El invierno llega lentamente, se cuela en nuestras vidas en silencio, extendiendo una suave capa de niebla que nos avisa de un nuevo ciclo, uno en el que reducir el ritmo, un ciclo en el que descansar y recuperar energía antes de volver a la vida.
El invierno se adapta bien a mi personalidad… serena, silenciosa, llena de quietud.
Siempre me han gustado las etapas en las que parece que no ocurre nada, aunque por dentro todo se revoluciona.
Siento que la vida es así… con etapas de quietud, momentos en los que replegarme en mí misma, haciendo voto de silencio incluso con mi mente. Y en ese silencio, me descubro. Siento que en mí, como en el invierno, se produce un silencio sagrado.
Ese silencio sagrado, viene de observarme con curiosidad, parte de mi faceta aprendiz, porque en el fondo sé que no sé nada… ni siquiera de mí misma.
Me gusta ser como la nieve… que cae copo a copo, lentamente, pausadamente… sin prisas. Pero con paciencia y constancia, la nieve se amontona y crea paisajes espectaculares. Me encanta el silencio en la ciudad cuando nieva… es un silencio lleno de paz y de un leve sonido de los copos de nieve al caer y posarse sobre la tierra.
Y en ese silencio, me puedo escuchar con más claridad… conectando con lo que siempre he sabido que hay en mí… conciencia infinita. Esta conciencia que observa, que escucha, que siente, pero que no se confunde con el ojo que mira, con el oído que escucha ni con el cuerpo que siente.
La conciencia infinita
Mi conciencia es eterna, siempre ha existido y siempre existirá. Este profundo sentir de que formo parte de algo más profundo, amable y bello que yo misma, es tranquilizador, es un apoyo silencioso que se cuela por cada poro de mi piel y que me hace trascender el día a día.
En ocasiones… solo en ocasiones, puedo sentirme conectada a una conciencia o una energía más grande que yo misma. Mi corazón resuena con esta conexión profunda a la Tierra y al cosmos, mi mente se llena de paz y serenidad y mi alma se regocija, feliz.
Mi conciencia me permite ver la cadena llena de eslabones que es mi vida. Cada eslabón es una decisión, una consecuencia, una acción. Y me hago consciente de que la cadena de mi vida, ha sido creada por mí misma. Un eslabón da lugar al siguiente.
Y también he aprendido mucho sobre la redención… puedo haber tomado una decisión no acertada del todo, pero siempre puedo aprender de ello y no repetir lo que siento que no es apropiado para mí. La redención me libera a través de la aceptación.
La cadena de mi vida es interesante… por eso me gusta mirar atrás y observar… observar quién fui, observar cómo me he transformado. Y me he dado cuenta de algo importante… que siempre he actuado guiada por mi corazón.
Puede ser que en ocasiones me haya equivocado… es normal, soy humana. Pero de cada error saco un aprendizaje, corrijo mis siguientes pasos y así es como la cadena que es mi vida, ha ido evolucionando.
Mi conciencia es el testigo inmutable, es el espectador y no el protagonista. Y desde el asiento de este cine improvisado, puedo observar el desarrollo de mi cadena vital y también el desarrollo de las cadenas vitales de otras personas… porque mi profesión me permite sentarme en esta butaca y ser testigo sin juicios de lo que ocurre.
En invierno, siento que puedo ser espectadora, que no es necesario actuar tanto, que puedo relajarme, observar y dejar ir aquello que no es mío ni me pertenece. Me gusta el invierno y su quietud.
El verdadero origen de la Navidad
Mucho se ha hablado de la Navidad. Más allá de las creencias religiosas, hay algo indudable… La navidad marca el final de un ciclo y el inicio del siguiente.
Es en estas fechas que se produce el solsticio de invierno. El 21 de Diciembre, es el día más corto del año porque hay menos horas de luz, prolongándose las horas de oscuridad. Señal inequívoca del descanso.
La oscuridad a veces nos aterra porque no podemos ver. Y al estar rodeados de tinieblas, solo podemos confiar en nosotros, en nuestra luz interior para guiarnos en el mundo que nos rodea.
A nivel espiritual, el solsticio de invierno se asocia a un nuevo renacer. Para los celtas, esta festividad se llama Yule y se extiende desde el 21 de Diciembre al 1 de Enero. Por lo que el origen de la Navidad, está íntimamente relacionada con los ritmos y ciclos de la Tierra, nuestro hogar.
Esta celebración celta consistía en recargarnos de la nueva energía que emanaba de la propia madre Tierra, dejando atrás los momentos difíciles para re-iniciarnos. Es un momento para soltar, para dejar ir el pasado y seguir caminando, aprendiendo.
Es también un tiempo para descansar y compartir momentos en familia, alrededor de la hoguera. Puede que en nuestros hogares ya no haya hogueras, pero el calor de los momentos compartidos, pueden ser igual de importantes.
A lo largo de los años, he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas de la Navidad… aunque las más grandes me abrumen. Hoy, quiero compartir contigo estos descubrimientos que me permiten conectar con el verdadero espíritu de la Navidad para mí…
- Descansar para verlo todo en perspectiva… Llevo un par de años tomándome libre la última semana de Diciembre. En parte porque mi cuerpo y mente me lo piden, en parte porque me gusta re-conectar conmigo misma antes de empezar otro ciclo vital. Es en esos momentos en los que me doy cuenta de que la vida son muchas cosas, no solo mi profesión. Y eso me ayuda a verlo todo en perspectiva y a ponerme a mí misma y mis necesidades como una prioridad.
- Mirar las luces de navidad en el árbol… Es algo hipnótico para mí. Me siento en un sillón frente al árbol de navidad y dejo que mis ojos se posen en las luces que brillan y se mueven. Siento que es como cuando miro las llamas de una hoguera… mi cerebro comienza a funcionar en unas ondas diferentes, llenas de paz y serenidad. Observar el reflejo de las luces en las bolas del árbol, me hace recordar que mi realidad es una proyección de lo que brilla en mi interior. Y así vuelvo a recordar que yo soy quien creo mi realidad… desde dentro.
- Sentir el sol de invierno en mi piel… Una de las sensaciones que más me gustan, es la de estar al aire libre, rodeada de frío, mirar el cielo lleno de nubes y sentir que el tímido sol se asoma por un pequeño hueco entre nubes. Esos rayos que tocan mi piel, son como el agua que hidrata la tierra… y siento que la luz y el calor se extienden en mi interior, sin barreras. Hay algo mágico en la suavidad del sol invernal.
- Disfrutar de los momentos compartidos con mis seres amados… Soy una persona muy familiar, me gusta pasar tiempo con mis seres queridos. Me gustan las conversaciones que se alargan horas más allá de la comida, adoro escuchar a otros para asomarme a su universo único. Disfruto del tiempo compartido con mi madre en la cocina, haciendo comida para ser compartida. Y es que siento que en mi vida hay algo esencial… compartir, es lo que da sentido a todo.
- Soltar para seguir avanzando… Siento que el final del año va de esto… de soltar lo vivido para seguir avanzando, para no llevar una excesiva carga conmigo. Siempre me gusta pararme a final de año, hacer un repaso de lo vivido, de lo sufrido, de lo disfrutado y de lo aprendido. Solo así estoy en disposición de actualizar quién soy ahora y de seguir avanzando, aprendiendo, cayendo y levantándome. Porque sé que el camino de la vida no es recto y que las subidas y bajadas, me van puliendo para llegar a ser quien puedo llegar a ser.
Te invito a buscar el verdadero significado del invierno y la Navidad para ti. Así te descubres, así te conoces.
El silencio sagrado del invierno me nutre