Un año más llega a su fin… doce meses que se han ido consumiendo día a día, hora a hora, segundo a segundo.
Y la vida, tan rápida a veces, nos hace olvidar que todo es lento… que la vida ha de saborearse.
A finales de año siempre siento la necesidad de hacer resumen de lo aprendido, de lo avanzado, del crecimiento interno alcanzado.
A veces me resulta fácil indicar mis avances… otras veces, me cuesta porque estoy demasiado dentro de mi mente, de sus contenidos (y críticas). Y para observar mis avances he de tomar perspectiva… perspectiva de mis emociones, de mis pensamientos, de las creencias que tengo sobre mí misma.
Y esto es lo realmente complicado… tomarme tiempo para alejarme de lo que mi mente dice que es mi vida y zambullirme en mi vida plenamente.
Para alcanzar este objetivo sé claramente lo que tengo que hacer… acudir a la naturaleza y meditar. A veces hago ambas cosas a la vez, a veces por separado. Porque al conectar con la naturaleza, conecto con mi yo esencial, aquel que recuerda que la vida es sencilla.
Cuando medito, conecto con mi interior… con mi esencia. Y es así como puedo convertirme en espectadora, observadora del mundo que hay en mi interior, observando mi mente sin enredarme en ella y sin creerme lo que me dice.
Mirar hacia el pasado y el futuro es saludable siempre y cuando no me quede a vivir en tiempos que no existen. Soy cada vez más consciente, de que solo existe el ahora, el presente… esta eternidad que transcurre con cada tecla que rozo al escribir estas palabras.
No podemos controlar a la vida, no podemos controlar el futuro… solo podemos vivir la vida sorbo a sorbo, paso a paso.
Mirando hacia el futuro
Me gusta echar la vista atrás para afianzar mis pasos… pero necesito también mirar hacia delante para saber a dónde me dirijo.
Este tiempo a final de año que me tomo para proyectar mi siguiente año, es como tomar en mis manos una brújula… eso me ayuda a situarme en mi vida y a mirar los caminos que se abren frente a mí y cuál es el que elijo caminar.
Porque al proyectarme en el futuro, soy capaz de elegir mi camino… un camino que dependerá mucho de lo que quiero trabajar en mi interior, de lo que quiero aprender y de los pasos que quiero dar en mi carrera profesional.
Cuando miro hacia delante, veo muchos caminos… pero algunos he de desecharlos porque no encajan ya conmigo o porque no me van a ayudar a evolucionar hacia donde quiero.
A pesar de sentir que soy yo quien decide, soy consciente también de que la vida es aleatoria, llena de incertidumbre, sé que no puedo controlar lo que ocurre a mi alrededor. Y no me tomo esta mirada hacia el futuro como una manera de obligar a la vida a que se pliegue a mis deseos… lo veo como una guía de lo que anhelo vivir y aprender para poder ser más genuina, más libre.
Cuando hablo de proyectarnos en el futuro, me refiero a mirar dentro de ti… a observar qué conductas deseas cambiar, qué barreras quieres derribar, de qué jaula quieres salir. Porque muchas veces la sensación de estancamiento se produce al sentirnos atrapados en una forma de vida o en conductas que ya no nos representan.
Hay que tener mucho valor de dejar atrás algo que nos hace daño. Empecé este año con un artículo en mi blog sobre la zona de confort. Salir de esa zona confortable (donde no siempre todo es saludable para nosotros), es doloroso, está lleno de miedo y nos podemos sentir inseguros.
Es normal… es tu humanidad hablando a través ti. Pero cuando tenemos el valor de salir, nos damos cuenta de que nuestra mente nos había engañado… que las cosas no son tan malas como creemos.
Mirar hacia el futuro tiene que ver con romper aquellas burbujas que hemos creado para protegernos. Porque si siempre actuamos igual, acabaremos por vivir en el pasado, en la piel de quienes fuimos hace mucho tiempo. Y queramos o no… la vida nos cambia, nos transforma. Negar esta transformación, es lo que nos provoca sufrimiento.
Por eso, cuando mires hacia el futuro, pregúntate… ¿Quién quiero ser?
Proyectando mi futuro yo
Cuando me paro y me hago esa pregunta de quién quiero ser, vienen a mí algunas sensaciones e imágenes…
Quiero tener más tiempo para mí.
Quiero aprender más y enseñar lo aprendido.
Quiero acompañar en procesos de crecimiento interno.
Quiero aprender más del rasgo PAS y divulgarlo.
Quiero escribir.
Quiero vivir en un lugar donde me rodee la naturaleza.
Quiero cultivar mi espiritualidad.
Quiero seguir saliendo de mis cárceles mentales.
Dicho así todo parece muy abstracto, pero cuando me paro en cada uno de estos puntos, me vienen a la cabeza los miles de pequeños pasos que he de dar para lograrlos.
Para proyectarme en mi futuro yo, hay algunas cosas que son importantes…
- Paciencia: Soy consciente de que muchas de las cosas que quiero no las lograré en solo un año… serán procesos de aprendizaje que probablemente me lleven toda la vida. Lo que puedo hacer es dar mis primeros pasos… el resto llegarán solos. He de ser paciente… todo llega cuando estoy preparada… solo he de seguir caminando.
- Propósitos realistas: Enlazado con la anterior, es importante que me proponga propósitos realistas. Y en el ámbito del crecimiento personal, tiene mucho que ver con conocerme bien, con ser consciente de que hay cosas, actitudes y formas de actuar que nunca podré tener, porque hay partes de mí que son incompatibles con eso. Por ejemplo, no puedo pretender ser una persona muy sociable porque soy introvertida, me gusta la calma y serenidad… las necesito para estar equilibrada. Si me propongo un propósito imposible de alcanzar para mí, me frustraré en el camino y me querré menos. Y hace tiempo que me di cuenta de que vivir en equilibrio, supone amarme incluso con mis sombras.
- Metas pequeñas y graduales: Como decía al principio de este post, la vida es lenta, ha de saborearse. A veces tenemos tal ansia de cambiar, que queremos cambios rápidos y duraderos. Por mi experiencia personal y profesional, esto no es así. Debemos mirar la meta grande que deseamos alcanzar, pero centrarnos en las metas pequeñas, en los pequeños pasos que podemos dar hoy y mañana. Y así, nuestras metas serán graduales en intensidad y complejidad… y es así como crecemos.
- Curiosidad: Creo que es la actitud vital más importante. La curiosidad es la que nos mueve a conocernos mejor, es la que nos hace profundizar en aquello que nos duele. La curiosidad es ausente de juicio y crítica. Es apertura mental, es liberarnos de la programación mental que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida… desde nuestra primera morada… el útero materno. La curiosidad nos ayuda a conocernos y a aprender, nos permite ser mejores cuando nos tratamos con amabilidad y amor.
Espero que estos 4 pasos o actitudes básicas, te ayuden a proyectar tu yo futuro. Por mi parte, ya estoy creando ese camino que quiero recorrer en los próximos años. Un camino del que serás espectador, un camino solitario pero que me conecta contigo.
Recuerda que lo más importante es tu ser esencial… cultívalo, ámalo.
“La gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste, pero la gente nunca olvidará lo que les hiciste sentir”
– Maya Angelou –