La vida está unida a la muerte… son inseparables.

El ser humano, gracias a su capacidad de auto-consciencia, debe lidiar en su vida con tema complejo… el de su propia finitud, su mortalidad. 

A la mente humana, al ego, la muerte le genera gran angustia… porque si deja de existir el cuerpo y el cerebro que la sostiene… ¿qué pasará con ella?

Nuestra espiritualidad puede susurrarnos con amabilidad otras posibilidades… como que la energía que formaba parte de nuestro cuerpo, regresará a la tierra, al cosmos y así seguiremos formando parte de la vida de manera infinita.

Como la gota de lluvia que cae de la nube hasta la nada… de la misma manera, sentimos que la muerte es el final definitivo… aunque tal vez caigamos hasta el río de consciencia que está presente en todo cuanto existe, como una red invisible que nos abraza y acoge. 

La muerte nos asusta, por eso evitamos pensar en ella, por eso huimos cuando un ser querido está enfermo y se aproxima su hora final. Porque ser testigo del último aliento del ser amado, es duro… es un pequeño trauma que debemos sanar con lágrimas y recordando el amor de esa persona. 

En mi adolescencia, la idea de la muerte me generaba mucha angustia… lo sentía como el final definitivo, la destrucción absoluta de quien soy. No fue hasta que empecé a trabajar con moribundos, que mi idea del final cambió. 

Ahora sé que la muerte es nuestro destino… no hay otro remedio. Pero entre el nacimiento y la muerte, existe toda una vida que podemos y debemos vivir. 

En la vida humana, existen muchas más muertes que la de abandonar el cuerpo físico. Atravesamos múltiples finales y micro-muertes… como cuando se acaba una relación de pareja o una amistad, cuando envejecemos, cuando hacemos un cambio interior y psicológico importante, cuando cambiamos de trabajo. Todos estos sucesos, nos hablan del ciclo natural de nacimiento-vida-final. 

La muerte… la gran incógnita

Sin duda alguna, la muerte es la gran incógnita… como se suele decir… nadie ha vuelto del otro lado a contarnos qué hay. Por eso es una cuestión de fe, es una cuestión de tus creencias espirituales. 

Thich Nhat Hanh, un monje budista,  indica que lo que nos asusta de la muerte es la separación que produce, el vacío al que nos enfrentamos.

Buda dijo que la verdadera naturaleza del ser humano, es la naturaleza del no-nacimiento y de la no-muerte. Nacemos y morimos constantemente, nuestro cuerpo físico también lo hace al renovarse, al morir las células agotadas y nacer unas nuevas. 

Uno de los grandes temores que tenemos sobre la muerte, es que no quede nada de nosotros tras el fallecimiento, pero lo cierto es que cada acción, cada pensamiento y emoción, emite una vibración que impacta en otras personas y en todo cuanto nos rodea, por lo que nuestra huella es infinita en este mundo y en nuestros seres queridos, pues una parte de nosotros también está en ellos. 

Navegar por la vida a través de la muerte, me ha hecho comprender que la vida es la gran escuela. En esta escuela, venimos a aprender cosas importantes, cada cual tiene unas lecciones que aprender. Y las lecciones más importantes tienen que ver con el amor y el sufrimiento… porque todo en la vida se reduce a eso. 

Cada ser humano tenemos la opción de elegir desde dónde vivimos… podemos vivir desde el amor, compartiéndolo con otros, siendo amables y comprensivos, sintiendo que la vida es bella. O podemos vivir desde el miedo, el rencor, en conflicto constante, sintiendo que la vida es una batalla y que somos víctimas de los demás.

Cada uno de nosotros elegimos desde dónde vivimos… porque depende de cómo interpretamos lo que nos ocurre. 

Sucesos en el lecho de muerte

La muerte es un gran misterio y ocurren ciertos sucesos en el lecho de muerte que quiero compartir contigo. Estos sucesos me los relataron enfermeras que trabajaban en un hospital de cuidados paliativos donde estuve trabajando, relatos que les contaron los propios pacientes…

• Sueños y visiones: Alrededor de 1 o 2 semanas antes de fallecer, es habitual que el moribundo tenga sueños donde les visitan familiares ya fallecidos. Estos sueños suelen ser figuras reconfortantes que ayudan al moribundo a prepararse para afrontar el viaje final, es habitual ver a familiares que les esperan. La presencia de este tipo de sueños ayuda a que el paciente afronte sus últimos días de vida con más calma y una sensación de alivio. Negar este tipo de visiones y sueños, suele provocar un gran malestar. 

• Los “visitantes”: En otras ocasiones son visitantes quienes reconfortan. Estas figuras se suelen sentar en la cama del moribundo, pueden ser sus padres (si han fallecido), “seres espirituales” desconocidos, otros familiares, esposos, hermanos, abuelos, ángeles y amigos. Estos visitantes suelen llegar poco antes de la muerte de la persona, puede haber más de un visitante y suelen aparecer para acompañarles e indicarles que ha llegado el momento de partir o avisarles de su inminente viaje. En este punto, los moribundos indican que pueden negociar el momento de su muerte y retrasarla durante un tiempo. 

• La cosecha de almas: Otro de los sucesos que solían ocurrir en el hospital de cuidados paliativos o en la unidad de cuidados paliativos donde estuve trabajando, era que varios pacientes, cada cual con un nivel de gravedad diferente, partían el mismo día o en la misma semana. En ocasiones, podían pasar 3 meses sin que se produjera ningún fallecimiento, pero en cuestión de unos días, partían varias personas. Siempre me ha parecido que era algo curioso y que no es algo aleatorio. 

Tras afrontar la muerte de mis abuelos maternos y acompañar a pacientes en su último tramo de la vida, creo que la vida es un regalo. Sí… incluso cuando las cosas no van bien y me siento angustiada, siento que la vida es un regalo, porque tengo una fe inquebrantable en ella… porque sé que todo lo que llega a mí, es por mi bien, por mi crecimiento interno, para hacerme más fuerte. 

Los malos momentos son nuestros catalizadores, los que nos ayudan a ir más allá de nosotros mismos, los que nos ayudan a re-encontrarnos, a re-conectar con quienes somos, nos ayudan a mirarnos desde dentro y reconocer nuestra esencia amorosa e inmortal.

Vivir tiene sentido… y yo se la doy cada día con mis actos y decisiones.

“Ver la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda a una estrella fugaz; una de un millón de luces en un vasto cielo que se ilumina por un breve momento solo para desaparecer en la noche sin fin, para siempre”

– Elisabeth Kübler-Ross –