Mi presencia es lo más importante. 

Lo siento cuando acompaño a otras personas, cuando medito a solas conmigo, cuando socializo e incluso cuando escribo. Si no estoy presente, es fácil perderme y si yo me pierdo, soy incapaz de conectarme con aquello que me une a los demás.

Solemos vivir en piloto automático, actuando como autómatas, viviendo en la mente y luchando con el presente. 

Cuando cultivamos la presencia en el presente, nuestra vida cambia por completo… aunque es algo que nos suele costar al principio. 

El trabajo, las preocupaciones o los proyectos que burbujean en mi mente, tienden a alejarme de mí y cuando no estoy presente en mí, siento que algo dirige mi vida, sintiéndome perdida. 

Desconectando…

La desconexión es para mí, la primera fase para volver a conectar con mi presencia y poder cultivarla. Las vacaciones me ayudan a darme un respiro, a dejar las rutinas habituales para dejar paso a algo distinto…

A disfrutar de un día sin horarios, a decidir en cada momento lo que me apetece hacer, a pasarme horas enfrascada en un libro y sentir que soy otra persona, al menos temporalmente. 

Normalmente me cuesta desconectar de mi trabajo… es la maldición de todo aquel que se dedica a lo que le apasiona. 

Sin embargo estas vacaciones, ha ocurrido algo diferente… he sido capaz de desconectar desde el primer minuto. Y es que he retomado el contacto con otra de mis pasiones… la lectura. 

Siempre me ha gustado mucho leer, pero he de admitir que en los últimos dos años, apenas he tenido tiempo para dedicarme a leer una novela. Y anhelaba acceder a una vida diferente a la mía, anhelaba convertirme en otra persona, con otras necesidades y con una realidad distinta a la mía. 

Al empezar mis vacaciones sumergiéndome en un libro, he sido capaz de desconectar mucho más rápido. Y he re-descubierto mi amor por la palabra escrita.

Si no soy capaz de desconectar de mi mente pensante, mi presencia no estará aquí y ahora, sino que se perderá en mundos imaginarios creados por mi mente, muchos de los cuales, nunca llegan a suceder. 

Estar presente supone sentirme, sentir mi cuerpo, sentir mi mente, sentir cuándo me he desconectado de la realidad en que vivo y cuándo mi mente me lleva a lugares lejanos. 

Estar presente es también estar conectada a mis valores, a mis sueños, a mi manera única de ver el mundo. Y es también ser honesta en mis palabras y actos, creando coherencia desde mi interior. 

Cuando vuelvo a entrar en mí, siento una profunda paz y serenidad. Siento que esos son mis estados naturales y no la ansiedad y la preocupación. Puedo acceder a la calma que yace en mí, en todo momento. Solo tengo que frenarme, respirar y conectarme con el ahora.

Para re-conectar

La desconexión de mi vida cotidiana, deja paso a una re-conexión más profunda de quien soy en realidad, en mi ser esencial. 

Muchas cosas de mi ser esencial, me las llevo conmigo a otras áreas de la vida, pero no siempre puedo expresar este ser profundo que hay en mí. Sin embargo, cuando re-conecto con esta parte de mí, es cuando siento que estoy más presente en la vida y en mí misma. 

Las cosas que más me ayudan a re-conectar con mi presencia son… 

Naturaleza: La naturaleza me ayuda a retornar a mí, a mi presencia natural. Siento que los bosques, el mar y el cielo son mis hogares, muy lejos de las ciudades ajetreadas. En la naturaleza puedo ver un reflejo de lo que hay en mí… 

Siento el huracán de emociones que a veces hay en mí a través de la tempestad que asola el mar… siento la paz y el cambio que hay en mí al ver las nubes que se mueven y deshacen en el cielo… siento la libertad que hay en mí al ver volar a las gaviotas, libres de toda atadura. Por eso volver a lugares naturales, me retorna a mi presencia, a mi esencia. 

Respiración: Parece mentira lo mucho que nos desconectamos de cosas tan sencillas como nuestra respiración. En ocasiones, incluso conectarnos con ella, nos agobia porque conectamos con lo que ocurre en nuestra mente y cuerpo… y muchas veces es agobiante. 

Mi respiración me lo indica todo… cuándo tengo ansiedad, cuándo estoy triste, cuándo estoy relajada o cuándo estoy calmada. He aprendido a escuchar los mensajes que la respiración deja en mi cuerpo… pero eso no quita que a veces me agobie. 

Cuando deseo conectar con mi esencia, con mi conciencia inmortal y mi presencia, cierro mis ojos y observo cómo respira mi cuerpo de manera natural. En una absoluta ausencia de control, me dejo mecer por el aire en mis pulmones, me permito sentir la plenitud de la inspiración y el vacío absoluto de la exhalación. De esta manera me conecto a la vida y a sus fases infinitas. 

Escucha interior: Cuando me paro y me doy un tiempo para mí, me gusta escucharme. Para mí, escucharme es ir más allá de las preocupaciones cotidianas, es preguntarme qué necesito ahora para ser feliz, qué cosas no están yendo como esperaba y qué cambios deseo en mi vida para vivirla plenamente.

Como buena persona altamente sensible, adoro perderme en mis pensamientos y reflexiones, apuntándolas para hacerme consciente de lo que hay en mí y no olvidarlo.

Me gusta pensar… a veces demasiado. Cuando escucho el contenido de mi mente sin involucrarme emocionalmente en ello, soy consciente de que me estoy escuchando. Porque la escucha interior tiene algo importante… soy consciente de que yo no soy el pensamiento, que ese pensamiento es solo una manera que tiene mi mente de expresarse. 

Me escucho cuando observo mi respiración y conecto con ella, me escucho cuando observo el mundo que me rodea pero sin participar en él, me escucho cuando contacto con mi malestar y me quedo con él, me escucho cuando me acepto tal y como soy ahora… que no tiene que ser la misma persona que seré en el futuro. 

Contemplación: Por último, otra de las maneras en que cultivo mi presencia en el ahora, es a través de la contemplación. Contemplar es mucho más que mirar, es más que observar. Contemplo cuando dejo mi mente abierta, fuera de juicios, fuera de críticas y creencias, para permitir que la realidad llegue tal y como es, sin disfraces… neutral, objetiva. 

Me gusta contemplar el mar y sus olas, me gusta contemplar el cielo azul y sus nubes, me gusta contemplar el vuelo de las aves, me gusta contemplar las huellas en la arena que las olas deshacen, me gusta contemplar a la gente a mi alrededor… imaginando sus vidas, tan diferentes a la mía. 

La contemplación es una mezcla de observación neutral y reflexiones profundas, conectando con la energía del momento presente, que es suave, calmada, infinita. 

La contemplación me da paz porque me ayuda a liberarme de los juicios que atenazan mi mente y me ayuda a comprender que todos los seres humanos somos iguales… pues todos anhelamos la felicidad y el amor. 

En la re-conexión con la presencia, me hago consciente de lo que queda oculto en mi día a día, sintiendo el ritmo real de la vida en cada célula de mi cuerpo.

Y tú, ¿cómo cultivas tu presencia?

La presencia me conecta con mi ser esencial