Las culturas orientales tienen una manera de ver la vida mucho más profunda que en occidente. Y he de confesarte que eso me encanta. 

Creo que comprender e integrar algunos conceptos de las culturas orientales, pueden ayudarnos a afrontar la vida con una perspectiva más amplia y nos permite disfrutar más de las pequeñas cosas. 

Un concepto que me llamó mucho la atención, fue la palabra japonesa “Ikigai”. 

Ikigai es mucho más que una palabra, hace referencia a la razón por la que cada uno de nosotros vivimos. Se refiere no solo a cómo vivimos sino a la razón por la que nos levantamos de la cama cada mañana… por eso cada persona tiene su propio Ikigai. Y también puede cambiar a lo largo del tiempo. 

Lo bueno de este concepto japonés, es que lo podemos adaptar tanto a las pequeñas experiencias cotidianas como a nuestras metas más ambiciosas.

Siempre que hablamos de la razón por la que nos levantamos cada mañana, tendemos a pensar en grandes propósitos, cuando la realidad es que la grandeza de este concepto, se esconde en los detalles, en las pequeñas cosas que hacemos a diario… como respirar, besar a un ser amado, tomar un café, sentir el sol en la piel, caminar y sentir los pasos que damos, etc. 

Y es que, en el fondo, el propósito de la vida, es simplemente VIVIR. Sí, vivir en mayúsculas. Porque siento que en el siglo XXI estamos sobreviviendo, es un siglo en el que la mente ha tomado el control… y la mente nunca está satisfecha. Pero cuando aprendemos a vivir, a quedarnos en el presente, ese es el momento en que nacemos por segunda vez, conectándonos con la vida y su movimiento eterno. 

El Ikigai está oculto en nuestro interior y solo lo encontramos cuando estamos dispuestos a mirar ahí… viaje que solemos aplazar por temor a los fantasmas que pueden salir. El Ikigai tiene que ver con vivir la vida con ilusión, sintiendo que podemos vivir satisfechos y felices. 

La clave del Ikigai, está en hallar el equilibrio entre el pasado, el presente y el futuro para sentirnos realizados, usando nuestras capacidades o dones para alcanzar nuestras metas y propósitos. 

Para que comprendas mejor este concepto, te dejo una imagen que guiará nuestra exploración de hoy.

Elementos del Ikigai

Como has podido comprobar, el Ikigai se compone de 4 categorías…

PASIÓN = Lo que amas: Pueden ser muchas cosas las que nos apasionen, aunque este concepto dentro del Ikigai, se refiere a hallar una actividad que nos ayude a vivir desde la felicidad y nos permita sentirnos útiles, aportando algo a los demás.

Para hallar tu pasión, debes mirar en tu interior y hacerte consciente de las cosas en las que eres bueno, para las que tienes capacidades o habilidades naturales (puede ser escuchar, socializar, conectar con los demás, ser un buen comunicador, ver la belleza de un paisaje que se convierte en una obra de arte, acompañar a otras personas en su camino vital, etc.).

Nuestra pasión nos motiva, nos hace desear aprender más, hace crecer nuestra creatividad y curiosidad naturales. Una buena manera de conectar con nuestras pasiones es… hacer un listado de las cosas que nos gustan y si tampoco sabes eso, empieza haciendo un listado de las cosas que NO te gustan… así alcanzarás a comprender lo que de verdad te gusta. 

MISIÓN = Lo que siento que he venido a hacer: Creo que todos los seres humanos, hemos llegado a la Tierra con una misión. Tal vez no todas las misiones sean de una gran magnificencia, pero todos estamos aquí por una razón (como mínimo). Tu misión puede ser algo que parezca pequeño, no necesitas ser el Salvador del mundo entero. Creo que la mejor misión es ser uno mismo y desde ahí, ponernos al servicio de los demás.

Esto de ponernos al servicio de los demás, lo podemos hacer a diario… al abrir la puerta a alguien, dar un pañuelo a alguien que llora, sonreír y dar las gracias, escuchar a alguien que siente angustia. Hay profesiones que nos permiten ponernos al servicio de los demás cada día, pero si te soy sincera, no hace falta dedicarte a algo en torno a la ayuda. Es suficiente con ser amable y tratar a los demás como querríamos que nos trataran a nosotros. 

PROFESIÓN = En lo que soy bueno: Cada persona poseemos ciertas habilidades, capacidades y aptitudes. Si las conocemos bien, es probable que hayamos elegido nuestra profesión en torno a ellas. Tal vez incluso hayamos guiado nuestra vida académica hacia ellas (digo tal vez porque en la elección de estudios hay otros factores importantes como lo que nos han dicho desde pequeños que podemos ser o con lo que se gana más o menos dinero). 

Cuando hablo de profesión, me refiero a la mezcla de estudios + experiencia + curiosidad. Y es que siento que para ser bueno en algo, es necesario formarse, trabajar en ello pero especialmente, no perder la curiosidad inicial que siempre hemos tenido por eso que nos gusta. 

Desde mi experiencia personal, cuanto más trabajo como psicóloga, más “hambre” por saber tengo. Creo que esa es la señal perfecta de haber hallado mi Ikigai. Porque siento que las 4 áreas convergen en lo que hago a diario. A pesar de ello, es natural que tenga etapas de estrés, cansancio y que necesite alejarme de vez en cuando del trabajo, porque es la clave del auto-cuidado para no quemarme. 

VOCACIÓN = Lo que necesita el mundo: La palabra vocación siempre me ha gustado y siempre he sentido que ser psicóloga era mi vocación (y aún lo pienso). Siento que este concepto está tan manido, que hemos perdido su verdadero significado. Reflexionando sobre ello, me he hecho consciente de que la vocación es sentir una necesidad o llamada interna para dedicarnos a algo que nos hace sentir plenos, que nos conecta con quiénes somos realmente. 

La vocación es expansiva y cuando coincide con aquello que sentimos que necesita el mundo, nuestro planeta y la humanidad, todo encaja, sentimos que estamos en el lugar adecuado y en el momento perfecto. La vocación es una llamada, pero es importante no confundirla con la voz del ego o con nuestros temores y heridas.

En la intersección entre la profesión y la vocación, se encuentra por lo que me pueden pagar. Porque en esta vida tridimensional, necesitamos el dinero para vivir… es un hecho. Y creo que encontrar ese nicho donde pueda encajar mi misión, mi vocación, mi profesión y mi pasión, al tiempo que me pongo al servicio de los demás, es casi un arte. Pero todos podemos alcanzarlo. 

La clave: el autoconocimiento

Para crear la vida que deseas vivir, debes antes conocerte profundamente. 

Es importante saber qué guía nuestros pasos, cuáles son las razones reales de que decidamos dedicarnos a una cosa y no a otra. En ocasiones comprendemos estas cosas antes de decantarnos por una forma de vida u otra, otras veces lo descubrimos cuando ya estamos inmersos en cierta profesión o actividad.

Sea como sea, considero esencial conocernos profundamente, porque solo así podremos disfrutar plenamente de todo lo que nos ofrece la vida. 

“Aún cuando los días y los años son largos, la vida es corta”

– Proverbio Japonés –