Cuando el cuerpo grita

Nuestro cuerpo grita, pero hemos aprendido a obviar ese grito sordo que nos duele en el cuerpo y en el alma.

Porque el cuerpo grita las emociones atrapadas en él, pero lo hace a través de nuestros músculos, órganos e incluso en nuestras conductas. 

Solemos pensar que un dolor físico tiene como origen el cuerpo… la realidad es que su origen, un gran número de veces, está en nuestro mundo emocional. 

Y este grito sordo de las emociones en el cuerpo, es lo que en medicina y psicología se llama “Somatizaciones”, que no es más que las emociones atrapadas en el cuerpo. 

Las emociones se quedan atrapadas en el cuerpo cuando no son escuchadas, cuando las reprimimos o las negamos. 

Pero la emoción, esencial para nuestra supervivencia, ha aprendido que cuando algo nos duele en el cuerpo, paramos, buscamos ayuda e iniciamos algunos cambios en nuestra vida.

De esta manera, las emociones encuentran el camino para que nos hagamos conscientes de ellas, aunque sea a través del dolor. 

Mi cuerpo grita… grita de dolor en la espalda cuando tengo jornadas laborales muy largas, grita en mi cuello por una postura poco natural, grita en mi pecho cuando la ansiedad me visita, grita de agotamiento cuando no descanso lo suficiente. 

Y estos gritos me conectan conmigo misma, me hacen estar más presente en mí y por eso agradezco a mi cuerpo que sepa reflejar lo que ocurre en mi mente, porque así me re-conecto. 

Emociones no escuchadas

Nuestra vida en el siglo XXI es más como un videojuego que como la vida real. 

Buena parte de nuestro día, lo pasamos en mundos virtuales, redes sociales, en la oficina o en casa trabajando. El caso es que vivimos una vida parcial, dedicando muchas horas a algunas actividades y nada de tiempo a otras. 

Esta manera de vivir es poco natural. La calma ha sido sustituida por la multitarea, la oscuridad de la noche se ha transformado en un perpetuo día con acceso a la luz las 24 horas, caminar por la naturaleza se ha convertido por vivir en las ciudades, jaulas de hormigón donde nos desconectamos de nuestra verdadera naturaleza. 

Visto de esta manera, es natural que nos estresemos y que no escuchemos a nuestras emociones.

Porque lo cierto es que las emociones nos dan miedo. Tememos sentir el dolor y sufrimiento, tememos la soledad de la tristeza y la aceleración de la ansiedad, tememos a la alegría por el golpe negativo que la vida nos puede traer y así dejamos de vivir y de sentir. Y lo cierto es que a veces preferimos no sentir nada con tal de no sufrir. 

Las emociones son nuestras compañeras, nos ayudan a sobrevivir y expandir nuestra conciencia. Son tenaces y hacen oídos sordos a nuestros intentos por acallarlas o ignorarlas. Por eso, cuando no escuchamos a las emociones, éstas dan el salto al cuerpo. 

Y en lugar de sentir tristeza, empezamos a sentir una presión en el pecho o en la garganta, señal de que algo nos atenaza, empezamos a sentir un nudo en el estómago cuando estamos preocupados, sentimos también dolor de espalda como señal de la necesidad de descanso. 

Y cuando el tiempo pasa y no hacemos caso de estos gritos de la emoción en el cuerpo, comenzamos a desarrollar enfermedades. Tal vez sean enfermedades cuyo origen físico es desconocido (lo que en medicina se llama “enfermedad idiopática”), tal vez es una enfermedad auto-inmune donde nuestro sistema inmune ataca a sus propias células. 

El estrés es el origen de muchas enfermedades crónicas. Y, ¿sabes una cosa?… el estrés lo modulamos desde dentro, por cómo interpretamos las cosas y cómo las sentimos. 

Cuando la emoción se intenta hacer escuchar por los canales habituales (afecto, llanto, risa, pensamientos) y no es escuchada, inicia su plan de emergenciaextenderse por el cuerpo para llamar nuestra atención. Gran parte de las veces, muchos dolores y molestias, desaparecen al hacernos conscientes de ese síntoma y comprender que es una emoción encapsulada en el cuerpo. 

