Responsabilidad afectiva

Cuando hablo de hacerme responsables de algo, me refiero a hacerme cargo de algo, tomando consciencia de lo que siento, pienso y hago. 

La responsabilidad afectiva debe empezar en mí… como todo proceso de toma de consciencia. Primero he de ser responsable con mis emociones, heridas, patrones de conducta y acciones, recordando que todo eso, depende de mí aunque me pueda influir lo que ocurra fuera. 

La responsabilidad afectiva con los demás… consiste en ser consciente del impacto de mis palabras y acciones, en los demás. Para ello, necesito conectar con mi empatía, descubriendo al ser humano único que hay en el otro. Se trata de no herir a los demás, a pesar de que sintamos dolor dentro de nosotros. Porque he de regular mis emociones y solo lo podremos hacer internamente. 

La responsabilidad afectiva, está llena de consciencia. Debemos ser conscientes de las emociones, comunicarlas de manera explicita, sentir respeto por las emociones ajenas y reflexionar antes de actuar. Cuando somos responsables, la impulsividad desaparece porque no tiene cabida.  

Quiero mostrarte los elementos básicos que considero parte de la responsabilidad afectiva, ¿me acompañas?

La responsabilidad

Responsabilidad: Hay quienes indican que la responsabilidad es una virtud, a través de la cual, asumimos las consecuencias de nuestras emociones, decisiones y acciones. Es una virtud propia de la madurez y el auto-conocimiento. Considero que la responsabilidad se desarrolla…

  • Con emociones propias: Antes de nada, he de asumir mis propias emociones, he de aceptar mi mundo emocional sin cargar a nadie la responsabilidad de mi sentir. Porque las emociones son mías, aunque hayan podido surgir a raíz de actos ajenos. Lo que ocurre fuera de mí, no lo puedo controlar, lo que ocurre dentro de mí o lo que nace de mí, sí está bajo mi control. 
  • Con emociones ajenas: No puedo controlar las emociones ajenas, pero puedo sostenerlas sin responder de manera impulsiva. Puedo llegar a entender que la otra persona tiene un universo emocional único y que las experiencias vitales vividas, le han marcado, le han dejado heridas y creado patrones de conducta. Se trata de dejar de reaccionar ante la emoción del otro y regular la resonancia de esos actos ajenos a mí. 
  • En lo que comunicamos: Las palabras son semillas y soy muy cuidadosa con las palabras que pronuncio, porque son capaces de crear realidades en las otras personas. Responsabilizarme de mis palabras y de mis silencios, es una de las cosas más importantes que he aprendido en la vida. Porque una palabra puede ser un abrazo que regalo o una piedra que arrojo. Cuando arrojo una piedra en forma de palabra a otra persona, es mi dolor en acción, es un deseo de que el otro sufra como yo lo hago. Y eso es lo contrario a responsabilizarme de mis emociones y heridas. 
  • En nuestra regulación: Solo puedo responsabilizarme de mis emociones y de su regulación. Para ello, necesito dedicarme tiempo, observarme y conocer lo que hay en mí, las heridas y dolores que me afligen, los actos impulsivos que me movilizan y los pensamientos que me atenazan. Si soy capaz de regularme cuando siento una emoción, soy capaz de afrontar las relaciones personales desde la comprensión y compasión. 

Trascender las heridas

Evitar herir: Cuando nos hacemos responsables y conscientes del poder que tenemos para hacer crecer o hundir a otra persona, comenzamos a ser más cuidadosos en nuestros actos y palabras, porque nuestro deseo es no herir al otro. En este proceso de evitar herir, comenzamos a…

