Los seres humanos tenemos la capacidad de saber quiénes somos. Y este proceso casi imposible, nos lleva a vincularnos a otras personas.
Desde que nacemos, comenzamos a crear un vínculo con las personas de nuestro entorno. Pero lo cierto es que ya hemos comenzado a crear un vínculo emocional y de apego con nuestra madre incluso antes de que nuestros pulmones se llenen de oxígeno por primera vez.
Durante el embarazo, la conexión entre madre y bebé es tan profundo, que se dice que comenzamos a programar nuestro cerebro y energía vital en el útero materno.
El apego es clave para un desarrollo emocional óptimo. De hecho, en la literatura psiquiátrica habla del “Marasmo”, bebés que vivían en orfanatos en el siglo XIX y que entraban en depresión hasta morir por la ausencia de contacto humano y de amor.
Y es que la primera manera de entender el amor, es por medio del tacto. Un abrazo, una caricia, un beso, tienen el poder de transmitir amor y crear hormonas como la oxitocina, la hormona del amor que ayuda a los bebés en su crecimiento.
El tacto es la primera manera de aceptar y expresar el amor… y también es la última, pues en el lecho de muerte, el tacto es el sentido activo.
El apego al principio de nuestra vida, es esencial. Si quieres aprender más sobre cómo influye el apego desarrollado en la infancia en njuestras relaciones de pareja, puedes leer el artículo donde hablo de esto, haciendo click aquí
Pero los seres humanos, en nuestro afán por sentirnos completos, además de vincularnos y apegarnos a otras personas, también podemos desarrollar otro apego hacia cosas materiales… y es aquí donde la relación con las cosas se complica, porque de repente, un objeto se convierte en un emisor de amor, seguridad o paz.
Y cuando convertimos un vínculo emocional en posesión (como ocurre con muchas relaciones) o un objeto en la fuente de nuestro equilibrio emocional, comenzamos a perdernos poco a poco, apegándonos de manera malsana a personas, objetos o posesiones.
El apego y el sufrimiento
El budismo ha estudiado mucho el apego y el desapego.
Buda, en su camino hacia la iluminación, se topó con el gran tema que asola a la humanidad: el sufrimiento.
Este gran maestro nos legó un conocimiento profundo acerca del sufrimiento humano, ya que la vida y el sufrimiento, van de la mano.
Las cosas que nos hacen sufrir, son muchas… creo que en realidad cualquier cosa nos puede hacer sufrir, incluso las cosas buenas, porque no se trata tanto de cómo son los hechos sino cómo los interpretamos. Algo a tener en cuenta, es que los seres humanos sentimos insatisfacción vital porque nada externo a nosotros (cosas o personas), puede llenar el vacío que sentimos al experimentar que no somos suficientes. Este vacío solo lo podemos llenar desde dentro.
Para Buda, hay cinco agregados del apego, que son las partes de las que nos componemos los humanos: el cuerpo, el corazón, las sensaciones, la percepción, las formaciones mentales y consciencia sensorial. De este modo, para el budismo, nuestra mente es una fuente de sufrimiento cuando no somos capaces decomprender su verdadera naturaleza.
El apego es, para Buda, la segunda fuente del sufrimiento humano. El apego se produce cuando nos aferramos excesivamente a las cosas, creencias o personas que nos rodean. Es un engaño de la mente, donde nos quedamos atrapados y aferrados a aquello que nos gusta o satisface, aunque no siempre nos haga felices.
El apego nos da una falsa idea de felicidad porque la mente exagera las cualidades positivas de aquello a lo que estamos aferrados (la casa, el reloj, el coche, nuestra pareja, etc.). De este modo, nuestra mente convierte a aquello a lo que estamos apegados, en más atractivo de lo que es realmente. El problema no es tanto tener posesiones, sino aferrarnos a esa posesión o persona.
El apego actúa a través de ocho preocupaciones mundanas (cuatro preocupaciones y sus opuestos)…
- Desear posesiones materiales y no separarnos de ellas. La mente que se aferra no es una mente serena.
- Aferrarse a la comodidad y tener aversión a la incomodidad. Ambas forman parte de la experiencia humana.
