La meditación… una herramienta moderna aunque milenaria que nos ayuda a conocernos más profundamente, que nos permite trascender nuestro cuerpo y mente para darnos cuenta de que somos una conciencia inmortal e infinita.
Tal vez te sorprenda mi idea de la meditación, pero se basa en lo que he descubierto de ella y de mí misma desde que medito, desde que me dedico un tiempo solo para mí, para conocer mi mente, para calmarla.
En occidente tenemos muchos mitos en torno a la meditación y en este post quiero hablarte de algunos de ellos, para que conozcas realmente lo que es meditar y te des cuenta de que tú puedes hacerlo también. Vamos allá con tres falsos mitos que todos hemos tenido…
Yo no puedo… soy occidental… Cuando oyes la palabra meditación, te imaginas a un monje con su túnica naranja y la cabeza sin pelo, tu mente llega incluso a imaginarse a ese monje con los ojos cerrados y levitando sobre el suelo.
Es una gran imagen… tu mente crea producciones de calidad… de Hollywood.
Pero lo cierto es que cualquier persona puede meditar, da igual tu religión, no importan tus creencias.
La meditación es una herramienta de auto-conocimiento y por eso es tan útil. Yo uso meditaciones en mis terapias, de hecho se las envío a mis pacientes como tarea para casa, para que sigan conociéndose a sí mismos más allá de las sesiones conmigo. Y cada uno de ellos siente un profundo alivio cuando meditan, su ansiedad desaparece, su tristeza les abandona temporalmente…
Porque cuando meditas, solo estás tú observando tu cuerpo y mente. Observas una realidad diferente, una en la que cierras tus ojos, te alejas del mundo que te rodea y te adentras en ti mismo, en tu esencia, contactando con tu conciencia
La mente en blanco… Cuando empiezas a meditar, esperas que tu mente se comporte y se quede “en blanco”, es decir, que no piense, que no sienta, que se quede inmóvil. Has de saber que al principio eso es imposible.
Si has meditado alguna vez y has visto que tu mente sigue pensando, que no para, tal vez creíste que no lo estabas haciendo bien y eso es lo que te ha llevado a tirar la toalla, abandonando un hábito que es muy positivo para ti.
Es normal que tu mente no pare un instante… no está acostumbrada a eso.
Cuando empecé a meditar, mi mente era un caos, saltaba de un pensamiento a un recuerdo, a una anticipación o deseo y así pasaban los minutos. Era un esfuerzo constante traer mi atención al presente y a mi cuerpo, especialmente a mi respiración.
No estás haciendo nada mal… meditar es eso, es observar los saltos de tu mente.
Pero cuando de verdad empiezas a meditar, es cuando no sigues al mono chillón que habita en tu mente y que te lleva de un recuerdo a otro, de un pensamiento a una preocupación. Meditas cuando observas que tu mente se ha desviado, decides no enredarte en esas producciones mentales y llevas tu atención hacia tu respiración… centrándote en el movimiento de tu cuerpo cuando inspiras y en la relajación que sientes cuando espiras.
Ya llegarás a ese momento en que tu mente está más calmada, donde tu visión interna es más clara… pero para llegar a ese momento debes practicar y re-programar tu mente para que poco a poco se relaje… suelte los pensamientos y emociones y se deje llevar por la marea eterna de la respiración.
También he de decirte que aunque practiques, habrá días donde el mono chillón de tu mente te querrá distraer, pero recuerda que el objetivo no es hacer preso a ese mono, sino hacerle tu amigo y llevarle de la mano a la calma y serenidad que habita en tu cuerpo, especialmente en tu respiración.
No puedo centrarme… Este mito va unido al anterior del que te he hablado. Te confundes a ti mismo cuando dices que no te puedes concentrar. Claro que puedes, solo que has acostumbrado a tu mente a estar hiper-ocupada, a atender a varias cosas a la vez y la meditación supone reducir su ritmo, relajarse, serenarse.
Y claro… tu mente protesta cuando parece que no haces nada… tal vez te susurre algo como “esto es una pérdida de tiempo” “no lo estás consiguiendo… mejor que hagas algo útil” y como crees todo lo que dice tu mente, le haces caso y abandonas la meditación.
Si no practicas, si no insistes, tu mente tendrá razón y nunca introducirás la meditación como un hábito de auto-cuidado saludable.
Yo te puedo decir que el principio no es fácil, pero si insistes, toda tu vida cambiará… Así ha sido para mí.
Algunos de los cambios que he sentido desde que medito al menos cuatro días a la semana, han sido: me siento más equilibrada emocionalmente, estoy mucho más creativa, mi estado anímico es más positivo, la gratitud aparece por sí sola y me susurra al oído la suerte que tengo por vivir esta vida, los enfados me duran menos, las adversidades las veo como oportunidades de crecimiento y todo ello me hace mejor profesional y mejor persona.
Creo que son unos efectos secundarios muy positivos por dedicarme un tiempo solo a mí, a observar mi mente y cuerpo, re-programando mi mente.
Si quieres introducirte en la meditación pero aún no sabes cómo, puedes darle al siguiente botón y te ayudaré como mejor sé hacerlo, con mi trabajo.
Atrévete a romper esos mitos que tu mente ha creado en torno a la meditación. Decide conscientemente invertir en ti.