Conectar con uno mismo, es lo más natural… y lo más difícil.
No nos han enseñado a estar en contacto con quienes somos… con nuestro cuerpo y mente, con nuestro ser esencial.
Hemos aprendido a conectarnos demasiado con los demás y a perdernos a nosotros mismos por el camino. Nos han enseñado a evadirnos para olvidar, en lugar de mirar de frente a las dificultades y al dolor.
Todo ser humano desea evitar el sufrimiento y el dolor… es lo natural. Pero de ahí a huir desesperadamente de las sensaciones desagradables e incómodas, hay un camino demasiado largo.
Si siempre huimos, jamás podremos conectar con el ser que somos en esencia. Porque sentirnos y mirarnos a nosotros mismos, duele, da miedo, está lleno de cosas que no nos gustan.
Pero hemos olvidado que la calma, la paz y una vida con sentido, están justo detrás del dolor y lo desagradable.
Más que una vida llena de felicidad pasajera, prefiero vivir una vida con sentido, donde me puedo sentir en paz conmigo misma cuando cierro los ojos y buceo en mis profundidades.
Hay tres pilares esenciales a través de los cuales me conecto conmigo misma…
El cuerpo
Nuestra experiencia en este planeta y en esta dimensión, depende del cuerpo… que nos limita y nos hace experimentar emociones que lo cambian todo.
Nuestro cuerpo es una magnífica máquina biológica que ha tardado milenios en ser como es. Y aunque el siglo XXI es más tecnológico, nuestro cuerpo sigue viviendo en la selva. Por eso hay tantas cosas de él que no entendemos, porque nuestra mente ha olvidado el origen del cuerpo físico.
Hace unos años, descubrí lo importante que es la respiración para vivir una vida equilibrada. Este saber antiguo, se nos ha borrado de nuestra memoria. Y por eso llevamos a cuestas tantos problemas… porque se nos ha olvidado respirar.
Conectar con el cuerpo, es en realidad, conectar con las sensaciones… algunas agradables, otras placenteras y otras tantas desagradables.
Queremos experimentar las sensaciones agradables y placenteras y evitarnos las más desagradables… y no comprendemos que si nos desconectamos del cuerpo, lo hacemos para lo bueno y para lo malo.
Considero esencial, que cada ser humano, observe su cuerpo, lo escuche y pueda interpretar adecuadamente las señales que le envía en forma de sensaciones, dolores o molestias.
Buena parte de mi vida, me la he pasado desconectada del cuerpo por sentir un rechazo hacia él importante. Mi cuerpo nunca ha sido como el de otras niñas o mujeres. Me desconecté tanto de mi cuerpo, que era incapaz de identificar adecuadamente los mensajes tan importantes que me enviaba.
Hace unos años, cuando me introduje en el yoga y en la meditación, empecé a conectar con mi cuerpo desde la amabilidad y la aceptación. Y ahora puedo comprender mejor las señales que me envía el cuerpo.
Ahora sé que cuando siento ansiedad intensa, el cuerpo me lo indica con un nudo en la boca del estómago (el plexo solar), sé también que cuando el estrés empieza a visitarme, tengo un leve insomnio. Comprendo que cuando cargo con responsabilidades que no son mías, la zona baja de la espalda me empieza a doler. Y también comprendo que la migraña que se enreda en mi cerebro, es señal de que necesito descanso porque me exijo demasiado.
También he aprendido a escuchar a mi intuición, que me indica con sensaciones esquivas, el camino a seguir. He conectado con un escalofrío que recorre la parte externa de mis brazos y muslos cuando siento una empatía intensa, también comprendo la sensación de gratitud y abundancia en la apertura de mi pecho y la seguridad y confianza en mí misma a través de una profunda sensación de paz y serenidad que invade mi cuerpo y mente.
He aprendido a interpretar estas señales y muchas otras que me envía el cuerpo. Y desde que lo hago, me puedo regular mejor a nivel emocional y he perdido el miedo a las sensaciones desagradables, porque ahora sé que son solo mensajeras que si escucho y doy espacio, se irán cuando ya no las necesite.
Todo este aprendizaje y conexión conmigo misma, lo he realizado desde mi cuerpo… algo impensable para mí hace unos años.
