Al cerebro humano le gusta lo familiar y conocido, porque se puede manejar mejor y siente que tiene el control de todas las situaciones que vive.
El único problema está en que vivimos en un mundo impredecible, caótico incluso.
La zona de confort hace referencia a aquellas cosas que nos indican seguridad, confianza y control. Porque cuando sabemos hacer algo o afrontar alguna situación, el miedo desaparece. El problema es que en ocasiones, nos quedamos anclados a lo familiar aunque necesitemos desesperadamente un cambio.
Por eso hoy voy a hablarte de lo que hay más allá de la frontera de la zona de confort. Porque cuando salimos de ella y nos expandimos, descubrimos cosas nunca imaginadas.
Acompáñame en este viaje a través de tu interior. Y para que comprendas mejor nuestras paradas, te dejo un esquema que será nuestra guía en el artículo de hoy…

El punto de partida: Lo conocido
Nuestro punto de partida es la zona de confort porque es lo que mejor conocemos. Mucho se habla de esta zona donde todo es conocido. Lo que no siempre nos paramos a pensar, es cómo se ha formado esta zona.
Cada persona tiene ciertas habilidades que sobresalen respecto a otras personas. Este es el inicio de la creación de la zona de confort. Porque aquellas personas que somos pacientes, tendremos una mayor disponibilidad para hacer tareas que requieran esta actitud.
Las habilidades son importantes, pero no lo son todo a la hora de crear esta zona que es tan familiar. Porque para dar uso a esas habilidades, tenemos que practicar, practicar y practicar. Y es así como nos hacemos especialistas en algo… en escuchar, en motivar, en escribir, en soportar un maratón de 5 horas, etc.
Y lo curioso es que cuando empezamos a practicar algo, al principio, es algo desconocido para nosotros, es decir, que nace de la zona de no confort, más allá de las fronteras de la seguridad y el control. Y lo bonito de esto, es que podemos ver cómo creamos la zona de lo familiar a través de lo desconocido, de lo que nos da miedo.
Por eso siempre he creído que la clave no está tanto en salir de nuestra zona de confort, como de ampliarla. De esta manera, iremos incluyendo en nuestra vida cosas que al principio son incómodas, pero que con el tiempo y la práctica, se convierten en algo conocido y que nos hace sentir confianza.
Cuando ampliamos nuestra zona de confort, descubrimos cosas nunca imaginadas, porque más allá de las fronteras y murallas de lo conocido, se encuentra el miedo, pero también el aprendizaje y el crecimiento.
La zona de no confort
Esta es una zona incómoda porque nos confronta con el miedo, con nuestras inseguridades, con las creencias limitantes que tenemos acerca de nosotros mismos, nos confronta con las expectativas propias y ajenas.
Viendo lo que nos suscita esta zona no conocida y no segura, es normal que tengamos reticencias a ampliar nuestros horizontes, porque como nos legó Buda… nadie quiere sufrir.
Somos expertos en buscar excusas para evitar poner un pie fuera de lo que nos es conocido. Y es que siempre que salimos de nuestro refugio, de nuestra cueva, del lugar que es seguro, sentimos que los peligros nos acechan. Por eso es habitual querer quedarnos dentro de lo que nos es familiar y nos hace sentir que tenemos control.
Lo que se nos olvida, es que el refugio se puede convertir en una cárcel y lo familiar se puede llegar a convertir en una fuente de hastío y aburrimiento. Y es en ese momento donde empieza la lucha… la lucha entre quedarme en lo seguro y la necesidad de expandirme.
Para afrontar esta lucha que yo también he sentido en mi interior, hay algo que me ayuda mucho… sustituir el miedo por curiosidad. En lugar de anticipar que salir de mi refugio va a ser una batalla donde lucharé con la sensación de extrañeza y miedo, decido sentir mi exploración fuera de las murallas de la zona de confort, como una astronauta de lo desconocido, llevando conmigo mi curiosidad innata, deseosa de descubrir aquello que no conozco.
Salir de mi zona de confort no siempre supone que me guste lo que hay más allá de la zona segura y será después de explorar el nuevo mundo y las nuevas experiencias, que decidiré lo que incorporo a mi vida y lo que no. Porque expandir mi zona de confort también supone ser consciente de lo que quiero en mi vida y de lo que no quiero.
La zona de aprendizaje
Esta es la zona que en realidad quiero explorar cuando salgo de mi zona de confort. Creo que cada ser humano ha venido a la vida para aprender, ese es nuestro propósito principal… aunque luego haya otros.
En la zona de aprendizaje, afrontaré nuevos problemas y desafíos, pero aprenderé nuevas habilidades y nuevas formas de solucionar los problemas. Es aquí donde soy capaz de expandirme.
El aprendizaje en el ser humano no es fácil. En ocasiones podemos aprender rápidamente ciertas cosas, podemos tener dificultades con algunas lecciones. Normalmente las lecciones que tienen que ver con las emociones y su regulación, con las relaciones interpersonales, con las relaciones de pareja o con la relación con nosotros mismos, son aquellas que más nos cuesta aprender.
Existe una ley universal que nos indica que la vida nos traerá de nuevo las mismas situaciones, hasta que aprendamos a afrontarlas de una manera más saludable y amorosa. De ahí que haya tantas repeticiones en nuestra vida y que a veces nos cueste tanto avanzar en la gran maestra: la vida.
La zona de aprendizaje nos permite salir de la zona de confort y nos ayuda a mantener el equilibrio en la zona de no confort.
La zona de crecimiento
Por último, entramos en una zona que me gusta especialmente… la zona de crecimiento interior.
La zona de crecimiento es profunda… nos permite hallar nuevos propósitos vitales, nos permite alcanzar nuestros sueños, nos da la oportunidad de tener nuevas metas y objetivos vitales.
Esta zona está disponible para todos, pero no todo el mundo decide entrar en ella. Porque el crecimiento interior, duele… duele como nos dolía el cuerpo antes de que nuestros huesos crecieran, duele como cuando tenemos que soltar a la persona amada porque ya no puede seguir a nuestro lado. Y muchas personas anhelan evitar ese tipo de sufrimiento.
Más allá de ese sufrimiento puntual, se encuentra un estado de total equilibrio, de total paz.
Siento que cuando alcanzamos la zona de crecimiento, el resto de zonas cambian… porque lo que nos es familiar es más amplio, el miedo de la zona de no confort nos da menos miedo y la zona de aprendizaje se hace más natural, con menos luchas y más auto-compasión.
Por eso no se trata de salir de nuestra zona de confort, sino de expandirla.
“El caparazón debe romperse antes de que el pájaro pueda volar”
– Alfred Tennyson –