Las emociones son amigas, mensajeras que tratan de acompañarnos por la vida. Esta relación de amistad solo puede funcionar, cuando somos capaces de conectar con la emoción y darle un espacio para comprender su mensaje.
El problema llega cuando las emociones son intensas y nos dan miedo… en ese momento, empezamos a ver en las emociones, a enemigas que debemos rechazar y luchamos contra su presencia.
Tenemos miedo de las emociones cuando éstas son intensas e inesperadas. Porque a veces, la intensidad de una emoción, nos desequilibra profundamente.
La reactividad emocional es una respuesta emocional intensa que suele ser desproporcionada a la situación que vivimos. Las personas altamente reactivas a nivel emocional, tienden a responder con emociones intensas a cualquier situación de la vida, lo que les empuja a vivir en una constante “montaña rusa emocional”.
Las Personas Altamente Sensibles (PAS), tendemos a tener una elevada reactividad emocional, de modo que casi cualquier cosa que ocurre en nuestra vida o en nuestro interior, nos conduce a sentir emociones intensas y profundas que nos pueden desestabilizar mucho si no podemos regularnos.
Una de las consecuencias de vivir siempre reaccionando emocionalmente a los sucesos, pensamientos o relaciones, es que nos volvemos impulsivos. La incapacidad de reducir la intensidad de la emoción internamente, nos empuja a realizar conductas que nos ayuden a tratar de bajar la temperatura de la emoción (gritar cuando estamos frustrados, pegar cuando sentimos ira, estar hiperactivos cuando sentimos alegría, etc.).
En el caso de las PAS, aunque solemos ser reactivos emocionalmente, las cosas nos afectan profundamente a nivel emocional, solemos ser poco impulsivos, ya que no nos gusta la sensación de hacer cosas que no controlemos.
La elevada reactividad emocional también nos conduce a estar siempre a la defensiva, sentimos que el mundo o los demás, son el enemigo y que debemos luchar y defendernos. Terminamos viviendo en un mundo en guerra y nos atrincheramos para protegernos de peligros que en realidad no existen. Esto ocurre porque empezamos a interpretar las cosas de manera errónea… captando peligros donde no los hay.
El cerebro emocional
En nuestro cerebro, existe un asiento neuronal para las emociones. El sistema límbico, es un área interna del cerebro que se encarga de las reacciones emocionales, capaz de movilizar muchas hormonas en el cuerpo para asegurar nuestra supervivencia.
Una de las áreas del sistema límbico más importantes para la reactividad emocional, es la amígdala. Es una estructura con forma de almendra presente en ambos hemisferios cerebrales. Cuando la amígdala recibe información del sistema nervioso autónomo que indica peligro, se activa y comienza a comunicarse con otras áreas del cerebro para libera ciertas hormonas y movilizar grandes cantidades de energía para poder protegernos y defendernos.
Cuando se sobre-activa la amígdala, se activa la alarma interna que indica la presencia de peligros y en ese momento sentimos miedo y ansiedad. Se activa la respuesta de “lucha-huida” en nuestro cuerpo.
La reactividad emocional es en realidad, un secuestro emocional. Y esto, a nivel cerebral, se produce por el llamado “secuestro amigdalino”. Este secuestro consiste en que la amígdala, interpreta una situación como de alto peligro y toma el control de las funciones cerebrales, impidiendo que el lóbulo pre-frontal se active, por lo que dejamos de tomar decisiones y de buscar soluciones, quedándonos atrapados en las emociones.
Cuando la amígdala está sobre-activada y estamos viviendo un tiempo en ese estado, es habitual nuestra reactividad emocional, respondiendo de manera rápida e intensa a nivel emocional, a cualquier cosa que ocurra (en la vida y en nuestros pensamientos). Si no aprendemos a regularnos, podemos quedarnos atrapados viviendo en un mundo peligroso.
Regulándonos
Podemos aprender a regularnos emocionalmente. Algunas maneras son…
- Respirando conscientemente para activar la corteza pre-frontal: Cuando respiramos con calma y lentamente, calmamos a la amígdala y permitimos que la corteza pre-frontal se active, de esta manera empezamos a regularnos. Prueba a practicar la respiración abdominal o la respiración cuadrada, te invito a descargar gratis una guía con técnicas de respiración, haciendo click aquí.
- Quédate con la emoción: Esto es aceptar la invitación de amistad de las emociones. Sostener la emoción y quedarnos con ella con una actitud de curiosidad, nos permite entender el mensaje de las emociones. Tras respirar conscientemente, deja espacio en ti para la emoción, para sentirla en tu cuerpo y para conversar con ella. Habla con tu emoción como con un amigo que conoces bien.
- Conecta con tu cuerpo: Cuando una emoción intensa nos posee, es necesario que volvamos al presente. Y no hay mejor manera de volver al presente, que conectar de nuevo con nuestro cuerpo. Siente tus pies en contacto con el suelo, enraízate en la tierra. También te invito a conectar con el mundo que te rodea, a través de tus sentidos… sintoniza con los sonidos a tu alrededor, conéctate a la vista y a los olores que te rodean.
Lo natural es sentir las emociones y regularlas. Si reduces tu reactividad emocional, vivirás de manera plena y disfrutarás de todo lo que te ofrece la vida.
* Contenido creado por un ser humano en su totalidad. No ha sido consultada ninguna Inteligencia Artificial (No IA).
“No se trata de borrar las emociones negativas que nos pueden causar ciertos hechos, sino de reducir su intensidad”
– Jonathan García-Allen –


