia: Cuando estoy presente, lo estoy en mente y cuerpo. Dejo a un lado toda preocupación o pensamiento relacionado con mi vida y pongo a disposición de la otra persona, toda mi atención, mis sentidos e incluso mi piel. Mi presencia está llena de empatía, de compasión y de amor. Mi presencia crea un espacio seguro en el que el otro puede expresarse, puede ser quien es. 
  • La escucha: Al estar presente, la escucha es plena y consciente. La empatía nos permite no solo comprender las palabras, nos ayuda también a entender lo que hay más allá de ellas… los silencios, las palabras no expresadas, los gestos, la mirada. Y esta escucha profunda, es transformadora porque nos convertimos en un ser que está en disposición para el otro, sin esperar nada, sin reclamar nada.
  • La ausencia de juicios: El consuelo ha de estar ausente de juicios, o no será un consuelo real. En nuestra presencia, podemos liberarnos de toda crítica y juicio, podemos conectar con la vulnerabilidad ajena, que es un reflejo de la propia. Al no juzgar, el otro puede ser quien es, se puede expresar con todo lo que carga dentro de sí. La ausencia de juicios es liberadora. 
  • El apoyo incondicional: El consuelo trata de esto, de apoyar al otro en sus procesos emocionales, por difíciles que sean. El apoyo incondicional no impone nada, acepta todo. Y es desde este estado, desde el que nos abrimos, nos sinceramos y mostramos nuestra vulnerabilidad, porque sabemos que no nos harán daño. 
  • La ausencia de consejos: Tendemos a pensar que la escucha debe acabar con un consejo. La realidad es que un consejo no solicitado, suele ser mal aceptado. Por eso evita dar consejos. Cada persona es única y cada cual ve la realidad desde unas gafas únicas. Acompaña, escucha, da herramientas al otro, pero evita los consejos, especialmente si no han sido solicitados. 

Los ladrillos del consuelo

Creo que hay tres ladrillos esenciales para el consuelo a otros y a nosotros mismos…

EL AMOR: Es la emoción que nos impulsa a consolar a otras personas y la que debería impulsarnos a consolarnos a nosotros. El amor es atención, es dedicar tiempo, es sostener, es quedarnos con nosotros incluso cuando nos sentimos exhaustos. El amor es en sí mismo, el mejor consuelo. 

LA AMABILIDAD: Trátate con amor, con cariño, trátate como tratas a los demás. Sé amable con otros, cuida tus palabras y tus actos, lo que marca la diferencia es tu intención al hacer las cosas. 

LA COMPASIÓN: Busca tu mayor bienestar, busca tu felicidad. Cuando eres compasivo contigo y con otros, alejas las sombras del sufrimiento y permites que llegue la serenidad y la paz. 

Puedes incorporar el consuelo emocional en tu día a día, ahora solo tienes que seguir los pasos que he compartido aquí contigo. 

“A veces, cuando las cosas se están desmoronando, es posible que se estén acomodando”

–  Autor desconocido –

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