Los seres humanos somos buscadores de equilibrio. Una vida consciente, pasa por encontrar el “punto medio”, ese camino medio del que tanto hablaba Buda.
Este camino medio no es otra cosa que aceptar las cosas tal y como son, abandonar toda lucha y resistencia. El equilibrio es ser ecuánimes, ser capaces de mantener una actitud imparcial, abandonando todo juicio.
Me gusta esta idea de equilibrio y ecuanimidad… porque no rechaza nada. No rechaza el sufrimiento, sino que lo abraza, no rechaza la felicidad, sino que es sentida, no rechaza la realidad, es capaz de mirar más allá de lo obvio, acogiéndolo todo.
He de confesarte que me encantan estos conceptos de la filosofía oriental, especialmente la budista. Siento que esta manera de ver la vida, me da mucha libertad. Porque deja de haber enemigos, dejo de ser víctima y me convierto en un ser que observa y se adapta, que fluye como el agua del río.
Hallar el equilibrio no siempre es fácil, especialmente cuando hemos entrenado a una mente crítica que juzga, que siempre está insatisfecha, incluso cuando las cosas van bien y la abundancia llega a nosotros.
Aunque hallar y mantener el equilibrio no sea fácil, es algo que todo humano puede lograr. Y para ello, creo que hay que comprender la vida como si fuera un baile. En la danza, hay pasos más fáciles y otros más difíciles, pero todos ellos nos mueven a través de la pista. Mantener el equilibrio mientras danzamos, es la clave de la vida.
Creo que hay muchos tipos de equilibrio y vamos a profundizar en ese tema…
Equilibrio emocional
Hemos aprendido una idea muy errónea acerca del equilibrio emocional. Creemos que una persona equilibrada es aquella que siempre está en calma, que no se enfada y a quien no le afecta nada. Por eso a veces creemos que el equilibrio emocional nos convierte en autómatas, que dejamos de sentir.
El verdadero equilibrio emocional consiste en sentirlo todo… lo agradable y lo desagradable. La clave está en no dejarnos arrasar por esas emociones, por eso es clave poder regular nuestras emociones. Una persona equilibrada emocionalmente, siente tristeza, culpa, enfado, alegría, esperanza y serenidad… lo siente todo.
Las emociones, para ser equilibradas, han de moverse. Porque nuestro mundo emocional es como un océano cuyas gotas de agua están en constante movimiento. En el momento en que nos estancamos en alguna emoción y dejamos de sentir otras, no hay equilibrio… es probable que haya represión y anestesia emocional.
Una persona equilibrada, se permite sentir el dolor al igual que la alegría. Porque sabe que las emociones son pasajeras y que el hecho de quedarse con la emoción, respirar con ella y sentirla, la libera. La gran verdad de las emociones, es que nos regulamos cuando atravesamos la emoción, como quien se queda presente en una tormenta de arena.
Equilibrio físico
La mente y el cuerpo son uno, están tan íntimamente unidos, que es imposible separarlos. Porque el cuerpo, las emociones y la mente racional, se han ido adaptando la una a la otra, han ido evolucionando al mismo tiempo, como engranajes que se adaptan a la perfección.
Solo lograremos el equilibrio emocional, cuando dominemos también el equilibrio al dejarnos sentir el cuerpo tal y como es, con sus sensaciones agradables y desagradables.
Las sensaciones de seguridad y amenaza, de huida, evitación, conexión o desconexión, dependen de cómo funciona nuestro sistema nervioso autónomo, el que conecta cuerpo y cerebro. Conocer en qué estado de activación vagal te encuentras, es clave para poder usar la energía de tu cuerpo, de una manera más eficiente.
Si quieres saber más del equilibrio vagal, te invito a leer este post
Equilibrio mental
Cuando hablo de equilibrio mental, me refiero a la parte pensante de nuestra mente… que a veces es racional y otras veces es impulsiva, dejándose llevar por emociones intensas.