La toma de consciencia es poderosa, por eso intenta hacerte más consciente en tu día a día y podrás ver cosas que antes pasaban desapercibidas para ti y al mismo tiempo, interpretarás de una manera más amplia lo que ocurre en ti. 

Escuchando mi cuerpo

Para cada persona, el significado de cada dolor, es único. Por eso debes aprender a escuchar tu cuerpo.

Durante muchos años me desconecté de mi cuerpo por la insatisfacción que sentía con él. Después comencé a meditar, a practicar la atención plena y a practicar yoga y re-descubrí mi cuerpo de una manera nunca antes conocida.

Conecté con la fuerza de mi cuerpo, con su estabilidad, conecté con la energía que fluye en él, con mi respiración y con el latido de mi corazón. Y empecé a apreciar a mi cuerpo por lo que es. 

Aunque sea psicóloga y cuide mis emociones, esto no quiere decir que siempre esté atenta a mis emociones. A veces, el ritmo de la vida, el exceso de trabajo, el estrés y un menor descanso, me llevan a desconectarme de mi mundo emocional. 

Y cuando ocurre eso, mis emociones saltan al cuerpo y me indican su presencia a través de signos más o menos sutiles. Algunos de ellos son…

  • Dolor lumbar: La parte baja de la espalda es mi punto débil, se me suele cargar rápido y en muchas ocasiones he llegado a sentir un dolor intenso que me acompañaba durante semanas. Aprendí que esta molestia, es un signo de que debo frenar mi ritmo, que debo descansar más. 
  • Migrañas: Hace unos años, me daban unas fuertes migrañas que me impedían ver por un ojo y me dejaban con un dolor de cabeza intenso que me duraba al menos un día. Últimamente mis migrañas son más leves y apenas dejan dolor de cabeza en mí. Pero siempre que aparece el aura típico de las migrañas, sé que mi estrés está aumentando. Tomarme un día o dos de descanso, es suficiente para recuperarme. Curiosamente (o no tan curiosamente), las migrañas siempre aparecen el fin de semana. 
  • Dificultad para respirar: En ocasiones estoy relajada pero siento que se me entrecorta la respiración. Intento desbloquearme con inspiraciones profundas y exhalaciones prolongadas y esa sensación suele desaparecer. Este signo es señal, en mi caso, de que la ansiedad me visita. Es entonces cuando me hago consciente de preocupaciones que estaban de fondo en mi mente y de las que no era consciente.
  • Taquicardia en reposo: Tras una jornada intensa de trabajo, me siento en el sofá y empiezo a sentir mi corazón acelerado. Esto ocurre siempre que estoy estresada en un nivel medio-alto y justo cuando trato de descansar, mi cuerpo sigue conectado a la actividad del día. En esos casos, mi sistema nervioso simpático está hiperactivo y me cuesta un poco desactivarlo para que entre en acción el sistema nervioso parasimpático, el encargado de la relajación. Una breve meditación o algunos ejercicios de respiración, suelen ayudarme. 
  • Leve insomnio de conciliación: Habitualmente no tengo problemas para dormir y cuando me tumbo en la cama, no duelo tardar más de 10 minutos en dormirme (a no ser que haga mucho calor como ocurre en verano). A veces, me cuesta dormirme al menos 30 minutos, esto suele ir unido a una hiperactividad mental donde ciertos temas dan vueltas en mi cabeza. Esto es señal para mí de que el estrés está presente y que debo regularlo para que no vaya a más. 

Como has podido comprobar, escucho a mi cuerpo. Comprendo que cada señal que me envía, es un mensaje sobre mi mundo emocional. Comprender estos signos físicos, es un atajo hacia mi regulación emocional, por eso creo que es tan importante observar al cuerpo y comprender qué nos está diciendo. 

Te invito a que la próxima vez que te moleste algo, observes qué está pasando en tu vida emocional y mental. Y si el síntoma persiste, acude al médico. 

Porque tu mundo emocional habla a través del cuerpo. 

Escuchar al cuerpo es un arte que practicamos con nuestra presencia

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