La mente
La mente… la sede de nuestra racionalidad, el director de orquesta que ordena la valiosa información que recibe desde el cuerpo.
Hace unos años, mi mente estaba llena de pensamientos, generalmente negativos. Había mucha crítica, mi dictadora interna se divertía haciéndome sentir incapaz, lo que me provocaba mucha inseguridad.
Mi mente pensante me llevaba a escenarios llenos de temor, a escenas que desearía evitar. En esos momentos, mi mente tenía el control y yo tenía que obedecer y hacer lo que me decía.
Las emociones forman parte de la mente pero también de mi cuerpo. Sentir las sensaciones físicas de las emociones, es lo más difícil, especialmente cuando siento sensaciones desagradables. Es tan intenso… duele tanto, que me ha llevado años aprender a tolerar ese dolor, esa sensación.
Pero cuanto más me expongo a esas sensaciones, soy más capaz de regular mis emociones. Porque la parte más importante de la regulación, consiste en quedarme con la emoción, hacerle espacio en mi cuerpo y atravesarla.
Cuando atravieso la emoción, me regulo, soy capaz de soltar el dolor, la tristeza y empiezo a sanar mis heridas emocionales, porque es mi adulta quien responde, es mi adulta quien abraza y consuela a la niña temerosa que fui.
Comprender que la mayor parte de la regulación emocional consiste en sentir sin huir de las sensaciones, sin tratar de actuar impulsivamente para acabar con esa emoción y dolor, ha sido uno de los grandes descubrimientos de mi vida. Y me sorprende mucho porque en realidad, es un descubrimiento simple… no necesitamos más que nuestra disposición a sentirlo todo, a aceptarlo todo.
La meditación
He de confesarte, querido lector, que los cambios arriba relatados, no los habría conseguido sin esta gran herramienta… la meditación.
Te he hablado mucho ya de la meditación en este blog y más allá de los datos científicos, puedo decirte que siento que se ha producido un cambio tan grande en mi manera de ver las cosas y la manera de sentirme, que hoy soy una persona totalmente diferente a quien fui hace unos años… soy quien siempre he querido ser.
Los cambios de mentalidad son tan grandes, que sin duda sé que la meditación ha cambiado mi cerebro, ha re-estructurado mis redes neuronales y ha reforzado ciertas áreas.
Escribir que hoy soy quien siempre he querido ser, es una gran revelación para mí. Porque recuerdo salir de clase del máster de Psicooncología los sábados a mediodía y sentir quién quería ser… era una sensación más que una idea racional. Y ahora, cuando vuelvo a conectar conmigo, siento que ya he llegado a donde quería.
Vivo una vida en la que puedo acompañar a personas en momentos difíciles y puedo hacerles sonreír, les hago llorar pero es un llanto catártico, sanador, aprendo algo nuevo con cada paciente que atiendo, me vinculo desde un lugar sano, amable y lleno de aceptación… qué más puedo pedir.
Mi ser esencial
Mi ser esencial es todo apertura y aceptación, es puro amor incondicional, es generosidad, es anhelo de acompañar.
Mi ser esencial es esquivo… parece esconderse en el día a día, aunque es el que me guía en mis actos y decisiones.
A veces es difícil escuchar a mi yo esencial por el ruido que hace mi ego… a veces siento tanto miedo, me siento tan confundida, que no sé que hacer… y en esos casos me retiro, me aíslo.
Creo que tiendo a aislarme para encontrarme en un entorno seguro, lleno de calma donde poder escuchar de nuevo la suave voz de mi yo esencial.
Escucho a mi ser esencial cuando me conmuevo al escuchar la historia de mis pacientes, le escucho también en la madre tierra, le escucho cuando respiro, le escucho cuando río, le escucho cuando soy capaz de salir de mis emociones y decido qué hacer y qué decir, le escucho cuando medito y conecto con mi verdadera naturaleza.
Porque sé que soy mucho más que esta piel que cubre mis órganos, sé que soy un ser espiritual y que puedo traer luz a mi vida y a la de los demás.
Este es mi ser esencial… ¿cómo es el tuyo?
“Sólo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú”
– Aldous Huxley –


