Cada persona que habita el planeta Tierra, tiene un Don… algo que sabe hacer mejor que otros, algo en lo que sobresale.
Yo me considero afortunada porque desde mi adolescencia sabía qué quería estudiar, qué quería hacer con mi vida. Y reflexionando ahora en las razones que me llevaron a saber esto, vienen a mi mente dos recuerdos que creo marcaron mi decisión y también sacaron a flote mi Don.
El primero de ellos, el primer recuerdo de que mi cuerpo y mi mente comenzaron a guiarme hacia lo que debía hacer, fue en unas vacaciones en Cullera, el pueblo de Valencia al que solíamos ir de vacaciones. No recuerdo la edad que tenía, pero creo que era alrededor de los 9 o 10 años.
Un día, estaba sentada bajo la sombrilla de playa para resguardarme del sol porque mi piel siempre ha sido muy sensible a él. Me gustaba observar… de hecho es lo que más me gusta, observar a mi alrededor y también en mi interior. Mi mirada iba del mar a la arena, de mi familia a vagabundear por ahí… sin rumbo fijo.
Y delante de mí había una chica sentada en la arena y estaba llorando desconsoladamente. En mi mente comenzaron las preguntas… ¿Qué le ocurrirá? ¿Por qué está tan triste?… era casi como si esa imagen de profunda tristeza y llanto no encajara en el entorno vacacional en que me encontraba.
Sentía ganas de ir al lado de esta chica y consolarla, acompañarla en su tristeza. Pero mi timidez e introversión me hicieron parar y tan solo observaba su sufrimiento, su dolor. Esa experiencia se me quedó grabada a fuego en la memoria, a pesar de que algunos de mis recuerdos son frágiles.
Esa situación hizo que sintiera una enorme compasión por una desconocida, pero fue su sufrimiento el que me llamó la atención, el que me hizo conectar con ella. Tal vez ella no se diera cuenta, o tal vez sí… no lo sé. Pero creo que ese fue el momento en que supe que quería consolar y ayudar, aunque aún no supiera cómo.
La otra experiencia que me mostró mi Don y me guió hacia mi profesión, fue mi hermano. Su adolescencia fue difícil y sentía que yo era el nexo de unión entre mis padres y él… era en quien podía confiar cuando necesitaba hablar, aunque yo era más pequeña que él. Me gusta pensar que fui un apoyo para él cuando más lo necesitaba. En ocasiones aún me siento así… soy el eslabón entre mi hermano y mis padres, y aunque esa posición no siempre es fácil y en ocasiones me hace sufrir, simplemente lo acepto.
Porque en el fondo creo que mi Don es el de escuchar, observar, dar una perspectiva externa y diferente, pero también es el de ser mediadora… soy el eslabón entre el sufrimiento y el aprendizaje, entre la tristeza y la calma, entre la ansiedad y la serenidad.
Y siento que está bien… está bien mostrar una nueva manera de vivir, mostrar que no todo es tan trágico como te parece cuando sufres, que no todo tiene una explicación y que la vida es maravillosa.
Siento que ayudar a otros a encontrar su camino y mostrar el sendero de la espiritualidad y seas tú quien decidas si lo recorres o no, es lo que tengo que hacer… como si lo que ahora estoy haciendo viniera planificado de antes, tal vez de una dimensión que no recuerdo pero a la que pertenezco.
Siempre supe que quería ayudar como lo hago ahora y siento que mi Don se ha expandido y ha pasado de centrarse en ayudar a otros a sentirse mejor, a mostrar una faceta diferente de la vida, mucho más sencilla y serena, a enseñarte caminos insospechados e insólitos, a hacerte saber que eres un ser espiritual además de un ser humano único.
En mi caso, mi Don se expresó desde muy pequeña.
Tal vez en tu caso no haya sido así… tal vez surgió en una etapa que creíste fue mala, tal vez salió a la luz tras un despido o tras la pérdida de un ser amado… A cada cual se le revela de una manera, pero mantente atento, escucha con calma y observa qué cosas te hacen sentir bien, qué te hace sentir que la vida merece la pena.
Y si no encuentras tu Don, no pasa nada, el mero hecho de vivir, compartir, apoyar y amar, es suficiente. Porque cuando hacemos estas cosas, toda nuestra vida se convierte en mágica y nosotros mismos nos convertimos en nuestro Don