Conocernos desde el cuerpo

Nuestro cuerpo es el origen de todo… y para llegar a conocernos realmente, debemos aprender su idioma, descifrando cada símbolo, cada signo, cada síntoma. 

Conocerme desde mi cuerpo, es una de las tareas más difíciles que tengo por delante. He tratado de huir de mi cuerpo toda la vida y reconocer que es una fuente de sabiduría en su silenciosa presencia, me hace recordar que lo importante en la vida, ocurre entre las sombras de la consciencia. 

Nuestro cuerpo es materia y energía, es química y alquimia. Ocurren cosas incomprensibles, casi mágicas, en los recovecos de nuestro cuerpo. 

El cuerpo se comunica, trata de hablar con nosotros, dialogar. Pero solemos estar ciegos y sordos a sus señales. Ahogamos sus mensajes en alcohol, comida, sexo, vida social, series de televisión y un sinfín más de cosas que nos anestesian, que nos alejan de nuestra humanidad. 

Porque conocernos desde nuestro cuerpo, duele… duele la ansiedad y el estrés, duele la tristeza y el desamor, duele la pérdida y también la alegría, duele el amor. El dolor nos indica que estamos vivos y cuando anestesiamos nuestras emociones, tratamos de desconectarnos de la vida. 

Y de tanto desconectarnos, nos perdemos, dejamos de saber quiénes somos y para qué estamos en esta vida. Al desconectarnos, renegamos de la propia vida, nos apagamos poco a poco. 

Conocerme desde mi cuerpo, supone escucharlo y dialogar con él para entender lo que me está diciendo y para regularme gracias a sus pistas. El cuerpo es nuestro aliado, el compañero que estará junto a nosotros toda la vida. 

Las emociones desde el cuerpo

Solemos pensar que las emociones están en el cerebro, pero la realidad es que están en el cuerpo. 

Las emociones se expresan en nuestro pecho, en nuestra garganta, en el abdomen, en la espalda, en la cabeza e incluso en la piel. 

Sentir las emociones en el cuerpo a veces es doloroso, por eso tratamos de apagarlas, de silenciarlas. Pero al silenciarlas, solo logramos que se expresen de otra manera, que griten más fuerte. 

Un fenómeno algo extraño que he experimentado en mí y que he visto entre quienes acompaño, tiene que ver con emociones que disfrazan a otras, ocultando la emoción de origen. 

A veces, una emoción como la tristeza, se puede disfrazar de enfado. Así, vamos por la vida pensando que estamos enfadados cuando en realidad es la tristeza la que nos visita y trata de decirnos cosas importantes. Tal vez tengamos miedo de sentirnos tristes, tal vez nos hace sentir vulnerables y necesitamos ser fuertes… y el enfado nos da ese extra de energía necesaria. 

A veces es muy difícil identificar las “emociones disfrazadas”, pero he encontrado un método sencillo para identificarlas. 

Dado que las emociones son energía, algunas de ellas nos activan, otras nos dejan agotados. El enfado nos da energía, nos activa, la tristeza nos deja agotados y sin fuerzas. Cuando se produce una incoherencia entre la emoción que creemos sentir y la energía física que tenemos, es señal de “emociones disfrazadas“. 

Hace poco, una paciente me contaba que estaba enfadada pero sus gestos y su energía física, me hablaban de tristeza. Hice con ella un ejercicio para conectar con el cuerpo y descubrió que estaba triste y abrumada emocionalmente, el enfado solo era su protección para poder seguir adelante con sus responsabilidades. 

El problema de no identificar adecuadamente las emociones que sentimos, es que no podremos regularnos bien. Porque lo que me regula en el enfado, es lo contrario de lo que me regula en la tristeza. 

El cuerpo es una fuente de autoconocimiento profundo… solo debemos escucharlo, dejando de hacer cosas para distraernos y evadirnos. En su lugar, vamos a quedarnos a solas y en silencio con nuestro cuerpo para que nos guíe y nos ayude a regularnos. 

La mente en el cuerpo

La mente pensante también se expresa en nuestro cuerpo. Las rumiaciones o bucles de pensamientos negativos, tienen un impacto en la motilidad del intestino, lo que puede provocarnos estreñimiento. Estos bucles también afectan a cómo late nuestro corazón, a cómo respiramos, a la cantidad de cortisol que liberan las glándulas suprarrenales. 

La mente pensante tiene un reflejo directo en nuestro cuerpo. Por eso la meditación, una herramienta que nace en la mente, tiene efectos positivos en nuestra salud física. 

Cuando notemos tensión, dolor, molestias o incomodidad, debemos mirar más allá del dolor, debemos sentarnos, cerrar nuestros ojos y permitir que el cuerpo nos muestre de dónde viene ese malestar. Recorrer los senderos del pensamiento y cómo se entremezcla con las emociones… permitirnos vibrar al ritmo de nuestro corazón, que es un reflejo de nuestra vida mental. 

La mente y las emociones viven en el cuerpo, alrededor de las células, tejidos, órganos y a través de los poros de nuestra piel. Escúchate y conócete mejor. 

Regulándonos junto al cuerpo

El cuerpo es la fuente del malestar pero también de la regulación. Te voy a dejar 3 herramientas sencillas que siempre tienes a mano y que te invito a usar para regularte…

  • Muévete: Somos seres en movimiento, todo se refleja en el cuerpo y nos podemos regular desde él. Te invito a mover tu cuerpo de manera diferente según lo que sientas o necesites. A veces tan solo necesitas mecerte suavemente para sostenerte, otras veces necesitarás caminar con calma y otras veces tal vez necesites un movimiento más intenso como correr. Cada día eres una persona diferente… obsérvate, siente lo que necesitas y permite que tu cuerpo se mueva en consonancia. 
  • Respira: La respiración nos acompaña toda la vida y es un ancla perfecto para regularnos. Observa cómo respiras cuando estás enfadado, cuando hay ansiedad, cuando estás triste. Este conocimiento te ayudará a comprender mejor lo que sientes solo observando cómo es tu respiración. Para regularte… cierra los ojos y empieza a hacer una respiración más lenta, haciendo más amplia tu inspiración y profundizando tu exhalación. Exhala el doble de tiempo que inhalas y regula tu cuerpo y mente. 
  • Escucha en silencio: Una de las mejores maneras de regularnos, es reducir la estimulación que accede a nuestro cuerpo. Tómate un descanso, siéntate cómodamente y cierra tus ojos. Ya está… ahora escucha… escucha lo que te susurra el cuerpo… escucha lo que te grita la mente… escucha tu respiración. Y quédate así… escuchando en el silencio interior que hay en ti. 

Conocerme desde el cuerpo no siempre es fácil, pero lo que aprendo de mí desde ahí, es lo más valioso. 

“Todas nuestras emociones se inscriben al nivel del cuerpo. Cuando el corazón no llora, lloran los órganos” 

– Boris Cyrulnik –

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