Fluir con la vida es un arte que tenemos la oportunidad de aprender.
El flujo de la vida… es el cambio, el movimiento eterno.
Y esto que puede darnos miedo, en ocasiones nos llena de fuerza porque nos ayuda a comprender que nada dura para siempre.
En mi vida, he tenido épocas en las que sentía que nada ocurría, que todo estaba estático.
Ahora, al vivir conscientemente, me he dado cuenta de que no es que la vida no se moviera, sino que me impedía a mí misma moverme con el flujo vital.
Y eso hizo que me estancara en muchas cosas. El estancamiento siempre es señal de oposición y rechazo.
Porque la vida se mueve… como el río de la fotografía que acompaña a este post.
Esa fotografía fue tomada hace ya 6 años, en Galicia. Es una fotografía de mi hermano y el objetivo de su cámara captó un lugar mágico… un lugar donde seguramente aún habitan las hadas.
Este lugar se llama “Muiños de Verdes”. Y en aquel lugar sentí una conexión profunda con la madre tierra. Noté cómo toda mi energía se alineaba, mostrándome todo lo que podía llegar a ser, aunque por aquel entonces no me lo creyera aún.
El sonido del agua fluyendo por el río, es hipnótico. Siguiendo el torrente que fluye, me di cuenta de que la vida es más sencilla de lo que pensamos.
Las siguientes palabras que comparto contigo, han sido escritas por mi corazón y espero que también llenen el tuyo.
El río de la vida
La vida es un río. Y el caudal del río siempre fluye, cada gota de agua sigue su camino, acompañada por otras gotas, pero solitaria en sus descubrimientos.
La gota a veces se confunde y no sabe quién es o lo que quiere. A veces incluso cree haberse perdido, haber tomado un camino que no era el suyo.
Pero al final, esa gota, cuando se torna consciente, se da cuenta de que todo tiene sentido, que incluso lo que pensaba que era un mal camino, se convierte en el único sendero que podía transitar para seguir adelante.
Y al hacerse consciente esta gota, se da cuenta de que está en el lugar correcto y en el momento adecuado, que todo es perfecto tal y como es. No tiene que fingir ser algo diferente de lo que es ahora, no necesita ser como las otras gotas porque es perfecta tal y como es.
De esta manera acepta cada recodo del trayecto, acepta su propio grosor, acepta el recorrido del río de la vida y lleva consigo su mejor actitud… la curiosidad.
Y también se da cuenta de algo importante en este trayecto… es consciente de que forma parte de algo más grande que sí misma, de ese río que terminará desembocando en el mar, convirtiéndose en infinitud.
El destino de cada gota, es desembocar de nuevo en el mar, pero sin olvidar que antes fue nube, que penetró la roca de la montaña, que alimentó a los árboles y que finalmente se convirtió en río para alcanzar su destino final, el mar.
Y esa gota consciente, también se da cuenta de algo importante… que al ser gota de mar, volverá a la nube y a hacer el recorrido que ya ha hecho antes. Porque la vida es un ciclo eterno.
Yo soy gota de este río y tú también. La gota no lucha, se deja llevar por el flujo y reflujo, se adapta al terreno que atraviesa, se permite ser como es porque sabe que no puede fingir.
El agua nos muestra la importancia de la persistencia, de cómo una gota tras otra, es capaz de desgastar hasta la piedra más dura. Lo que nos indica que todo cambia, nada es estático, ni siquiera lo que parece imperturbable.
Mi vida es un río y yo soy una gota… a veces solitaria, a veces acompañada. Siempre fluyendo e intentando ser yo misma.
En el devenir de la vida… todos somos gotas, todos fluimos