Locura… una palabra que tememos. La locura, sea lo que sea, nos ha acompañado desde los albores de la humanidad. Porque la mente humana siempre puede desequilibrarse.
Creo que hablamos de locura para referirnos a una mente que ha perdido el contacto con la realidad (presencia de alucinaciones y delirios). La locura, puede hacernos actuar de maneras poco habituales, tal vez haciéndonos daño a nosotros mismos o a otros. Lo que parece claro, es que la locura se puede identificar por tener conductas poco habituales.
Creo que lo de menos es la palabra loco… lo importante es cómo nos sentimos. Y si sentimos que nuestra mente parece tener vida propia, nos angustia o nos arrastra a un huracán de pensamientos negativos, éstas son señales de que tal vez un psicólogo podría ayudarnos. La vida nos trae retos que no siempre sabemos afrontar y buscar una ayuda profesional, puede hacernos la vida más fácil.
La locura no nos hace menos humanos… nos hace más sedientos de compasión y amabilidad. Necesitados de que otro ser humano nos reconozca como humano.
La evolución de la locura
El concepto de locura y los tratamientos e intervenciones que se han aplicado a quienes padecían estos males, han cambiado mucho a lo largo de la historia. Quiero hacerte una breve visita por la locura a lo largo de la historia de la humanidad…
La pre-historia: Es difícil saber el concepto que tenían nuestro ancestros más antiguos en torno a la locura. Lo que sí sabemos, gracias a los restos arqueológicos, es que al menos hace 5.000 años (entre el neolítico y la edad de bronce), ya se realizaban intervenciones en el cráneo de algunos protohumanos. Se han hallado cráneos con trepanaciones, agujeros que se abrían en el cráneo humano, probablemente para dejar salir a los demonios que se habían colado en el cuerpo de esas personas. En esta etapa, la locura se asociaba a la posesión demoníaca, una manera ancestral de explicar lo inexplicable.
Asirios y Egipcios: Para estas culturas antiguas, la locura se producía por la presencia de poderes sobrenaturales, tal vez los dioses castigaban a los humanos por sus malas conductas, a través de las muestras de la locura. En estas etapas, se seguían haciendo trepanaciones craneales y también se recurría a los sacerdotes.
Antigua Grecia: Si bien se pensaba que la locura era un castigo de los dioses, en Grecia surgió una aproximación cuasi-científica a los trastornos mentales. Famoso es el método Socrático en psicología, que nace del diálogo que Sócrates, filósofo que tuvo a Platón como discípulo, entablaba con todo aquel que fuera a buscar respuestas. Y es que Sócrates, en lugar de dar las respuestas, le hacía preguntas a esa persona para que ella sola llegara a las conclusiones que siempre tuvo en su interior.
Famoso es también Hipócrates, el médico por excelencia de la antigua Grecia. En aquella época, hablaban de la presencia de tres humores (secreciones) en el cuerpo humano que determinaba la presencia de equilibrio o desequilibrio mental: flema, bilis amarilla-negra y sangre, lo que daba lugar a personalidades flemáticas (apatía, melancolía, serenidad), coléricas (frustración e ira) y sanguíneas (fortaleza y equilibrio).
El tratamiento que se hacía de estas condiciones en la antigua Grecia, consistían en la inducción del sueño, la interpretación de los sueños y el diálogo con el paciente (como hacía Sócrates). Como puedes ver, en la antigua Grecia el trabajo con la psique humana son los pilares de la psicología moderna.
Antigua Roma: Siguiendo la estela de los conocimientos helénicos, los romanos creían que las enfermedades mentales se producían por las pasiones y deseos insatisfechos. Famoso fue en Roma el médico Galeno. Galeno defendía la existencia de la enfermedad mental como una enfermedad general que dividió en febriles (delirios) y no febriles (la locura). Los tratamientos por parte de Galeno, consistían en confinar a los enfermos mentales, aplicando tratamientos restrictivos, limitando sus movimientos a través del uso de cadenas y llevando a cabo una restricción en la alimentación. También recomendaba como tratamiento, los sustos inesperados.
La edad media: Llamada la edad del oscurantismo, nos podemos hacer una idea de los tratamientos que se reservarían para quienes presentaran algún problema mental. La presencia de la religión cristiana, hizo que la locura fuera un signo del pecado, brujería o una posesión de seres oscuros. Se hablaba de posesión del diablo y se ejercían exorcismos para liberar a la persona de aquello que supuestamente le provocaba esos comportamientos bizarros.
