Las rumiaciones

El cerebro humano, en su evolución, ha llegado a ser capaz de crear pensamientos. Una de las características propias de la evolución de la corteza cerebral, es que nuestras neuronas logran hacer abstracciones, operaciones lógicas y esto conduce a los pensamientos. 

La mente pensante, asentada en el cerebro, nos permite percibir el mundo en base a nuestras creencias, experiencias y la información que obtiene nuestro sistema nervioso sobre la seguridad o amenaza que nos rodea.  En base a todo esto, el cerebro crea los pensamientos.

En este siglo de sobre-estimulación y sobre-información, exponemos a nuestro cerebro a una cantidad ingente de información que es incapaz de procesar adecuadamente. La sobre-información nos conduce al sobre-pensamiento y éste nos conduce a la rumiación

La rumiación mental, consiste en pensar una y otra vez lo mismo, dando vueltas y vueltas a una sola cosa, quedándonos atrapados en un mundo que no existe. 

¿Para qué pensamos?

Las razones biológicas y psicológicas de por qué pensamos, están claras. Pero reflexionando sobre este tema antes de escribirte estas palabras, me he parado a tratar de hallar respuesta para una pregunta que me parece más interesante… “¿Para qué pensamos?”

Creo que pensamos para muchas cosas, entre ellas…

  • Para afrontar sucesos de la vida. No todo es sobrevivir, deseamos prosperar. 
  • Para buscar soluciones y tomar decisiones que marcarán nuestras acciones. 
  • Para explicar el mundo que nos rodea y el comportamiento de otros. 
  • Para abstraernos de la realidad. 
  • Para entendernos mejor a nosotros mismos y conocernos. 
  • Para trascender nuestra vida cotidiana. 

El pensamiento nos puede hacer sufrir o nos puede ayudar a vivir plenamente. La diferencia entre una cosa y la otra, depende enteramente de nosotros, de tomar las riendas de nuestra consciencia para dirigir nuestros recursos y energía mental hacia la escasez o hacia la gratitud. 

En todo proceso de auto-conocimiento profundo, se produce un proceso de asumir la responsabilidad de hacia dónde dirigimos nuestra atención, que es la que iluminará el sufrimiento o la plenitud. 

Hace unos meses, en una sesión con un paciente, hablábamos de sus rumiaciones y le expliqué que nuestra mente es un campo y en él sembramos diferentes semillas. Esas semillas las regamos con nuestra atención, con la cantidad de tiempo que miramos ese “pensamiento-semilla”.  

Es importante ser conscientes de qué “pensamiento-semilla” regamos porque el fértil campo de nuestra mente pensante, puede crecer de una manera que nos arrastre al sufrimiento. 

Sé que es una gran responsabilidad admitir que yo soy quien decide cómo será el campo de mi mente y la cosecha que tendré. Porque todo pensamiento y rumiación, termina convirtiéndose en acciones que dan forma al mundo en que vivo. 

Si tenemos muchos pensamientos negativos o rumiaciones, viviremos en una realidad llena de sufrimiento. Pero si aramos y cosechamos un campo mental de calma, honestidad y gratitud, viviremos en una vida que deseamos vivir, llena de consciencia y prosperidad. 

Rumiando el pensamiento

Se sabe que el cerebro humano, por una cuestión evolutiva y de supervivencia, tiene un sesgo negativo, de modo que alrededor del 80% de nuestros pensamientos son negativos… ya que el objetivo crucial es sobrevivir y para ello, debemos ”ponernos en los peor” para buscar estrategias que nos protejan. 

También se sabe que nuestra mente pensante, es repetitiva y se cree que en torno al 90% de los pensamientos que tenemos, se repiten una y otra vez. 

Sabiendo esto, tiene todo el sentido que los humanos tengamos rumiaciones. De hecho, considero que la fórmula de la rumiación es…

RUMIACIÓN = 80% de pensamientos negativos + repetición del 90% de esos pensamientos. 

