En mis reflexiones sobre la vida, me gusta comprender de dónde vienen las cosas, me gusta hacer un recorrido hacia el origen de ciertas conductas.
Esto se debe en gran medida, a mi trabajo en terapia con pacientes. Cuando analizamos de dónde vienen ciertas emociones, debo crear un mapa que me lleve a situaciones vividas en el pasado que han reforzado ciertos sentimientos o creencias.
Y la parte que más me gusta, es comprender el origen de esa larga cadena de sucesos, vivencias y emociones, que han conformado a la otra persona tal y como es.
Claro está que no siempre puedo rastrear el origen de una cadena de este tipo… pero cuando lo consigo, me siento feliz por comprender mejor a otro ser humano.
El principio de causalidad dice lo siguiente… “todo efecto, todo evento, debe tener siempre una causa”.
Comprender la causalidad de nuestras emociones, conductas y pensamientos, es uno de los objetivos fundamentales para vivir en equilibrio, ya que así podremos elegir mejor nuestros pensamientos, emociones y conductas.
Cuando pienso en cómo una emoción, un pensamiento o una conducta, puede causar consecuencias insospechadas, viene a mi mente una foto como la que puede ver al inicio de este artículo…
Observar un río en calma y cómo el hecho de tirar una pequeña piedra sobre la superficie del agua, puede crear ondas que se expanden hasta el rincón más lejano del río, me hace recordar que he de ser cuidadosa.
Porque mis emociones, pueden conectarme a otros o pueden alejarme.
Porque mis pensamientos, pueden ayudarme a crecer o pueden hundirme.
Porque mis palabras, pueden crear ondas de expansión o pueden crear caos.
Porque mis acciones, pueden liberarme o pueden condenarme.
Y solo si soy consciente de mi emociones, pensamientos, palabras y acciones (las causas), podré comprender el resultado de las cosas (los efectos).
Las causas
Cuando pienso sobre las causas psicológicas, me vienen a la mente…
- Emociones: Me gusta hablar de emociones antes que de pensamientos, porque en nuestro cerebro, primero surge la emoción y ellas determinan lo que pensamos. Nuestras emociones, cambian nuestras células y utilizan nuestra energía, movilizándonos o paralizándonos. La emoción va a determinarlo todo… lo que pienso, lo que digo y lo que hago. Por eso la regulación emocional es el principio de todo… si soy consciente de mis emociones y las regulo, podré decidir cómo me comporto.
- Pensamientos: El pensamiento sigue a la emoción y cuando no me regulo emocionalmente, mis pensamientos pueden tomar el control. La emoción nace en el cuerpo, el pensamiento vive en la mente. Si no soy capaz de salir de mis bucles de pensamientos, seré cautiva de mi mente. Aceptar que hay veces en las que no puedo salir de un bucle, es saludable. Y ser consciente que descansar, dormir o prestar atención a otra cosa, le quitará poder al pensamiento, es también algo importante.
- Palabras: Creo que el poder del lenguaje en el ser humano, es infinito. A través de las palabras, podemos crear puentes que nos conecten, o podemos destruir lo que nos une. Por eso debemos tener un habla consciente, libre de la impulsividad propia de la emoción no regulada. Debo ser cuidadosa con la manera en que hablo a otros pero también con cómo me hablo a mí misma. Porque puedo ser conciliadora o destructora… yo decido.
- Acciones: Mis conductas definen quién soy en cada momento de mi vida. La parte positiva es que como puedo cambiar, siempre puedo ser alguien diferente… una versión mejorada de mí misma. Mis acciones pueden ser suaves como una mirada o estar llenas de estruendo como un grito. Mis acciones pueden conectarme a otros o pueden separarme de ellos. A veces, las palabras son acciones porque movilizan a otros. Si no regulo lo que siento, pienso y digo (a otros y a mí), mis acciones serán erráticas e incoherentes. Por eso debo cuidar toda esta cadena de la causalidad.
Los efectos
En psicología, llamamos “antecedentes” a las causas y “consecuencias” a los efectos. Los efectos son el resultado de una acción. Y toda acción nace de nosotros… de nuestras emociones y pensamientos.
A veces, podemos calibrar los efectos de lo que hacemos… otras veces es imposible saberlo. Pero para mí, hay una serie de reglas básicas…
- Evitar hacer a otros lo que no quiero que hagan conmigo.
- Tratar bien a los demás aunque yo me sienta mal.
- Cuidar mis palabras porque pueden herir a otros.
- Observarme antes de actuar.
- Ser consciente de mi intención al hablar y actuar.
- Ser amable con otros y conmigo misma.
Estas reglas internas, me ayudan a evitar la culpa por actuar de un modo que no sea coherente con quién soy hoy.
Y aunque no pueda controlar las consecuencias de mis actos, al menos mi intención será la de no hacer daño.
Pretendo ser una suave onda en la superficie del agua, no un tsunami que arrasa con todo.
El océano de posibilidades
Y como no quiero que te creas a ciegas lo que te digo… y yo tampoco quiero aferrarme demasiado a mis creencias…
Ahora te traigo una información que te hará dudar de muchas cosas… como ocurre cuando miramos a escala cuántica.
La física cuántica, postula que vivimos en un océano de ondas que está lleno de posibilidades. Y que el resultado dependerá del observador (tú en tu vida y yo en la mía).
La física cuántica, también dice que la ley de causalidad se disipa en el mundo cuántico (lo que ocurre a escala muy pequeña).
La física cuántica indica que el orden temporal entre dos eventos no está definido y si esto es así, no podríamos definir una causa que precede a una acción. Así, en el mundo cuántico, ¿podría romperse un vaso antes de caer al suelo?
Sé que esta idea es difícil de digerir… pero mantén tu mente abierta, sé flexible.
Lo que está claro, es que hay miles de millones de posibilidades en tu vida… elige sabiamente.
“Lo que eres es lo que has sido. Lo que serás es lo que haces a partir de ahora”– Siddharta Gautama (Buda) –


