Vivimos en piloto automático. Somos robots humanos que nos dejamos llevar por nuestras emociones y pensamientos.

Y es que ser un humano consciente no es fácil, requiere estar muy dentro de uno mismo, observar la mente y el cuerpo para hallar las pistas de las emociones y conectarnos con nuestros pensamientos desde la neutralidad.

Y creo que lo que de verdad nos cuesta, es ser neutrales con nosotros mismos y con las producciones de nuestra mente. 

Porque hemos aprendido que cuando una emoción o un pensamiento no nos gustan, tenemos que rechazarlos para que desaparezcan. 

Sin embargo, nuestra mente cuenta con muchos efectos paradójicos.

Y uno de ellos es que cuanto más rechazamos algo, más grande se hace. Porque a lo que te resistes, persiste. 

Este es uno de los primeros principios que debes conocer de tu mente. Cuando quieres cambiar algo dentro de ti, tienes que aceptarlo y observarlo en lugar de rechazarlo. 

Porque la observación es neutral, la observación nos ayuda a darnos cuenta de las cosas. La observación está ausente de juicios porque está llena de curiosidad y aprendizaje.

Apagando el piloto automático

Tal vez no comprendas del todo lo que supone vivir en piloto automático, por eso te doy algunos ejemplos. Vivimos en piloto automático cuando…

• Las emociones las que nos empujan a hacer o decir cosas.
• Nuestros pensamientos deciden cómo nos sentimos. 
• Decidimos de manera impulsiva, empujados por nuestras emociones.
• No somos conscientes de lo que ocurre dentro de nosotros. 
• No escuchamos al otro y damos por supuesto lo que nos quiere decir.
• Hablamos de manera no consciente, sin saber lo que decimos y su impacto en otros.
• Satisfacemos nuestros deseos sin resistirnos. Y el deseo guía nuestra vida. 

El antídoto para apagar este piloto automático, es aprender a vivir en el presente. Y en este ámbito, la atención plena nos ayuda mucho. 

Según Kabat-Zinn, la atención plena es prestar atención de forma deliberada (escogida conscientemente por nosotros), en el momento presente y sin juzgar. Esta atención nos permite alcanzar una mayor claridad, conciencia y aceptación de la realidad en el presente.

Cuando comenzamos a practicar la atención plena, se produce un despertar en nuestro interior. Descubrimos cosas que hasta entonces pasaban desapercibidas, nos hacemos conscientes de la hiperactivación de nuestra mente y nos damos cuenta de que estábamos viviendo en “piloto automático”, repitiendo antiguos patrones que no comprendíamos, siguiendo creencias antiguas que no nos pertenecen. 

Creo que la mayor aportación que ha tenido la atención plena a mi vida, ha sido conocerme profundamente. 

Porque he de decirte que hace unos años, no me conocía. Recuerdo que a veces me asaltaba la idea de que no me conocía en absoluto. Y eso me hacía sentir miedo, porque siempre he sabido que la clave de mi bienestar emocional está en un auto-conocimiento profundo.

Después empecé a practicar la atención plena en todas las áreas de mi vida, empecé a meditar y en ese momento comprendí que estaba en un proceso de profundo auto-conocimiento. 

Ahora ya no siento ese miedo a no conocerme, porque sé quien soy hoy y he ganado en flexibilidad, lo que me ayuda a comprender que yo también cambio. Y que hoy soy así, pero mañana puedo cambiar, porque mi mente está en un proceso de evolución constante.

Y en lugar de temer el cambio, ahora estoy abierta a él. 

Uno de los regalos que me ha dado la meditación y la atención plena, ha sido la oportunidad de decidir conscientemente. 

Pasos para decidir conscientemente

Tal vez pienses que decidir conscientemente no es tan importante. 

Por lo que he ido aprendiendo en mi vida, las decisiones conscientes son la clave porque me permiten vivir la vida como yo quiero, tomando decisiones que están alineadas con quien soy, con lo que necesito y quiero. 

Y cuando ocurre esta mágica alineación, todo fluye, todo es más fácil.

También he de decirte que ha supuesto un cambio de actitud importante. 

Porque he tenido que aceptar que no todo depende de mí y que tal vez una decisión consciente, me traiga cosas que no esperaba o que no me gustan mucho. 

Pero incluso en esos momentos, siento que mi decisión ha sido consciente porque me trae las lecciones que necesito. 

Voy a compartir contigo los pasos que suelo dar para decidir de manera consciente…

Conectarme conmigo: Si no estoy conectada a mí, si no puedo observar mi mundo emocional y mis pensamientos, no estaré viviendo conscientemente y por tanto, no podré decidir de manera consciente. Por eso el primer paso es conectarte contigo. Esto lo puedes hacer de diferentes maneras… puede ser caminando por la naturaleza, escuchando música, escribiendo, dibujando, cocinando, etc. En mi caso, la meditación me ayuda a conectarme más profundamente con mi esencia, me permite observar la mente y darme cuenta de que yo soy mucho más. 

Observar mis necesidades: A través de la meditación, puedo observar mis necesidades. A veces son intensas y me llenan de impaciencia, deseando de hacer eso que necesito. Pero en lugar de hacer las cosas de manera precipitada, me quedo con esa necesidad y observo por qué aparece, qué miedos se esconden tras ella y reflexiono sobre si esas necesidades van a cubrir realmente mi necesidad de seguridad o si van a hacer que me obsesione más con la seguridad. En esta fase no decido nada aún, solo observo de dónde vienen mis necesidades. 

Escuchar mi intuición: Para mí es clave conectarme con mi sabiduría ancestral. Cuanto más medito y cuanto más próxima a mí estoy, siento que la intuición me habla con más fuerza. Por eso para entrenar mi intuición, debo ir dentro de mí misma, conectarme con mi esencia, más allá de este personaje que he creado a lo largo de esta vida. Porque mi intuición viene de lejos. Crear coherencia en mi corazón, me ayuda a aproximarme a mi intuición. 

Tomando decisiones conscientes: Una vez que he observado mi mente, me conecto conmigo y escucho a mi mente y a mi intuición, llega el momento de tomar decisiones conscientes. Una decisión consciente, es aquella que  tomo cuando estoy en calma, cuando he regulado mis emociones y siento paz en mi interior. Si al decidir algo me siento muy agitada, demasiado feliz o demasiado triste o enfadada, sé que esa no es una decisión consciente. Porque las decisiones conscientes son una mezcla de reflexión e intuición. 

Soltando mi expectativa al resultado: Una vez que he tomado una decisión consciente y la pongo en marcha, sé que debo alejarme de la expectativa al resultado. Esto supone ser consciente de que he dado los pasos necesarios y que dependían de mí. Y una vez hecho esto, ya no puedo hacer más que esperar al resultado. Confío en mí, confío en la vida y en el universo, por eso sé que ocurra lo que ocurra, será lo que necesito para mi evolución.

Observar lo que ocurre: Tras tomar la decisión y dar los pasos necesarios para que esa decisión siga su curso, me alejo emocionalmente del resultado pero observo lo que va ocurriendo, cómo va evolucionando mi decisión. Y esta observación está ausente de juicios, tan solo describo lo que ocurre, lo que siento y veo. Y me siento liberada, porque sé que estoy presente en mí y en mi vida. 

Decido conscientemente cuando estoy alineada con quien soy, con mi propósito en la vida y con el presente