La trampa del control

Todo ser humano busca el bienestar. Hay quien aprende que para que todo esté bien, se debe mantener el control de las cosas, de las emociones, de las personas y de las situaciones. 

Es así como comenzamos a tener la ilusión de que el control es la solución a nuestros problemas… y nos olvidamos de que el exceso de control puede traernos más angustia. 

Creo que el control es, en realidad, una trampa. Nos puede secuestrar de tal modo, que aquello que pensamos que iba a ser nuestra liberación, en realidad, nos secuestra, nos hace vivir cautivos. 

De lo que solemos olvidarnos es de que vivir en un mundo controlable, es vivir en un mundo rígido, donde no cabe la improvisación, es vivir enjaulados. 

El control es, en un sentido casi subconsciente, mantener el mando sobre nuestra psique y sobre partes de nosotros mismos que rechazamos. Por eso el control, nos habla de aquello que necesitamos trabajar en nosotros

La ansiedad suele ser el gran disparador del control. La ansiedad nos hace viajar a un futuro que aún no existe pero que nuestra mente conjura como apocalíptico. Ante el miedo intenso, solo queda intentar controlar lo que podamos para evitar esa angustia. Y aunque al principio ese control parece que nos ayuda, con el tiempo, nos mantiene cautivos en la ansiedad… porque nunca existirá suficiente control para regular nuestra ansiedad. 

Las formas del control

El control se expresa de muchas formas en nuestra vida…

  • Exceso de observación: Cuando observamos en exceso o nos detenemos mucho en los detalles, podemos hacernos conscientes de muchas cosas que no están bajo nuestro control y eso nos hace tener miedo. Una vez que deseamos ejercer control en nuestra vida, mente y emociones, nos convertimos en verdaderos expertos en buscar todo aquello que puede salir mal. Y es así como se crea el bucle de exceso de observación – control. Las Personas Altamente Sensibles (PAS), con nuestro exceso de análisis y observación, así como nuestro deseo de vivir en un mundo predecible, debemos aprender a no caer en la trampa del exceso de control. 
  • Hipervigilancia: Con el tiempo, el exceso de observación, se puede convertir en hipervigilancia, especialmente de ciertas señales que solemos interpretar como peligros. La hipervigilancia nos desgasta mucho porque requiere muchos recursos internos. Cuando sientas que te estás enfocando demasiado intensamente en algo, recuerda cambiar tu foco de atención para tomar perspectiva. 
  • Comprobación excesiva: Al observar tantos detalles y comenzar a querer controlar las situaciones y sucesos de nuestra vida, podemos realizar comprobaciones excesivas para asegurarnos que todo está como nosotros queremos. Esta comprobación excesiva, nos puede dejar sin energía ademas de obsesionarnos. 
  • Actitud autoritaria con otros y con uno mismo: El control forma parte de una actitud autoritaria que anhela que todo sea de una manera muy concreta. Eso supone una gran rigidez mental, donde las cosas tienen que ocurrir de cierta manera antes de sentirnos satisfechos. Podemos ser autoritarios con nosotros, exigiéndonos en exceso y podemos hacer esto mismo con los demás, exigiéndoles que sean y hagan las cosas a nuestro criterio. Sin duda esta actitud, provocará conflictos. 
  • Apego al resultado: Una de las maneras más sutiles de control que he podido experimentar, es el apego al resultado, es decir, esperar un resultado muy concreto de lo que hago o de lo que espero que otros hagan. Cuando nuestro apego al resultado es alto, es muy probable que nos sintamos insatisfechos porque la realidad no puede ser como deseamos o imaginamos que sea. 
  • Control emocional: Cuando hablamos de control emocional, creo que es otro tipo más de represión. Es una forma de aplacar o hacer desaparecer una parte de nuestra psique que llega para avisarnos de cosas sobre nuestra vida. Siempre que pienso en el control emocional, me imagino a una emoción presa, que le ponemos las esposas para que no se mueva y la amordazamos para que calle. Lo que las emociones necesitan es regulación. Y la regulación se realiza cuando nos permitimos sentir la emoción, cuando le damos espacio, escuchamos sus mensajes y hacemos cosas para reducir la intensidad de la misma (respirar, escribir, distracción…). 

Liberarnos de la necesidad del control

El control nos mantiene cautivos, por eso debemos buscar la liberación de esta necesidad de control que es una ilusión, porque en realidad, los seres humanos, no podemos controlar nada. Solo podemos tomar decisiones y afrontar sus consecuencias. Eso es lo que nos hace madurar, aunque sea a través del dolor. 

Por aquí te dejo algunas sugerencias que me han ayudado mucho a reducir mi necesidad de tenerlo todo bajo control…

  • Aceptar la impermanencia: Una de las cosas que más me ha costado aceptar, es que la vida es impermanente, que la propia naturaleza de la vida, es el cambio. Vivir en un mundo controlable ha sido para mí, uno de los objetivos esenciales. Pero cuando me llegaban situaciones inesperadas, sufría mucho porque me quedaba un poco bloqueada. Desde que acepté que el cambio es la realidad de la vida, soy más flexible, me adapto mejor y busco soluciones a los problemas en lugar de quedarme en la queja o en el papel de víctima. Y algo extra que he aprendido, es que vivir en un mundo que nunca cambia, sería una pesadilla porque no habría posibilidad de avanzar y crecer. Aceptar el cambio, me hace disfrutar más de la vida y ser más tolerante (conmigo y con los demás). 
  • No existe el control, solo las decisiones: Esta es otra de las cosas que he aprendido en mi vida. He sido una buscadora del control, pero me he hecho consciente de que es mejor mi capacidad para tomar decisiones. Porque ésta depende solo de mí, aunque debo aceptar las consecuencias derivadas de esas decisiones… esto es ser un adulto responsable. 
  • Hacer nuestra mente flexible: No todo tiene que gustarme, hacerme flexible, es admitir que hay cosas que no me van a gustar, pero que eso no determina el tipo de vida que tengo. Lo que no me gusta es un aviso para cambiar aquello que me angustia. Tratar de controlar el comportamiento de los demás, es un derroche de energía que solo nos conducirá a la frustración. Por eso es mejor dejar que cada cual tome sus decisiones… aunque no nos gusten. Eso es libertad
  • Confiar en la vida y en uno mismo: Esta es una consecuencia natural cuando logramos liberarnos del control. Confiar en mí no es esperar que sea perfecta y no cometa errores, confiar en mí es aceptar que las decisiones que tomo, van creando mi vida y que cuando el resultado no es el que espero, es la vida trayéndome lecciones importantes. Debo escuchar esas lecciones y seguir adelante, en lugar de quedarme atrapada en la angustia de que la vida no es como mi mente desea. Cuando confío en mí, puedo confiar también en la vida, que siempre está dispuesta de ayudarme a avanzar y crecer si así lo veo. 

Sal de la trampa del control y adéntrate en el cambio eterno de la vida. 

“Todas las cosas suceden a su debido tiempo. Todo en la vida sucede en el tiempo asignado para ello. No pierda la energía preocupándose por los resultados finales. ¡La preocupación sólo lo distrae de vivir el día a día y de disfrutar la vida!”

– James Van Praagh –

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