- Aferrarse a la buena reputación y disgustarse por lo opuesto. Buscando la aprobación de otros o comparándonos con otros, sufrimos.
- Aferrarse a los elogios y enfadarse ante las críticas. Tememos que otros lleven razón al criticarnos.
Solemos hablar del apego a objetos, posesiones y personas, pero los seres humanos también nos aferramos a cosas más abstractas como nuestras creencias, pensamientos y emociones.
Cuando nos aferramos a una emoción o pensamiento, estamos paralizando el flujo natural de creación y disolución de las emociones y pensamientos. Éstos son efímeros, como toda producción de la mente. Sin embargo, podemos prolongar su presencia de manera artificial, lo que desgastará la verdadera razón de ser del pensamiento o emoción, perdiéndonos en los rincones de nuestra mente.
Creo que el apego es una producción más de la mente, es una manera que tiene nuestro ego de sentirse real más allá de la mente, porque es así como se nutre y crece. Siento que el apego es una máscara usada por el ego, para engañarnos más fácilmente. Pero podemos salir de la mente y convertirnos en observadores, haciéndonos conscientes de que somos mucho más que el ego y las posesiones a las que nos aferramos. De eso se trata el desapego.
Caminando hacia la ausencia de apego
En la imagen que acompaña este post, podemos ver cómo todo fluye… como el río sigue su camino, cómo el agua cae de un recipiente al lecho del río. Y es que el desapego trata de lo que está haciendo el niño de la fotografía… soltar, de fluir, de aceptar.
Así como el río no trata de luchar para detener el movimiento del agua, del mismo modo, los humanos podemos desapegarnos de todo aquello que no es nuestra esencia.
Todo ser humano puede liberarse del apego, pero es un proceso que requiere práctica, paciencia y es un trayecto con tres paradas…
PRIMERA PARADA – APEGO: Para aprender a liberarnos del apego, tenemos que sentirlo e identificarlo de manera adecuada. A veces es muy difícil ver que estamos apegados a algo o a alguien, porque el engaño del apego nos hace creer que somos libres. Te propongo una pregunta sencilla para que identifiques tus apegos…
¿Necesito esto para ser feliz? ¿Si mañana no lo tuviera, haría lo posible por recuperarlo?
SEGUNDA PARADA – DESAPEGO: Tras hacerte consciente de a qué te apegas, comenzamos a transitar el sendero del desapego. A mí me ayuda a desapegarme…
- Observar el estado de mi mente: euforia, aceleramiento, rumiaciones, necesidad y deseo.
- Observar mis emociones para comprobar si estoy “enganchada” a algo.
- Respirar conscientemente para calmar mi mente y crear espacio dentro de mí. Desarrollando mi presencia.
- Dar un paso atrás mentalmente y darme cuenta que mi vida es mucho más que a lo que estoy apegada.
- Meditar para alejarme del bullicio mental del “yo o ego”.
- Cambiar mis pensamientos: Nada en mi vida depende de algo externo a mí, todo está en mí.
TERCER PARADA – AUSENCIA DE APEGO: Con el paso del tiempo y la práctica, podemos llegar a un estado de no apego. Pero no debemos ser demasiado exigentes… el no apego lo desarrollamos por áreas, justo en aquellas cosas que hemos trabajado el desapego. Pero en otras áreas de nuestra vida, continúa presente el apego. Debemos estar vigilantes a las cosas a las que nos aferramos (personas, objetos, pensamientos, emociones, conductas, elogios, etc.) y soltarlas para conectar más profundamente con quienes realmente somos… somos el observador, no el objeto.
Tal vez te dé miedo la ausencia de apego porque puedes tener la sensación de que te convertirás en un robot, en alguien que no conecta con nada ni nadie. Por mi experiencia, te diría que el desapego y el no apego te ayudan a ser más neutral y feliz, a disfrutar las cosas y personas cuando están, sin tratar de controlarlas ni de prolongarlas más allá de lo natural. El desapego me ha hecho más libre y ha permitido que mi mente esté más presente aquí y ahora.
“El desapego es la capacidad de hacernos nada, para llegar a ser personas enteras”
– Claudio Naranjo –