Acompañar a otro en su sufrimiento, es un intercambio… un intercambio de energía, escucha y presencia.
Un trauma es una herida emocional, un golpe, un suceso vital que impacta el tejido emocional, cerebral, corporal y energético.
Hay muchos tipos de trauma… algunos son pequeños y cotidianos y otros son grandes con un impacto enorme porque supone una ruptura en nuestra vida tal y como la conocíamos.
Todo ser humano ha vivido o vivirá un trauma… ya sea pequeño o grande. Lo que determina nuestra vida no es el trauma sino lo que hacemos después.
El poder del trauma está en que puede dirigir nuestra vida si no regulamos nuestras emociones y trabajamos con las creencias que se han podido instalar en nuestra mente pensante.
El trauma no nos hace víctimas, el trauma nos ayuda a sacar a la luz nuestra vulnerabilidad y humanidad, nuestra fortaleza y amabilidad.
Muchas personas que han vivido situaciones difíciles en su vida, querrían poder borrar el pasado o su memoria para no recordar. Si eso fuera posible, estaríamos desdeñando el gran regalo que nos deja el sufrimiento… un auto-conocimiento más profundo.
Podemos acompañar en el trauma como profesionales de la salud. En este caso, debemos estar formados específicamente en el tratamiento del trauma psicológico o emocional. Además de llevar con nosotros toda nuestra empatía, humanidad y presencia.
Podemos acompañar en el trauma como familiares, amigos o conocidos. En este caso, estar presentes junto a un ser amado que sufre, puede ser un reto para la propia relación. Y a veces, ni siquiera un amor profundo por la otra persona, hace sencilla esta navegación. Porque el trauma puede dejar instalados miedos y patrones de conducta, que influirán en la propia relación. La comunicación sincera por ambas partes, es esencial para acompañar a un ser querido que ha vivido una situación traumática.
Es muy fácil perdernos a nosotros mismos en el sendero del acompañamiento, por eso quiero decirte lo que no debes ser y lo que puedes ser, como acompañante en el trauma ajeno.
No somos Salvadores
Especialmente si tenemos una gran empatía, es muy fácil que entremos en el papel de Salvador de la otra persona. La realidad es que no podemos salvar a nadie, no podemos ahorrar el sufrimiento ajeno, solo podemos acompañar, sostener, escuchar, estar presentes. Y eso es aún más potente que tratar de salvar a alguien.
Algunas características del Salvador son…
- Misión = Dedicar su vida a ayudar a otros, olvidándose de sí mismo.
- Heridas emocionales = Posee la herida de abandono y gran empatía.
- Conducta = Altruismo extremo sin escuchar sus necesidades.
- Empatía = Excesiva, tiende a contagiarse de emociones ajenas.
- Sus puntos débiles = Injusticia y Sufrimiento.
- Relaciones = Atracción por personas heridas a nivel emocional.
- Auto-cuidado = No se cuidan porque creen no merecerlo.
Tal vez te hayas visto representado en varios de estos puntos… si es así, reflexiona sobre las relaciones que has mantenido a lo largo de tu vida y el papel que sueles ocupar en ellas.
Me he hecho consciente de la fuerza de transformar el Salvador en Acompañante. El acompañante no fuerza nada, se adapta al ritmo de la otra persona, le deja ser como puede ser ahora y le anima a mejorar, a transformarse.
Sin duda alguna, el poder del acompañante es mil veces mayor que el del Salvador.
Somos escuchadores
Quien acompaña a una persona que ha experimentado un trauma, es un gran escuchador.
La escucha es un acto de amor porque damos mucho de nosotros mismos en este proceso…
- Compartimos nuestro tiempo: Creo que el tiempo es lo más valioso que tiene el ser humano, por eso cuando escuchamos, estamos haciendo un regalo que no tiene precio. Cuando le dedicamos nuestro tiempo a alguien, le decimos muchas cosas… que es importante, que vale la pena invertir en él o en ella, que merece nuestro tiempo y escucha.
- Ponemos nuestras emociones a disposición del otro: Quien piense que la escucha es algo pasivo, no ha escuchado activamente nunca. En la escucha profunda, ponemos nuestro cuerpo, mente, emociones y energía a disposición de otra persona. Yo escucho con los oídos las palabras y los silencios, escucho con mi piel, escucho con mi corazón y mis ojos, escucho con mi alma, que es capaz de conectar con el alma ajena.
- Sostenemos desde la empatía: En la escucha profunda, solo necesitamos nuestra empatía. La empatía es lo que nos conecta al otro, a su sufrimiento y alegría, es la que nos permite ver todo su potencial y su humanidad. El poder de la empatía es infinito.
- Somos compasivos: No escuchamos para replicar, no escuchamos para defendernos… escuchamos para acompañar al otro, para ayudarle a reflexionar, para sostener junto a él o ella ese dolor y frustración. En la escucha compasiva, abandonamos todo juicio y crítica.
- No nos responsabilizamos de lo que no es nuestro: El escuchador compasivo, es consciente de que el dolor y las emociones del otro no son propias. Esa separación es importante para no caer en la tentación de convertirnos en Salvadores.
Somos presencia
Es fácil quitarle importancia a nuestra presencia… pero es un regalo tan hondo, que a veces pasa desapercibido.
Estar presente es ofrecer al otro el regalo de mi tiempo, mis emociones, mi mente. Poder hablar con otro ser que vuelca la atención en uno, es una de las experiencias más significativas que podemos vivir en un siglo lleno de ruido y distracciones.
Hace poco me regalaron unas preciosas manos talladas en madera. Quien me hizo este obsequio me dijo… “Estas manos son capaces de dar y de recibir”. El gesto es el mismo para dar a otros que para recibir. Sin embargo, he de confesarte que estoy más acostumbrada a dar que recibir.
Me gusta compartir, soy generosa por naturaleza. Pero cuando alguien me regala algo (tiempo, obsequios, atención), me siento un poco incómoda. Pueden ser restos de esa sensación de no merecimiento, puede ser que me cueste más ser receptiva… pero estoy trabajando en ello, abriéndome a recibir con naturalidad lo que otros quieren darme.
Porque si quiero compartir con otros, lo natural es que los demás también quieran compartirse conmigo. Todo en la vida es equilibrio.
“El trauma no es lo que nos sucede, sino lo que vivimos después de lo que nos sucede”
– Peter Levine –
* Contenido creado por un ser humano en su totalidad. No ha sido consultada ninguna Inteligencia Artificial (IA).


