La vida y el dinero

A veces me agobia el dinero… como a todos los seres humanos. Creo que es una preocupación inevitable de vez en cuando. 

El problema llega cuando toda nuestra vida gira en torno al dinero (por escasez o exceso). Solemos pensar que el dinero solo le preocupa a quien le falta, pero lo cierto es que quienes tienen más dinero, también se preocupan… especialmente si sienten un apego profundo a éste o si sienten que existe el peligro de perderlo. 

Nuestras ideas y sensaciones acerca del dinero, se gestan desde el útero materno. La infancia es clave porque programarán nuestra mente en base a la escasez o la abundancia. 

Así, palabras dichas por los padres que parecen insignificantes, son los ladrillos en torno a los cuales los niños construyen la idea de la vida… de si es fácil o dura, de si es posible dedicarse a ciertas profesiones o no en base al dinero que podemos ganar, la “buena o mala suerte” de la familia, etc. 

Como psicóloga, me encuentro con grandes frases que marcan nuestra concepción de la vida y el dinero. Frases como… “Tienes que defender tus posesiones porque otros te las quieren quitar”, “Es muy difícil llegar a final de mes, no tenemos dinero”, “¿Cómo te vas a dedicar a enseñar a dibujar a gente?, nadie puede vivir de eso”, “Nuestra familia tiene mala suerte con el dinero”, “Ganar mucho dinero es malo porque te conviertes en mala persona”. 

Estas inocentes frases, repetidas mes tras mes, provocan que el niño vea la vida como una guerra donde debe atrincherarse para sobrevivir o como una oportunidad para aprender, crecer y evolucionar. 

Porque siento que la preocupación por el dinero pocas veces tiene que ver con el dinero en sí mismo, sino en sentir que no somos capaces de crear abundancia. 

Más allá del dinero, hay otro tipo de riqueza… una que tiene que ver con la manera en que vemos la vida y no solo con el dinero que poseemos.

El modo supervivencia y escasez

Creo que la vida solo podemos vivirla desde dos enfoques… la supervivencia o la prosperidad. 

El modo de supervivencia no tiene solo que ver con la manera en que pensamos, es también la manera en que nuestro sistema nervioso reacciona ante los sucesos de la vida. Porque en esencia, no importa si algo es “bueno o malo”, lo que importa es cómo interpretamos lo que nos sucede. 

El modo de supervivencia nos conduce directamente a la escasez porque desde esta visión, el mundo es peligroso y tenemos que defendernos para sobrevivir. Todo es escaso (la comida, el dinero, el amor) y eso nos hace muy controladores, porque creemos que el control nos dará seguridad. 

El exceso de control nos habla de inseguridad, de no sentir confianza. El control se disfraza de muchas maneras… en forma de un ahorro excesivo cuando no lo necesitamos (temor a quedarnos sin nada), sufrir cuando gastamos dinero en algo que realmente necesitamos, no disfrutar de las cosas buenas de la vida, controlar lo que hacemos y decimos, controlar lo que sentimos, tratar de controlar lo que hacen otros para que actúen igual que nosotros. 

La necesidad de controlar las cosas para que sean de cierta manera y no de otra, es la máxima expresión de la escasez, de la necesidad de estar siempre vigilantes, preparándonos para cuando llegue el cataclismo final que nuestra mente ansiosa nos dice que va a ocurrir. Y es así como perdemos vida por el exceso de control.

Todo esto tiene que ver con vivir en un tiempo que ya no existe… a veces vivimos en la escasez pasada, otras veces nos anticipamos a la escasez futura. En ambos casos, dejamos de disfrutar de todas las posibilidades que nos da el presente. 

La escasez económica nos hace actuar de maneras extrañas, señal de una relación poco sana con el dinero…

  • Pensando demasiado en el dinero. 
  • Gastando mucho cuando tenemos porque no sabemos cuándo habrá dinero de nuevo. 
  • Tratando de ahorrar en exceso aunque no se pueda o hacerlo en cosas poco importantes.
  • Aferrándonos a la generosidad externa aunque nos incomode. 

Cuando estamos en modo supervivencia, nuestro cuerpo vive en un estado de defensadonde está alerta a cualquier señal de peligro o amenaza. Es un estado donde tenemos activado el sistema nervioso simpático (defendernos, huir) y a veces se activa nuestro nervio vago dorsal (indefensión, inmovilización, desesperación). 

Cuando estamos viviendo en un estado de escasez, podemos vivir desde nuestro sistema nervioso simpático. En estos casos, estaremos hipervigilantes ante cualquier señal de amenaza (por pequeña que sea), vamos a responder luchando (porque nos quieren arrebatar algo) o huyendo (si es imposible defendernos), siempre estamos alarmados, esperando el siguiente golpe, el mundo es un lugar inseguro, las personas nos generan desconfianza y hay peligros por todas partes. 