Una de las grandes pandemias en salud mental que tenemos los seres humanos del siglo XXI, es el exceso de pensamientos. Nos hemos convertidos en seres que sobre-pensamos, en seres rumiantes que no hacemos más que dar vueltas y vueltas a situaciones de la vida cotidiana. Y cuantas más vueltas damos, cuanto más rumiamos, más nos desconectamos.
Creo que una de las causas de este sobre-pensamiento que tenemos hoy en día los humanos, se debe al exceso de estimulación que nos rodea.
Piénsalo un momento… nuestros sentidos son bombardeados por todo tipo de estímulos… sonidos intensos y duraderos, luces, imágenes, vídeos en movimiento, cambios de temperatura, el roce de la ropa en la piel, olores fuertes de los que no siempre podemos escapar y sabores que a veces son demasiado intensos o poco naturales.
Unos sentidos excesivamente estimulados, dan como resultado que nuestro cerebro tenga que procesar más información en poco tiempo, lo que nos lleva a sentirnos saturados. Tal vez no seamos conscientes de esto en el día a día porque nuestro cerebro se adapta rápido a estos cambios, pero la huella de todo esto, es que pensamos demasiado.
Una parte importante de mi equilibrio mental, está en ser cuidadosa con la estimulación que llega a mí, con la información que introduzco en mi mente a través de la escucha, de la vista y de mi cuerpo en general. Al ser una Persona Altamente Sensible (PAS), este auto-cuidado es clave, pero creo que cualquier ser humano puede verse mentalmente beneficiado de vivir en entornos cuidadosos y que respeten lo que necesitamos en cada momento, incluyendo el silencio y la quietud.
Equilibrio y coherencia
El equilibrio, para ser genuino, ha de ir de la mano de la coherencia. Coherencia entre lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos… porque solo así podemos ser coherentes con quiénes realmente somos.
- Coherencia con lo que siento: He de ser coherente conmigo misma, aceptar las emociones que llegan a mí. Porque cuando no conecto con mis emociones, cuando prefiero no mirar, las emociones se prolongan y me hacen sufrir más. Solo podré ser sincera con otros si lo soy conmigo misma.
- Coherencia con lo que digo: Solo podré ser coherente en lo que digo, si estoy conectada a mis emociones y soy coherente con lo que siento. Para mí es importante ser cuidadosa cuando hablo, porque sé el poder enorme que tienen las palabras. También soy consciente de que cada cual, interpreta las cosas a su manera, desde sus filtros. Pero un habla ecuánime y neutral, teniendo en cuenta las emociones propias y ajenas, me ayuda a vincularme a los demás desde un lugar de amor y seguridad que promoverá la conexión.
- Coherencia con lo que hago: Una persona es coherente cuando lo que hace, encaja con lo que siente y lo que dice que va a hacer. Las promesas incumplidas son peligrosas, pueden promover la idea de traición en otros y en nosotros mismos. Por eso es mejor no decir algo que no vamos a hacer. Se trata de ser sinceros con nosotros y con los demás.
- Coherencia con quién soy: Este tipo de coherencia, nos habla de ser fieles a nosotros mismos. Pero el paso previo a esta lealtad y fidelidad interna, es el auto-conocimiento. El origen de todo está en conocerte bien y para eso, tienes que pasar tiempo contigo mismo. En ese tiempo que dediques a conocerte, verás lo que te gusta de ti y lo que no… precisamente se trata de eso este proceso de conocerte… de verte en toda tu plenitud y de aceptarlo todo. Creo que conocernos, es un proceso que dura toda la vida y para ello, debemos dedicarnos tiempo de manera habitual (cada semana), para estar en nuestra propia compañía, para poder mirarnos con todo el amor que nos merecemos.
Espero que ahora comprendas mejor que el equilibrio es algo que está en ti, que puedes buscarlo, aumentarlo y que para ello, debes pasar tiempo con la persona que te acompañará toda la vida… tú mismo.
“La ecuanimidad nos permite estar presentes en el placer sin apego y en el sufrimiento sin resistencias”
– Andrew Olendzki –