  • Respetar al otro: El respeto es aceptar los límites que la otra persona necesita poner para ser coherente consigo misma. Cuando nos saltamos los límites ajenos, solo pensamos en nosotros y eso puede conducir a relaciones tensas y conflictivas por sentir que no le importamos a la otra persona. Es importante hacer explícitos nuestros límites y señalar cuándo creemos que están siendo ignorados. 
  • No herir a propósito: Para mí, esta es la clave de la responsabilidad afectiva. Muchas veces, hacemos daño a través de palabras y actos porque nos sentimos mal, porque sufrimos. De esta manera, en lugar de sanarnos, estamos perpetuando el sufrimiento, arrastrando a la otra persona con nosotros. A veces herimos de manera inconsciente, lo importante es disculparnos cuando esto suceda… somos humanos y podemos equivocarnos y rectificar. 
  • Sanar mis heridas emocionales: Esta parte del trabajo interior es una de las tareas más profundas que podemos hacer en nuestra vida. Al sanar las heridas emocionales, nos conocemos mejor, dejamos de repetir patrones inconscientes que nos hacen daño y dejamos de estar preso del pasado y de otras personas que nos han herido. Esta sanación es la verdadera ruptura con el pasado. 
  • Escuchar conscientemente: La escucha es una manera profunda de conectar con el otro. La escucha consciente crea espacio, no escucho para defenderme ni para responder al otro, escucho para aproximarme a la otra persona. Esta escucha es no reactiva emocionalmente, no es impulsividad, de hecho, me conecta con la calma, paciencia y serenidad. Porque la escucha profunda, me aproxima al universo emocional ajeno. 
  • Ausencia de juicios y críticas: Cuando soy capaz de ir más allá de mi heridas, soy capaz de conectar con los demás desde la amabilidad y compasión. Los juicios y críticas solo nos limitan, nos impiden conectar genuinamente y comprender en profundidad el mundo ajeno. La ausencia de juicio es algo que debemos practicar cada día, porque aunque nuestra mente nos conduzca ala crítica, somos nosotros quienes decidimos cómo vemos a los demás, a nosotros mismos y al mundo. 

Liberando al Salvador

No cargar con lo que no es mío: En las relaciones, podémoste ejercer el papel de Salvador. Si conocemos a una persona que ha sufrido mucho o está muy herida emocionalmente, puede salir a la luz el Salvador interior que cree poder cambiar a la otra persona. El peligro de relacionarnos desde el Salvador, es que nos conectamos a los demás desde nuestra herida de abandono, desde nuestro vacío emocional. Tarde o temprano, las relaciones que se construyen desde este papel, tienden a ser conflictivas y a acabar. Por eso es importante aprender a no carga con lo que no me pertenece… 

  • Con emociones ajenas: No puedo responsabilizarme de una emoción que no ha nacido de mí, aunque puedo acompañar en el tránsito a través de la emoción. Cada cual es responsable de sus emociones. 
  • Con heridas ajenas: No puedo cargar con las heridas del otro porque no son mías. La sanación profunda debe nacer de un deseo de mejorar, de crecer y de ir más allá de lo vivido, del pasado y del dolor. Y esta es una decisión que solo cada cual ha de tomar. Cuando trato de ser Salvadora de otros, transmito la idea a esa persona, de que no es capaz de sanarse. Y eso precisamente, ahonda la herida. 
  • Con la sanación del otro: El proceso de sanación emocional, es un camino solitario. Podemos tener a acompañantes en este camino que estén con nosotros en algunos tramos, pero la sanación profunda, es un camino individual
  • Más allá de la ofensa: Las personas heridas, hieren a otros. No es maldad, simplemente es que no saben relacionarse de otra manera. La responsabilidad de la persona herida, está en no repetir patrones y en dejar de herir a otros en respuesta a su dolor. Podemos dejar de defendernos, podemos sentirnos seguros… aunque antes debes sentirte seguro contigo mismo. 

Relacionándonos responsablemente

Podemos relacionarnos de manera responsable con los demás, sea cual sea el tipo de relación (se pareja, padres e hijos, hermanos, amigos, compañeros de trabajo). Algunas cosas que nos ayudan, son…

  • Conocernos: El auto-conocimiento es el antídoto para casi todo en la vida. Si me conozco bien, me comprometo con mi sanación y camino de crecimiento interior, podré desarrollar mi responsabilidad afectiva. 
  • Regularnos: Las emociones nacen en mí y es mi responsabilidad regularlas. Podemos pedir tiempo al otro para que nos permita regularnos, podemos expresar nuestra necesidad de retirarnos a otra habitación para regularnos. Cada vez que nos regulamos, decidimos conscientemente cómo deseamos relacionarnos con los demás. 
  • Escuchar: Empieza primero por ti, escuchando tus emociones, tu cuerpo, tu mente pensante. Después, estarás en disposición de escuchar al otro sin interferencias emocionales internas. 

“El verdadero buscador crece y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable de lo que sucede”

– Jorge Bucay –

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