En psicología, hablamos de rumiación para referirnos a esos pensamientos que damos vueltas una y otra vez, como las vacas rumian varias veces la comida que ingieren. 

Rumiamos diferentes tipos de pensamientos… preocupaciones, situaciones que no podemos resolver por el momento, ideas, problemas, incluso rumiamos cuando algo nos apasiona. Está bien pensar, lo que ocurre es que la rumiación, tiene un punto obsesivo. Por eso, cuando rumio, siempre me imagino a mí misma enredada en pensamientos que tiran de mí y me mantienen cautiva. Ese es el momento en que la mente toma el control y decide lo que es importante para mí. 

Todos los humanos, en algún momento de nuestra vida, rumiamos. Muchas veces la búsqueda de una solución a un problema o algo que nos preocupa, nos puede conducir fácilmente a ese estado rumiativo que puede durar desde horas hasta días o semanas. En casos más graves, como en al depresión, el pensamiento rumiativo es casi el único tipo de pensamiento que se tiene. 

Solemos rumiar en solitario, encerrados excesivamente en una mente negativa que nos llena de miedo o que nos invade con preguntas cuya respuestas nunca llegaremos a saber. 

Pero a veces también rumiamos en compañía. Es magnifico poner en palabras lo que nos preocupa y compartirlo con otra persona, pero cuando nos quedamos horas y horas hablando de lo mismo… es una comunicación rumiante. Debemos poner un límite de tiempo para hablar de lo que nos preocupa o de otro modo, nos quedaremos atrapados en la rumiación y arrastraremos a otra persona a ese universo caótico.  

La característica clave de la rumiación, es que nos atrapa y es muy difícil salir de ella. Cuando llevamos un tiempo acostumbrando a nuestra mente (y neuronas) a quedarse atrapad en ciertos pensamientos, la rumiación cobra fuerza y perdemos parte del poder para salir de ese bucle infinito de pensamientos. 

La rumiación nos habla de una mente rígida, atrapada en unos pocos pensamientos que nos conducen a la tristeza, la desesperanza y el miedo. 

Herramientas para salir de la rumiación

No podremos romper el sesgo negativo de nuestra mente… han sido miles de años de evolución y nos ha ayudado a sobrevivir. 

Lo que sí podemos hacer, es tener herramientas sencillas que nos ayuden a reducir ese temor a la vida y a los problemas. Algunas estrategias que me ayudan en relación a mi mente rumiante, son…

  • Mover el cuerpo: Cuando la mente piensa en exceso, es momento de conectar con mi mayor ancla… el cuerpo. Hacer estiramientos, sentir los pies en contacto con el suelo, sentir el movimiento de la respiración en mí, mover el cuello o caminar suavemente, son grandes aliados para recordarme que yo soy mucho más que la mente pensante. 
  • Respirar: Es mi gran herramienta de regulación emocional y mental. Cuando siento que mi mente dramática se pone en acción, solo debo cerrar mis ojos y sentir cómo se expande mi pecho al inhalar y cómo se hunde al exhalar. La respiración consciente me aporta paz, serenidad y me conecta con el movimiento natural de la vida. 
  • Distracción: La clave para que la rumiación no me atrape, es mover mi atención a otros puntos. Las técnicas de distracción que más me ayudan son… Contar 40 respiraciones y conectarme al mundo que me rodea a través de los sentidos, especialmente la vista y el oído. 
  • Meditar: Enseñar a mi mente que puede ser flexible, que no tiene por qué quedarse atrapada en unos pocos pensamientos, es uno de los grandes aprendizajes de mi vida. La meditación me ayuda mucho a enfocarme de nuevo en el presente y a hacerme consciente del bucle de pensamientos sin entrar en ellos, convirtiéndome en espectadora de mi propia mente

Encuentra tus herramientas para salir de la mente rumiante y vive plenamente. 

“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado”

– Siddhartha Gautama (Buda) –

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