Cuando estamos viviendo en un estado de escasez desde el nervio vago dorsal, sentimos que nuestros objetivos son inalcanzables, deseamos desaparecer, existe una gran desesperanza, sentimos que es imposible que nos podamos sentir seguros. Vivimos desde la desesperación, el mundo ha perdido su brillo, todo es borroso. 

Es importante saber que las señales de amenaza no son universales, no son para todos las mismas. Cada persona desarrolla una idea de lo que es seguro y amenazante y dependiendo de las experiencias en la infancia, muchas personas pueden llegar a interpretar una señal de seguridad como si fuera de amenaza. Por eso es tan importante conocernos y saber por qué nuestro cuerpo y mente reaccionan como lo hacen.

El modo prosperidad y abundancia

Creo que los seres humanos podemos vivir en un estado de crecimiento, prosperidad y abundancia. Estamos biológicamente construidos para vivir desde la prosperidad. Es el estado en el que podemos expandirnos, aprender, evolucionar. Tiene que ver con la generosidad, la comunicación, la confianza.

El estado de prosperidad y abundancia, nos habla de que nuestro cuerpo vibra en el nervio vago ventral. Desde este estado, sentimos que tenemos los recursos necesarios para afrontar los retos de la vida, nos sentimos capaces de alcanzar nuestras metas, sentimos que hay personas a las que podemos acudir y que nos apoyan, somos más flexibles e incluso lo que no sale como esperamos, nos ayuda a expandirnos, podemos enfocarnos en el momento presente.

Vivir desde el nervio vago ventral, es contarnos a nosotros mismos unahistoria de posibilidades, donde nos podemos conectar a otros porque es seguro. 

Respecto al dinero, vivir en el estado de prosperidad, nos permite aprender, probar cosas nuevas para saber en qué invertir nuestro dinero y en qué no, poner en marcha una idea y observar si tiene los resultados esperados. Se trata más bien de ser cautos con el dinero pero de invertirlo en aquello que nos hace crecer intelectualmente, emocionalmente, físicamente y espiritualmente.  

Vibrando en crecimiento

No se trata de acumular… se trata de crecer y evolucionar. El dinero es solo una herramienta, una energía que nos ayuda a seguir aprendiendo y creciendo. Por eso es buena idea destinar parte de nuestro dinero a mejorar internamente, ya sea a través de cursos, formaciones, terapia, libros o cualquier otra forma de expandirnos. 

Como toda energía, debemos cuidar al dinero, porque los billetes se transforman en otras cosas… en experiencias significativas. Por eso, comienza a crear un estado de abundancia y crecimiento interior.

La prosperidad nos dice que el dinero es algo que está disponible para nosotros, que somos capaces de tener el dinero que necesitamos. Creo que el dinero, como energía que es, es más probable que llegue a nosotros cuando decidimos aportar algo al mundo, ayudar a otros. El objetivo no es ganar dinero, sino tratar de cambiar las cosas con nuestro ejemplo, vibrando desde nuestro ser más íntimo. 

Algunas de las cosas que me ayudan a vibrar en crecimiento y abundancia, son…

  • Confiar en mi: He aprendido que no se trata tanto de lo que hago, como de confiar en mi capacidad para comunicar, acompañar. En las sesiones de terapia, creo un ambiente emocional próspero, donde la persona se puede relajar, puede decir lo que realmente siente, puede ser quien es. Y esa libertad es la que nos conecta con nuestra capacidad de crecimiento. He aprendido a confiar en mí, a anclarme a la energía creadora que forma parte de mí. 
  • La gratitud: Ser agradecidos con la vida, incluso cuando nos trae cosas que no nos gustan o son desagradables… esa es la clave. Podemos desarrollar nuestra gratitud por una mala etapa emocional, por la tristeza, por una ruptura, por un duelo… Cuando vibramos en gratitud, le decimos al universo energético en que estamos inmersos, que lo aceptamos todo y eso nos conecta con la energía de la abundancia. 
  • Activar mi nervio vago ventral: Ayudar a otros, conectar con mi empatía y compasión, sonreír, caminar por la naturaleza, disfrutar de mis descansos, son señales de abundancia. Acudir a esa persona o lugar donde me siento segura, donde puedo ser yo misma. Comunicar cómo me siento, lo que necesito y quiero.  No hay mayor abundancia que dar voz a mi mundo interno. 

“La riqueza no consiste en tener grandes posesiones, sino en tener pocas necesidades”

– Epícteto –

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