Yo siempre he sido una persona muy introspectiva.
Me encanta perderme por los recovecos de mi mente y explorar lo que hay en ella para conocerme mejor.
La contemplación interna es observarme profundamente desde dentro, haciéndome consciente de cosas que normalmente no identifico y explorando mi propio universo interno.
Este post lo estoy escribiendo mientras estoy de vacaciones y me he dado cuenta de que comprendo mejor la contemplación interna, cuando contemplo la naturaleza, especialmente los bosques.
Por eso hoy me acompañarás por un recorrido por un bosque gallego que te llevará a una mejor comprensión de quién eres.
Como es fuera es dentro
Hoy mismo he dado un paseo lleno de calma por un bosque muy cercano al lugar donde estoy de vacaciones.
Ha sido un día de lluvia. Una lluvia que ha ido mojando la tierra y a sus habitantes de manera lenta, pero constante.
Me asomo a la ventana de mi habitación y observo esas pequeñas gotas caer, que hacen un sonido leve que me recuerda que yo formo parte de esta naturaleza.
Y es que cuando estoy en contacto con la naturaleza, siento que soy mucho más que este personaje que he creado y me doy cuenta de que estoy conectada a todo y a todos.
Y esas pequeñas gotas que penetran la tierra, están alimentando a los cultivos y las frutas que más tarde me nutrirán… por eso eso digo que todo está conectado.
A veces, necesito conectarme a lo que hay fuera de mí, para comprender mejor lo que hay dentro de mí.
Porque como dice la sabiduría antigua… “Como es fuera es dentro, como es dentro es fuera”.
Enseñanzas aprendidas en la naturaleza
Paciencia: El mundo natural es paciencia… no tiene prisa. Un árbol sabe que necesita años de crecimiento y no se apresura en evolucionar, tan solo espera con calma, se nutre del agua, del sol y deja que el tiempo pase.
Los árboles cambian, se transforman, pero lo hacen poco a poco, con calma, sin ansiar ese cambio que llega de manera natural. Y esto me ayuda a comprender que debo ser paciente, que todo llega en el momento propicio.
Caminando por un bosque que parecía sacado de un cuento de hadas, observé cómo los árboles cambian su corteza, mudando una piel que ya se les ha quedado pequeña. Porque los árboles saben que no pueden ser siempre iguales, que su fortaleza se encuentra en el cambio.
Esto me hace recordar que los cambios son naturales, que debo dejar de luchar contra él cuando llega. Porque a veces me aferro a un resultado concreto y eso me produce sufrimiento.
Los árboles me enseñan a buscar los cambios internos que hay en mí, aquellos que me ayudan a mudar mi piel y a re-programar mi mente.
Flexibilidad: Siempre me ha gustado observar los árboles cuando hace aire. Y en mi paseo por este bosque mágico, alzaba mi cabeza para observar la copa de los árboles que me rodeaban. Y me daba cuenta de la flexibilidad de los árboles.
Porque ellos se mecen con el viento, conscientes de que la flexibilidad es esencial para sobrevivir, porque de otro modo, se estarían oponiendo al flujo de la naturaleza y terminarían partiéndose.
En esta observación, también me di cuenta de una cosa… que esa flexibilidad es posible porque los árboles tienen unas fuertes raíces que les hacen sentir seguros en su movimiento. Y creo que a los humanos nos pasa igual.
Cuando sentimos seguridad en nosotros mismos, cuando nuestras raíces son fuertes y están sanas, sentimos que podemos ser flexibles, que nos podemos adaptar a lo que venga… ya sea viento, adversidades o momentos felices.
Reconozco mi propia flexibilidad a través de los árboles… y eso me hace sentir bien.
Cooperación: Hay una parte de la vida de los árboles que me encanta. Aunque no siempre se ve con nuestros ojos. Los árboles se conectan a través de las raíces y se avisan o apoyan mutuamente cuando hay algún árbol enfermo, demostrando un gran altruismo y compasión.
Siempre que estoy en un bosque, me imagino las señales eléctricas que se envían unos a otros a través de las raíces y también las sustancias químicas que segregan a través del aire. Y también recuerdo que esas sustancias, refuerzan mi sistema inmune y equilibran mi mente y corazón.
En el bosque, vaya por donde vaya, solo veo cooperación. Y eso me encanta. Porque me recuerda que yo también coopero con otras personas, que estamos creando juntos una red de ayuda infinita que mejora nuestro futuro.
Conexión: Si hablo de cooperación, en el fondo estoy hablando de conexión. En el bosque siento que todo está conectado… Los pájaros que revolotean entre las ramas de los árboles, las enredaderas trepan por el tronco fuerte y robusto de los árboles, las bellotas crecen en las encinas y son alimento para los animales.
Y luego siento una conexión más profunda que se produce entre el bosque y yo. Una conexión que es energética y espiritual, que me hace recordar que yo provengo de ahí, que he vivido entre bosques y lagos, entre playas y cuevas. Y eso me llena de paz, porque recuerdo que vengo de lejos.
Serenidad: Una de las cosas que más siento cuando camino por el bosque, es la serenidad. Una emoción profunda que cada día disfruto más y que me conecta con mi creatividad. Y es que en la serenidad solo hay silencio. Silencio interno y silencio externo.
El silencio externo es mágico, porque está lleno de sonidos naturales… los pájaros cantando, las gotas de lluvia cayendo desde la copa de los árboles, las corteza de los árboles que se parten y crean un ruido seco, mis pies al caminar sobre las hojas que han abandonado las ramas.
El silencio interno es profundo porque me conecta con una parte de mí, antigua y sabia que es trascendental.
Y para captar ambos silencios, debo cerrar los ojos. En el silencio externo, me permite captar cosas que no identificaba antes, porque mis ojos atrapan casi toda mi atención y cuando los cierro, mi audición se agudiza y puedo sentir que el canto de los pájaros procede de diferentes lugares.
En el silencio interno, necesito acallar un poco mi mente para zambullirme en mi interior, captando partes de mí que quedan ocultas cuando dirijo mi atención al mundo externo.
Presente: Por último, la naturaleza me ayuda a comprender la profundidad de la presencia y del presente.
Los bosques viven en el ahora, aunque también cuidan de los árboles más jóvenes para que tengan un futuro. Y este es un equilibrio extraño para los humanos… porque necesitamos vivir en el presente sin olvidar el futuro, por eso planificamos, aunque la clave está en no aferrarnos al resultado.
La naturaleza me ayuda a estar presente. Presente en mí, en mi cuerpo, en mi mente y en mis sentidos. Esto refina mi presencia en otras situaciones de mi vida, me ayuda a afrontar las adversidad con calma y serenidad.
Espero que este recorrido por la contemplación externa de un bosque, te haya ayudado a comprender mejor qué es la contemplación interna y cómo puedes conocerte mejor a través del mundo que te rodea.
El bosque refleja la magia que hay en ti