El renacimiento (siglos XIV-XVI): El fin del oscurantismo supuso la llegada del conocimiento, pero quienes mostraban signos de locura, eran sacados de las ciudades y llevados al campo o a barcos en mitad del mar que no tenían timón. En esta etapa, la locura seguía siendo la encarnación del mal. En esta etapa, el médico Paracelso, afirmaba que las enfermedades mentales tenían que ver con causas naturales cuyo origen estaba en el cuerpo. Este médico hablaba de trastornos como la epilepsia o la manía.
La Ilustración (siglo XVII): En esta etapa, la locura comienza a estudiarse con mayor profundidad, apareciendo una primera psiquiatría. Famosa es la terapia moral de Philippe Pinel. Si bien comenzaban a explicarse las causas de la locura y se comenzó a eliminar el uso de cadenas para inmovilizar a los enfermos, se instauraban tratamientos como el uso de la camisa de fuerza, las duchas heladas o el trato a través de castigos. En esta etapa, los manicomios eran lugares de divertimento para un segmento de la población, quienes acudían a ver a quienes estaban encerrados, como si de un circo se tratara.
Siglo XX: En esta etapa, nace una nueva manera de entender la psique humana, podemos decir que nace la psicología moderna, especialmente a través de las teorías de Sigmund Freud. Freud comenzó trabajando con mujeres aquejadas de lo que llamaron “histeria”, un tipo de neurosis que mostraban especialmente las mujeres y que hoy en día podríamos identificar como ansiedad y somatizaciones. Freud se adentró en la psique humana e hizo un posible mapa de la misma. A pesar de las críticas, el psicoanálisis es esencial en el desarrollo de la psicología.
Más allá de Freud, surgieron otras escuelas posteriores en torno al tratamiento de los problemas psicológicos. Carl Rogers es el máximo exponente de la terapia humanista, que reivindica centrar la terapia en el paciente y para ello, se hace hincapié en la importancia de ciertas aptitudes del terapeuta: ser genuino, ser empático y crear un espacio seguro y amable en la terapia para que el propio paciente pueda hallar los recursos y respuestas que siempre ha tenido en su interior pero a las que no podía acceder por su cuenta. Este enfoque poco o nada tiene que ver con enfoques más antiguos.
Además de la psicoterapia, un tratamiento habitual en esta etapa era el “electroshock”, consiste en alterar la actividad eléctrica del cerebro para crear una convulsión cerebral a modo de reinicio cerebral, aunque en estas primeras fases del uso de la terapia electroconvulsiva, se producían graves daños cerebrales, por eso dejó de utilizarse.
Psicofármacos: La camisa de fuerza moderna
El siglo XXI ha sido el siglo de mayor expansión en el conocimiento de la psique y cuerpo humanos. Ello ha supuesto la llegada de los psicofármacos, capaces de cambiar la química cerebral. Y es que gran parte de las teorías de la psiquiatría moderna, defienden que la ansiedad, la depresión y otros trastornos psicológicos, se producen por un desequilibrio químico, aunque existan pocas pruebas científicas de esto.
Creo que se ha producido una evolución interesante para tratar de controlar la mente y el cuerpo de quienes padecen algún trastorno psicológico…
Cadenas – Camisa de fuerza – Psicofármacos
Los psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos y estabilizadores del estado de ánimo como el litio), se han convertido en las camisas de fuerza modernas. Porque ya no es necesario inmovilizar todo el cuerpo de quien padece un trastorno psicológico, basta con modificar el funcionamiento de las neuronas.
No estoy en contra del uso de los psicofármacos, pero considero esencial que sean tratamientos puntuales ante casos de ansiedad, estrés e incluso depresión. El fármaco puede actuar como adyuvante a la terapia psicológica, porque la clave es que la persona sienta que tiene recursos internos para equilibrar su estado de ánimo, regular sus emociones y gestionar sus pensamientos.
Los ansiolíticos, para calmar nuestra ansiedad e inquietud, se especializan en inhibir la actividad de las neuronas, lo que supone que hagan menos sinapsis, es decir, que el cerebro está menos conectado y con el uso continuado, podemos tener problemas para hacer nuevas conexiones neuronales. Lo que se traduce en mayores dificultades para atender o para memorizar.
Los antidepresivos… uno de los efectos secundarios más habituales de los antidepresivos más usados, es que aumenta la ideación suicida. Además de ello, estos fármacos pueden generar efectos indeseados como sequedad de boca, problemas digestivos, náuseas o cefaleas.
Los fármacos son una ayuda cuando estamos en un proceso agudo a nivel emocional, pero unirlo a la terapia psicológica, puede transformarnos profundamente.
La historia de la locura humana, está llena de incomprensión, miedo y un trato injusto e inhumano. Por fortuna, los tratamientos e intervenciones psicológicos, se han humanizado con el paso de los siglos.
“Tu depresión no es un problema técnico, es una señal. Escúchala”
– Johann Hari –


