El ser humano es complejo.
Si reducimos nuestra complejidad natural, nos daremos cuenta de que somos moléculas, partículas de energía.
La energía no se ve, pero se siente… son los ladrillos con los que creamos este mundo material al que tanto estamos apegados.
Podemos pensar que primero es la materia y después llega la energía. La realidad es que primero existe la energía y cuando ésta se une, formando estructuras más complejas, da lugar al mundo físico que conocemos.
Y la energía de la que estamos hechos, es la misma que está suspendida en las galaxias y en el universo profundo. Por eso podemos decir que los seres humanos somos polvo de estrellas.
A este respecto, me encanta la siguiente frase del poeta persa, Rumi…
“Somos estrellas cubiertas de piel. La luz que buscas ya está dentro de ti”
– Rumi –
Energía y conexión
Solemos sentir que estamos desconectados de todo y de todos, que nada tenemos que ver con el sol o las estrellas, con nuestra galaxia o con las galaxias que hay más allá del universo que podemos explorar.
Lo cierto es que la energía está toda conectada. Así lo demuestra el principio de entrelazamiento de la física cuántica.
Según este principio, dos partículas que han estado unidas en algún momento, permanecerán unidas por siempre. Y cuando una de esas partículas cambia o se altera, aquella otra con la que ha estado unida, también cambiará… da igual si les separan unos metros o miles de millones de años luz.
Y lo mejor de todo esto, es que antes del Big Bang, antes de la explosión que hizo posible el universo en el que vivimos, todas las partículas existentes, estaban aglutinadas, formando un guisante de energía condensada.
Y cuando ese guisante explotó y se expandió, lanzó a las partículas a la inmensidad… unas separadas por metros y otras por miles de años de luz… pero siguen conectadas porque todas ellas forman parte de lo mismo… un gran campo de conciencia.
Por eso creo que estamos conectados a las estrellas… porque provenimos de ellas y regresaremos a ellas.
Y lo mejor de todo… estamos conectados a otros seres humanos, a animales, árboles, a la Tierra, al sol y la luna, a las estrellas que forman parte de nuestra galaxia y de aquellas que se encuentran en lo más profundo del universo.
Conciencia y el universo
Mucho se habla de la conciencia en las últimas décadas.
Cuando hablo de consciencia, me refiero a la capacidad humana de “darnos cuenta” de lo que sucede. La conciencia es un testigo que lleva a cabo la tarea de hacerse consciente, es un observador que cuando le dejamos, es capaz de sacar lecciones y aprendizajes nunca antes imaginados.
Cuando nos hacemos conscientes, podemos relativizar el tránsito de pensamientos, emociones y sensaciones. Podemos incluso aceptar la cosas como son y no como querríamos que fueran.
La conciencia es como un río que fluye sin parar, como un faro que permanece imperturbable ante las mareas y las tormentas.
Podemos elegir vivir desde un estado de conciencia más amplio, anclándonos al espectador o testigo que hay en nosotros, observando lo que sucede dentro y fuera de nosotros pero sin participar, sin tomar decisiones impulsivas, dándonos tiempo para comprender por qué sentimos lo que sentimos.
Nuestra conciencia es energía pura. Desde la ciencia más ortodoxa, nos indican que la conciencia solo es una creación de nuestro cerebro.
Desde la física cuántica, la psicología transpersonal y las tradiciones espirituales, la conciencia es algo mucho más grande que ya existía antes de que nuestro cerebro naciera y que seguirá existiendo cuando partamos de este mundo físico.
Desde esta perspectiva más profunda, la conciencia es un estado energético. Nuestra conciencia individual solo es una escisión temporal de la conciencia global… esa energía que está en todas partes, que es inteligente en sí misma y que está entretejida con la materia del universo.
Nuestra conciencia se aloja en cada célula del cuerpo, está presente en cada órgano y también forma nuestro cuerpo energético o sutil, distribuido en centros energéticos a lo largo de la columna vertebral.
Los Vedas, textos de más de 7.000 años de antigüedad que se originaron en la India, indican que ya existía una fuerza antes de que el universo explosionara, indican que es una energía poderosa de la que nacen todas las cosas. En la India es llamada “Prana”, la energía primordial que hace al propio universo, consciente.
Un universo consciente sería sensible a lo que piensa y siente cada conciencia individual
Esto nos conecta con todo… estamos conectados con las estrellas.
Co-creamos la realidad que vivimos, por eso estamos interconectados y lo que alguien hace, tiene un impacto en los demás, por eso la base de nuestra humanidad, ha de ser la cooperación… porque el mundo será tan consciente o inconsciente, como cada uno de nosotros decidamos.
Estás hecho de la misma energía que las estrellas… cree en ti