La escucha no suele ser protagonista… creo que es porque actúa en silencio.
Para mí escuchar siempre ha sido natural. Soy una persona muy observadora y la observación es un tipo de magia que ocurre en silencio, sin que nadie se dé cuenta.
Creo que es natural que estudiara psicología, una profesión donde la clave está en la escucha. Porque en esa escucha visito universos maravillosos… porque cada uno de nosotros tenemos un universo único y particular.
Probablemente estés pensado que escuchar es fácil… de la manera en que a mí me gusta escuchar no lo es tanto, por eso creo que es un arte que debo practicar cada día.
Cuando hablo de escucha, me refiero a una escucha consciente. No a ese tipo de escucha que hacemos “por encima” donde captamos el mensaje general de nuestro interlocutor mientras nos perdemos en las preocupaciones, pensamientos y emociones que alberga nuestra mente.
La escucha consciente es diferente porque se hace de un modo distinto. ¿Quieres saber cómo lo hago yo?
Escucho con todo el cuerpo…
Mis oídos trabajan especialmente cuando escucho, pero todo mi cuerpo está despierto cuando lo hago de manera consciente. Y es que hay tantos matices… tantos detalles que debo captar para comprender el mundo emocional ajeno, que debo tener en cuenta diferentes aspectos, entre ellos…
LA VOZ… El tono que usamos para hablar es único y varía mucho con nuestras emociones. La mayor parte de la terapia que realizo es por medio de teléfono y creo que eso me ha ayudado a afinar mi sentido auditivo porque soy capaz de identificar la emoción que experimenta la persona que está al otro lado del teléfono.
Creo que anular un poco mi sentido de la vista, me ayuda a detectar las emociones en las señales sutiles que reproduce la voz. Puedo sentir la angustia, la tristeza, el miedo, detecto las lágrimas que están llegando antes de materializarse e incluso oigo el amor. Es interesante escuchar tantas emociones sin necesidad de verlas.
LOS SILENCIOS… Comunican tanto los silencios… esto lo aprendí acompañando en el final de la vida… momento en que todo se ralentiza, donde las cosas importantes imperan y el resto desaparece. Sé que es contradictorio, pero los silencios están llenos. Y cuando abandonamos nuestro miedo a no saber qué decir y nos adentramos en los silencios, comenzamos a comprender mejor la vida.
Debemos escuchar los silencios para reflexionar, para hablar de manera consciente, para dejar espacio a la otra persona a que responda. Debemos escuchar los silencios que nos indican que es suficiente con nuestra presencia, que no tenemos que llenar el vacío con palabras, debemos escuchar los silencios llenos de gratitud por quedarnos, por estar. El silencio es mágico.
Escucho con mi intuición…
Mi intuición es la parte más sabia que existe en mí, es la más antigua y guarda en su interior información que he aprendido en esta vida, pero también de la que han aprendido mis ancestros. Porque mis ancestros viven en mí y yo en ellos.
Mi intuición se ha afinado con los años, se ha hecho más grande e importante, en parte porque le presto atención y en parte porque la entreno para que me guíe en la vida.
Siento la intuición de maneras diferentes… en ocasiones aparece como un pensamiento que expresa una certeza y así puedo llegar a “adivinar” lo que otra persona piensa y siente, me lo comunique o no.
En ocasiones, mi intuición llega como como un escalofrío que recorre los laterales de mi cuerpo, por el tórax, el abdomen hasta llegar a mis piernas. Es una sensación extraña y mágica que me indica que voy por el buen camino, que algo que leo o cierta información, es veraz.
Otras veces mi intuición llega en forma de sensación. Simplemente siento lo que le ocurre a la otra persona, soy capaz de detectar el desequilibrio emocional en otras personas cuando entran en una estancia. Esto me suele ocurrir con personas que conozco bien, creo que es porque mi energía identifica los cambios energéticos en quienes tengo confianza.
Estos descubrimientos los he hecho en el último año, momento en que me he hecho más consciente de lo que ocurre en mí y he meditado mucho más. Porque en mi caso, la meditación logra afinar mi intuición.
Algo importante que debes saber, es que aunque tenga afinada mi intuición, no doy por supuestas las cosas y pregunto a la otra persona si se siente de esa manera o si piensa aquello. Porque me gusta vivir desde la “mente del principiante”.
Escucho desde una perspectiva amplia…
Tiendo a escuchar más allá de las palabras, porque el vocabulario nos limita, en ocasiones es poco descriptivo y una única palabra es incapaz de expresar el complejo ser humano que somos.
Esa perspectiva más amplia desde la que escucho, toma como punto de partida las palabras, pero va más allá de ellas. Tengo en cuenta el tono de voz, los cambios sutiles, la presencia de risas o su ausencia, también observo las sensaciones intuitivas en mi cuerpo y por supuesto, pregunto. Porque sí… las preguntas también forman parte de la escucha.
Creo que en ocasiones tenemos miedo a preguntar por temor a lo que nos puedan decir o a molestar, pero lo cierto es que la comunicación consciente solo se puede producir cuando escuchamos y preguntamos para aclarar dudas. Recuerda no dar nada por supuesto porque no eres adivino (no, yo tampoco soy adivina). De modo que pregunta para entenderte mejor a ti mismo y a los demás.
Escucho desde mi corazón…
El arte de escuchar toma a los oídos como elemento físico, pero debe tomar en cuenta al corazón como elemento emocional porque en su interior se encuentra el amor, la compasión, la gratitud, la esperanza.
Y me he dado cuenta de que la humanidad está falta de amor, de compasión, de gratitud y esperanza. Y a mí me gusta compartir estas emociones que llevo conmigo y que sé que tienen el poder de transformar la vida. Por eso cuando escucho, también lo hago con mi corazón.
Escuchar es un arte… y cuanto más practiques, mejor escucharás